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Ziani, un pequeño James Bond musulmán en Cataluña

El CNI no reprocha al 'espía' marroquí su apuesta por el soberanismo sino sus lazos con los cabecillas del salafismo

Noureddin Ziani.
Noureddin Ziani.oriol duran

A escala catalana Nureddin Ziani era una especie de James Bond musulmán. El Centro Nacional de Inteligencia (CNI) y la Brigada Provincial de Información de Barcelona de la policía describen a este marroquí, que emigró a Cataluña en 1999, como un superespía de la Dirección General de Estudios y Documentación (DGED), el servicio secreto de Marruecos que más presencia tiene en el extranjero.

El retrato de Ziani, natural de Oujda, de 45 años, que cursó la carrera en Bruselas, aparece en el texto del procedimiento de expulsión que se le entregó el 3 de mayo en una comisaría de Barcelona y al que ha tenido acceso este periódico. El trámite se inició tras la “denuncia” formulada contra él por el director del CNI, el general Félix Sanz-Roldán. La subdelegación del Gobierno en Barcelona puede expulsarse a partir del martes y poner así fin a una estancia legal de 14 años España.

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La orden de expulsión apenas menciona sus vínculos con el nacionalismo catalán. Ziani desempeña un cargo en la Fundació Nous Catalans, de Convergència Democràtica de Catalunya (CDC), y dirige una asociación islámica (UCCIC) cuya sede ha trasladado al edificio de la fundación. Ha predicado el soberanismo entre los inmigrantes, sobre todo los musulmanes y a veces en esas mezquitas que el Departamento de Interior de la Generalitat dijo querer despolitizar.

Así, según el CNI, la nueva vida de Ziani desde marzo de 2012 a la que no tiene nada que reprochar. Antes hubo otra en la que fue “un colaborador muy relevante” de la DGED hasta el punto de poner “en riesgo la seguridad del Estado” español. Era tan importante que, a veces, recibía “mandatos expresos” directos, saltándose la jerarquía, de la cúpula del servicio que dirige Yassin Mansouri desde Rabat.

Ziani "manipulaba las voluntades de los representantes musulmanes en Cataluña"

Ziani no trabajaba gratis. Percibía “las correspondientes contraprestaciones económicas” de la DGED además de otras “inyecciones económicas del servicio extranjero”. Gracias a ellas “manipulaba las voluntades de los representantes musulmanes en Cataluña”. Había tejido “una red de colaboradores y confidentes distribuidos por las cuatro provincias catalanas (…)”.

Recurrió a ellos para organizar “concentraciones de apoyo al régimen” marroquí” y contrarias a sus enemigos, Argelia y el Frente Polisario. Los envió incluso hasta Granada, en marzo de 2010, coincidiendo con la primera cumbre entre la Unión Europea y Marruecos. Allí se manifestaron cientos de marroquíes, algunos pagados por Ziani, para contrarrestar los cortejos solidarios con el independentismo saharaui.

Más grave aún son, a ojos del CNI, los lazos de Ziani con el salafismo, una “ideología extremista religiosa”. Los trabó sobre todo con el imán radical, Abdelhamid Ain el Hayat, en Reus, y con Mohamed Atlaouil, de Girona, apoyando y financiando “sus proyectos de construcción de lugares de culto y mezquitas”. Con El Hayat mantuvo incluso contactos cuando estaba a sueldo Convergència. Favoreció así “la expansión de las tesis radicales” en España.

Aquí hay algo que no cuadra. La DGED, el servicio para el que supuestamente trabajaba Ziani, lucha contra los extremistas. ¿Hacía Ziani pachas con los salafistas a espaldas de la inteligencia marroquí? ¿Tenía orden de infiltrarles y por eso se relacionaba con ellos y hasta les financiaba? El CNI no explica estas aparentes contradicciones.

En la comunidad musulmana de Barcelona Ziani fue considerado durante años como un personaje muy afín al Consulado de Marruecos cuya pequeña asociación islámica caritativa recibía generosas subvenciones del Estado marroquí. Se distanció de él cuando CDC le fichó y apostó por la independencia de Cataluña, algo que no agrada a Rabat porque puede servir de ejemplo para el Sáhara.

A partir del lunes se verá si Ziani se ve finalmente obligado a abandonar España, pero la mera divulgación de la orden de expulsión por la Fundació Nous Catalans, el sábado, preocupa a numerosos cabecillas de la comunidad marroquí que alguna que otra vez han informado a la DGED de cosas que ocurrían en su entorno y hasta han cobrado por ello. Muchos se sienten amenazados.

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