Garzón: “La animadversión degeneró en un juicio al juez”
Acusa al tribunal de “refugiarse en tecnicismos legales” para frustrar su investigación
Quince meses después de su inhabilitación, el exjuez Baltasar Garzón ataca al Tribunal Supremo, cuya “animadversión” hacia él, asegura, “degeneró en un juicio contra el juez”. Lo hace desde el prólogo de un libro, Valientes (Aguilar), de la periodista de este diario Natalia Junquera, en el que defiende su intento de investigar los crímenes del franquismo y rememora los días de banquillo que le costó. “Experimenté múltiples sensaciones”, recuerda. “Pero de todas ellas, y poniendo por delante que mi actuación procesal no solo fue perfectamente legal, sino necesaria frente a la clara impunidad sobre aquellos crímenes, me queda la satisfacción íntima de haber oído los testimonios de las víctimas que, gracias a la petición de mi defensa, toda la sociedad pudo escuchar, para vergüenza de una justicia silente, en la sede del Tribunal Supremo. Algunos se retorcieron ante la contundencia del dolor de quienes no han sido reparados; otros estaban indignados ante tamaño desafío a las esencias franquistas, pero los millones de personas de buena fe, entre las que me cuento, lloramos internamente porque, a muy pequeña escala, contribuimos a que, por lo menos en ese momento, no existiera olvido ni impunidad”.
Garzón se refiere a los hijos y nietos de fusilados que, a petición de su abogado, acudieron aquellos días del juicio al Tribunal Supremo para explicar por qué habían acudido a la justicia. “La dureza de los testimonios y la fuerza de las voces inquebrantables pero serenas de las víctimas llenaron y continuarán llenando por siempre las paredes de un tribunal que no ha sabido protegerlas”, denuncia el juez.
El magistrado, que fue finalmente absuelto por esta causa pero condenado a 11 años de inhabilitación por las escuchas a la trama Gürtel, acusa a la cúpula del Tribunal Supremo de “refugiarse en tecnicismos legales totalmente rebatibles” para impedir “la auténtica y verdadera reconciliación en España”. “No solo el ejemplo de la experiencia de otros países sino el propio sentido común indica que la reconciliación de un país tras acontecimientos como los que vivió España no puede estar basada en el olvido. Cada vez que se ha intentado, la experiencia ha sido negativa. Se tiene que impartir justicia y establecer la verdad de lo que ocurrió, ya no solo por la obligación que se tiene respecto a las víctimas, sino por la propia memoria histórica del país”.
“La indiferencia más cobarde”
“Es evidente”, asegura Garzón, “que a pesar de lo que puedan decir muchos desde la indiferencia más cobarde, la investigación de lo ocurrido durante esos años no abre heridas, sino que precisamente contribuye a cerrarlas. Las heridas siempre han estado abiertas y quienes las infirieron nunca han deseado que se cierren y siempre han negado toda posibilidad de una reparación auténtica e integral desde el Estado; y a tal inaceptable situación han contribuido resoluciones judiciales como la de la sala segunda del Tribunal Supremo por las que se prohíbe toda investigación de los crímenes franquistas”.
El juez no solo critica al Supremo. “Que tras el horror de la guerra que sufrió España por la acción ilegal encabezada por el general Franco y la impunidad más rampante durante toda la dictadura se impusiera el olvido oficial en la Transición y en la democracia, con la sola atenuante de la ley de memoria histórica (iniciativa absolutamente insuficiente); que no se haya permitido hacer justicia a las aproximadamente 150.000 víctimas, ajenas al conflicto armado, no tiene justificación de ningún tipo”. “Ningún esfuerzo se ha hecho por construir una memoria de las víctimas. Ningún gobierno se ha preocupado por recopilar documentos. Ningún monumento existe a la memoria de las víctimas mientras tenemos que seguir sufriendo el escarnio del Valle de los Caídos. Ningún programa ha buscado la creación de una comisión de la verdad. Solo el esfuerzo de las víctimas sigue siendo visible para vergüenza de unas instituciones que, a día de hoy, y salvo en algunas comunidades autónomas y municipios, no han sabido dar una respuesta integral y a nivel general a las víctimas, ni desde la legalidad ni desde la moral que deben vertebrar ese mismo Estado”, afirma en el prólogo del libro.
Valientes, que Garzón presenta este martes a las ocho de la tarde en el Círculo de Bellas Artes, recoge las historias de un centenar de víctimas del franquismo: de los que fueron fusilados y arrojados a fosas comunes, pozos y cunetas, y de los que les sobrevivieron, las viudas y huérfanos que ni siquiera pudieron celebrar un funeral por ellos o enterrarlos en un cementerio. El libro recupera también testimonios de supervivientes de cárceles de exterminio, donde se enviaba a los presos a morir de hambre y de frío, así como las últimas cartas que algunos condenados a muerte escribieron a sus familias antes de ser ejecutados. E incluye el retrato de una veintena de hombres y mujeres irrepetibles, como una mujer que se acostumbró a vivir con una pastilla de cianuro en el bolsillo para suicidarse antes de que la obligaran a hablar, un japonés que cruzó el mundo para ayudar a desenterrar una historia con la que nada tenía que ver o un hombre que vivió 68 años con una bala pegada al corazón.
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