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Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Europeísmo basura

Utilizamos a Europa para tapar nuestros errores, para evitar asumir nuestras responsabilidades

Europa ha sido un aliado clave y esencial en la lucha contra el terrorismo de ETA. Sin el apoyo de nuestros socios europeos, ETA habría matado más y, seguramente, durante más tiempo. Afortunadamente, en su lucha contra esa lacra tan brutal que ha sido el terrorismo, España ha tenido la suerte de tener de su lado el espacio de libertad, justicia y seguridad más grande del mundo. El impulso estratégico del Consejo Europeo, la labor de iniciativa legislativa y de coordinación de la Comisión Europea, la tarea legislativa del Consejo y el Parlamento Europeo al unísono, todo ha creado el marco político y jurídico en el que han sido posibles medidas cruciales para derrotar a ETA como las patrullas policiales conjuntas, las extradiciones exprés amparadas por la orden europea de detención o las reiteradas condenas a la violencia terrorista por parte del Parlamento Europeo

El tipo de cooperación internacional del que se ha beneficiado España no es frecuente encontrarlo en otras partes del mundo, ni en cantidad ni en calidad; demasiado a menudo los celos por la soberanía y los relativismos respecto a los valores permiten convertir a los vecinos en refugios seguros para los terroristas. Así que, las cosas podían haber sido diferentes. Y, de hecho, durante mucho tiempo lo fueron. Seguro que todos recordamos aquellos años de soledad en los que la joven democracia española cargaba con la lacra de un pasado autoritario sin libertades ni derechos humanos, lo que en ocasiones se traducía en una frialdad hiriente ante el fenómeno terrorista, cuando no en una comprensión lacerante por parte de algunos sectores de la opinión pública y los medios de comunicación europeos. Costó cambiar esa percepción, pero se logró. Y si finalmente la democracia española recabó ese apoyo solidario, generoso y desinteresado de nuestros socios, vecinos y amigos es porque entre todos los españoles construimos un Estado de derecho respetado y homologado internacionalmente que, además, voluntariamente decidió sujetarse a los más altos estándares de derechos humanos existentes en el mundo y a las instituciones que los representan.

Esos estándares, cuya aplicación corresponde al estos días denostado Tribunal Europeo de Derechos Humanos, avalaron en 2009 una decisión crucial para la democracia española: la de proscribir los partidos y organizaciones que ampararan la violencia terrorista. La Ley de Partidos de 2002 no sólo marcó un punto de inflexión en la lucha contra el terrorismo sino que lo hizo con una carga de legitimidad internacional que de otra forma se hubiera vuelto contra nosotros y hubiera dado oxígeno internacional a los grupos políticos que apoyaban el terrorismo. Como el Tribunal Europeo señaló en su sentencia, la democracia española tenía la “necesidad social imperiosa” de protegerse contra unas formaciones que mantenían un indudable “compromiso con el terror y contra la coexistencia organizada en el marco de un Estado democrático”.

Pero parece que el europeísmo de algunos es de usar y tirar, un europeísmo basura que da por hecho las instituciones y los valores europeos cuando sus implicaciones son favorables pero que no duda en arrastrarlas por el fango cuando no le son convenientes. Tan acostumbrados parecen están algunos a vejar a las instituciones nacionales, que parecen creer que su patente de corso alcanza también a las instituciones que compartimos con los europeos.

Es precisamente en el momento en el que la excarcelación de un gran número de asesinos convictos va a generar una lógica frustración cuando la responsabilidad de todos, empezando por el Gobierno, pero siguiendo por todos los partidos y medios de comunicación, aconseja salir a defender el espacio de justicia y libertad que representa Europa y que encarna el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, no contribuir a quebrar la confianza de la ciudadanía en unas instituciones y valores que tanto nos han ayudado en la lucha contra el terrorismo. Por responsabilidad, pero también por justicia y honor a la verdad, resulta obligado contarle a la opinión pública que la aplicación retroactiva de la doctrina Parot sobre el cumplimiento de las penas difícilmente cabía ni en nuestro ordenamiento constitucional ni en el europeo y que, por tanto, lo previsible es que fuera anulada, como así ha sido, con una unanimidad prácticamente completa.

Una vez más, como viene siendo la norma en esta relación psicológicamente tan torturada que los españoles tenemos con Europa, hemos utilizado a Europa para tapar nuestros errores, evitar asumir nuestras responsabilidades y, finalmente, completar el círculo dejando que nos impongan desde fuera el cumplimiento de normas que hemos hecho nuestras. Todo ese trasiego alienta un europeísmo de usar y tirar y, sobre todo, oscurece un hecho fundamental: que no hay un “Europa” y un “nosotros” que existan separadamente.

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