Alerta amarilla en la base de Líbano
Los soldados españoles siguen su misión en el país ajenos a la tensión en Siria
La patrulla al mando del teniente Álvaro García Esteban de 32 años, inicia su recorrido en el sur del Líbano donde se despliega la Fuerza Interina de Naciones Unidas para Líbano (FINUL). En un área controlada por la milicia chií Hezbolá, la patrulla atraviesa los poblados locales adornados con banderas amarillas de la milicia y verdes de su aliado Amal. Pósteres enormes de Hassan Nasralá, líder de Hezbolá y cuya rama militar se incluye hoy en las listas de grupos terroristas de la Unión Europea, ondean junto a algún esporádico retrato de Bachar el Asad o del iraní Imam Jomeini. Estas compiten con el centenar de caras de jóvenes shuhada o mártires, muchos muertos en la lucha contra Israel y los más recientes fallecidos en Siria en defensa del régimen de El Asad.
El soldado y conductor Federico Sebastián Carluccio, originario de Argentina, echa a un lado del estrecho camino el LMV Lince para dejar paso a un convoy de coches adornados con flores en señal de boda. “En la academia aprendemos todo de manual, es muy teórico, pero esta misión nos da la experiencia de descubrir en la vida real si uno vale o no vale para esto”, comenta el soldado.
El termómetro de alerta de la base de Miguel de Cervantes en Marjaiun marca amarillo, sin tornar a rojo, en un mensaje de calma que las tropas españolas intentan transmitir ante el fluctuante repicar de los tambores de guerra contra Siria. La imagen de sus vecinos libaneses pegados a las radios y pantallas de televisión expectantes ante la fecha, lugar y alcance de un vaticinado ataque contra la vecina Siria contrastaban la noche del sábado con la normalidad con la que los cascos azules proseguían su rutina diaria entre el gimnasio y la cafetería en la base o entre patrullas y puntos de observación en el terreno.
Desde la ventanilla del copiloto, asoma el caso azul del teniente Esteban cuya patrulla se compone de dos vehículos y ocho hombres. Cuatro años atrás este madrileño pasó directamente de la academia al sur del Líbano como alférez en su primera misión. Hoy repite experiencia, al igual que el 50% de la Brigada Acorazada Guadarrama XII, pero más seguro y familiar con una población y costumbres antes desconocidas. “La situación ha cambiado y está más tranquila. En 2009 la muerte de nuestros compañeros —en alusión al atentado que mató a seis soldados españoles en 2007 cerca de la base Cervantes— estaba más fresca y había mayor desconfianza. Hoy las relaciones con la comunidad local han mejorado mucho facilitando nuestro trabajo”, apunta el teniente, mientras unos niños acompañan al trote a los vehículos reclamando un saludo de los soldados.
Pese a la mejora de las relaciones con la comunidad sureña libanesa, algunas localidades se han mostrado reacias después de que la UE clasificara la rama militar de Hezbolá como grupo terrorista. “En la localidad de Jiam —poblado chií cercano a la base y que cuenta con 4.000 habitantes— en tramos siempre acompañados de las Fuerzas Armadas Libanesas (FAL), a pesar de que aparecieron varias pancartas con mensajes como Todos somos Hezbolá o críticos con los europeos y con la decisión de la UE, las autoridades locales han mantenido el mismo trato fluido con nosotros”, asegura el comandante José Francisco Vaquero, Oficial de Información Pública de FINUL. Una fuente cercana a la alcaldía de Jiam asegura que en un inicio se pretendía boicotear los proyectos de cooperación realizados por las tropas europeas presentes en FINUL, “pero al final cobraron prioridad otros problemas y las cosas no llegaron a más” concluye.
