“Un representante de Buda en la tierra”
El maestro ‘shaolín’ detenido padecía desde hace dos años un tumor cerebral y afirmaba ser licenciado en Humanidades, Antropología y Derecho
“Un representante de Buda en la tierra”. Así se presentaba Juan Carlos Aguilar Gómez, el torturador de una prostituta de 47 años y presunto asesino de otra mujer, ante los alumnos que frecuentaban su coqueto gimnasio bilbaíno, todo un templo budista asiático. Había conseguido, en régimen de traspaso, el local de 250 metros seis años atrás por unos 30.000 euros, y aunque el traspaso entre su antiguo dueño, Víctor Manuel, y su cliente no tuvo nada de extraordinario, sí que despertó cierto recelo en el veterano gerente. “Yo, acostumbrado a las técnicas tradicionales, y él, un devoto de las artes marciales chinas, no teníamos mucho en común, pero el trato siempre fue cordial. Eso no quiere decir que sus métodos y sus ideas me gustaran, aunque de ahí a hacer lo que ha hecho, hay un paso”, precisa.
El estupor es aún mayor entre las personas que trataron en el gimnasio con el profesor detenido. E., una bilbaína de 32 años que tomó clases de kung-fu durante cuatro años en el otro centro que el presunto homicida regenta también en la capital vizcaína, comenta que era una persona con “una mirada penetrante que intimidaba mucho”. Recuerda su personalidad mística, casi espiritual —daba sus clases con una de las típicas vestimentas budistas de color naranja, que también utilizaba, según vecinos de la zona, para salir a la calle—, que rozaba, según esta exalumna, cierta obsesión hacia lo zen. “Estaba totalmente grillado, pero no esperaba que pudiera hacer algo así, sobre todo siendo tan espiritual. Estoy en shock”, comentaba.
Aguilar era un gurú del arte marcial que dominaba —llegó a ser tres veces campeón del mundo y ocho de España de kung-fu y fue el primer occidental en ser considerado “maestro shaolin”—, recibía a alumnos de toda la Península y del extranjero en su céntrico gimnasio, donde enseñaba kung-fu, tai chi, yoga y técnicas de meditación. Incluso impartía clases de defensa personal a miembros de los cuerpos de seguridad. Según indican algunos vecinos, “varios ertzainas” también habían recibido clases del presunto homicida. Su condición de maestro le llevó a televisión y su popularidad fue creciendo gracias a las entrevistas que Eduard Punset, Javier Sardá y Pepe Navarro le hicieron en sus programas.
Los vecinos del número 47 de la céntrica calle de Máximo Aguirre, perpendicular a la Gran Vía bilbaína, se sorprendían de que ese edificio albergara en sus bajos un local que era considerado por muchos de sus admiradores un verdadero templo en el que se rendía tributo al budismo. “Lo cambió todo cuando dejé en sus manos el local. Un enorme Buda presidía el gimnasio, y la decoración tenía claras referencias a China”, cuenta Víctor Manuel.
Nadie vio nada que levantara sospechas. “Era un tipo normal de cara al exterior, no llamaba la atención, solía entrar y salir a horas normales”, cuenta el portero del edificio situado enfrente del gimnasio. Puertas adentro, tenía sus devotos. Begoña Cárcamo se declara seguidora de Juan Carlos, quien le dio clases durante 10 años. Lo califica como “un ser extraordinario, de otra categoría. Era tan simpático y buena persona que parece imposible que haya hecho algo así”. Lo dice una persona que, tras dejar de frecuentar su gimnasio, continuó manteniendo el contacto con el presunto homicida. “Solía acudir a sus cumpleaños. Tiene dos hijos a los que he visto crecer. Era una persona encantadora, un artista increíble en lo suyo”.
Pero, cuenta Begoña, “desde hace una temporada lo veía más serio, muy preocupado e introvertido”. El tumor cerebral que sufre desde hace dos años “cambió su actitud, se mostraba más distante”, dice.
Elsa, madre de un menor alumno del centro, declaró: “Hacía tiempo que no daba clases. Se encontraba muy débil porque estaba enfermo, pero alguna que otra vez mi hijo, que lleva un par de años dando clases de kung-fu en el centro, me había comentado que era una especie de iluminado”.
Aguilar, natural de Bilbao, estudió en el instituto Txurdinaga. Su exesposa, que es médico en una clínica privada, ha comentado que era un buen hombre pero que resultaba imposible convivir con él por ser muy espiritual. Tiene dos hijos adolescentes.
Era una persona culta. Además de sus amplias estancias en China y sus viajes por medio mundo para mejorar sus técnicas de relajación y artes marciales, en su Facebook personal aseguraba ser licenciado en Humanidades, Antropología y Derecho por la Universidad de Deusto y por la UPV. Y se definía en su perfil como una persona “extraordinaria” que buscaba en el budismo y en las artes marciales “la liberación, el entendimiento y la iluminación”.
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