“Esta es la zona más estable ahora mismo en Líbano”, repiten los uniformados desde el más alto cargo, el general Fernando López del Pozo, hasta el soldado raso. En comparación con los sangrientos atentados que han desestabilizado la capital y el norte del país el pasado mes, y de los enfrentamientos entre grupos prorebeldes sirios y Hezbolá en la frontera con Siria, el sur del Litani se antoja la región más estable del país de no ser por las amenazas de represalia que Hezbolá promete contra Israel en caso de un ataque a Siria. “El hecho de que los norteamericanos creen que la intervención militar se limitará dentro de las fronteras sirias es una ilusión: provocará reacciones mas allá de ese país”, declaraba ayer desde Irán —principal benefactor de Hezbolá— el comandante Mohamed Ali Jafarí.
Analistas políticos ven poco plausible ese escenario a día de hoy ante un ataque limitado liderado por Estados Unidos, pero que podría envolver a las tropas de la FINUL en una nueva y devastadora guerra como la vivida en julio de 2006. Fue precisamente la resolución 1701 la que puso fin a la guerra de 33 días de julio de ese año entre Hezbolá y el Ejército israelí dando pie a la entrada de las tropas españolas como fuerzas de intermediación. Desde 2012 se ha procedido a una reducción de las tropas españolas a la mitad —cuyo coste el año pasado ascendió a 175 millones de euros— concentrando las posiciones y aumentando la carga de trabajo de los soldados.
“Nuestro mayor desafío en el trabajo diario es lidiar con los numerosos casos de transgresiones de la línea azul y por lo tanto de la resolución. Generalmente son pastores, ovejas o ciudadanos que se cruzan al lado israelí en aquellos puntos donde la delimitación de la línea azul es más controvertida”, explica el teniente coronel José María Ortega, jefe del Batallón español. Una línea imaginaria que dificulta el trabajo de las patrullas como la del puesto de observación de Wazani. La línea azul cruza ficticiamente el medio de un arroyo del río Wazani, dividiendo la parte Este israelí de la Oeste libanesa. “El problema es que el cauce del río varía de verano a invierno y con él la posición de la línea azul”, aclara el capitán Luis Tamayo. A orillas del lado libanés del río, un resort de lujo se ha establecido con vistas a la Siria ocupada por Israel. “Los bañistas que en ocasiones nadan al otro lado del río están transgrediendo la línea, y generalmente nuestros compañeros de las FAL se encargan de llamarles la atención. Pero un incidente tan simple si no es resuelto en el momento puede derrapar en un conflicto mayor”, añade el capitán.
Desde este puesto de observación se avista el punto donde confluyen las fronteras de Siria, Líbano e Israel. Detrás de la posición española se divisa un cartel gigante de cara a territorio israelí que muestra a varios uniformados armados avanzando hacia la mezquita Al Quds de Jerusalén. A la derecha del cartel ondean tres banderas: la de Hezbolá, la palestina y la libanesa. En letras enormes un mensaje en árabe: “Estamos llegando”. Por si pudiera dar pie a confusión, se acompaña de la traducción en hebreo.
Como parte de una estrategia preventiva, los hombres de Hezbolá han apostado controles nocturnos en las ciudades al norte del río Litani y a escasos metros de los de las FAL para evitar la entrada de vehículos sospechosos. Al sur del río, el anunciado refuerzo de combatientes de Hezbolá ante un posible ataque contra Israel se hace de forma discreta y a espaldas de los cascos azules. “No hemos visto movimiento de armas a pesar de que la prensa local apunta por ahí. Que pueden hacerlo sin que se les veamos, por supuesto. Pero si vemos que alguien circula con armas, nuestra labor es pararle. No abrimos los capós de lo coches para buscar armas, eso es tarea de las FAL, quienes son responsables de la seguridad del territorio”, puntualiza el general de Brigada y Jefe del Sector Este de la FINUL el general López del Pozo.
Conforme se diluye en el debate de la legalidad internacional la retórica de un ataque de gran envergadura contra Siria, muchos hogares en el sur del Líbano afines a Hezbolá se distendían el sábado noche después de que se pospusiera la decisión de un ataque al 9 de setiembre, festejando lo que consideran una “victoria” sobre Estados Unidos al tiempo que se mofaban en una competición de bromas sobre la vacilante actitud del presidente Obama.
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