La corrupción política en cuatro voces
Varios expertos analizan las causas y las posibles soluciones del que ya es el segundo problema de los españoles
“Una bomba de racimo”. “Un veneno que se expande”. “El comportamiento que mancilla la democracia”. De este modo definieron la corrupción política algunos de los congregados la tarde de este lunes para debatir en el Círculo de Bellas Artes de Madrid sobre la que es ya la segunda preocupación de los españoles, según el último barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), por encima incluso de la sanidad o los denominados “problemas de índole económica”.
Alrededor de un centenar de personas escuchó durante dos horas a cuatro catedráticos de Economía, Ciencia Política, Filosofía Moral y Derecho que esbozaron, bajo la moderación del periodista Iñaki Gabilondo y el telón de fondo de los recientes escándalos políticos, algunas de las causas y soluciones de la corrupción. Cada profesor, miembros todos del Círculo Cívico de Opinión —un think tank que se declara “abierto, plural e independiente”—, puso el acento en un aspecto, todos a la postre complementarios.
Así, mientras la exsenadora socialista y catedrática de Filosofía Moral Victoria Camps incidió en la importancia del “comportamiento personal” como causa última de la corrupción, el jurista miembro de la Real Academia Española Santiago Muñoz Machado denunció las consecuencias negativas del abuso de las técnicas regulatorias en el funcionamiento de la democracia. “En España hace falta una autorización administrativa para cualquier cosa. Eso aumenta el poder discrecional de las administraciones tanto en el fondo como en el tiempo que se emplea para resolver cada caso. Y cuando un poder público adopta una resolución debe al menos motivarla, lo que aquí no ocurre en muchas ocasiones, por lo que no podrá fiscalizarse”, argumentó Muñoz Machado
El economista José María Serrano Sanz expresó su preocupación por el “serio problema” que supone la corrupción en la vida económica. En medio de la segunda recesión en cinco años, con una tasa de paro del 26% y el mayor déficit público de la Eurozona (10,6% según las últimas estadísticas europeas), Serrano Sanz cree que la corrupción política ha creado en España una clase parásita que se beneficia de un sistema no productivo. Esto desemboca en un aumento de la desconfianza entre los agentes del mercado y obstaculiza la política económica al deslegitimar a los dirigentes para pedir “sacrificios necesarios en tiempos de crisis”.
Todos los ponentes coincidieron en señalar la ruptura de la confianza entre los representantes democráticos y los electores como uno de los problemas más severos del sistema actual. El politólogo Fernando Vallespín, catedrático en la Universidad Autónoma de Madrid, aseguró que la corrupción genera “desafección, nihilismo político y abandono de los partidos como canal de deliberación”. E incidió además en la responsabilidad ciudadana. “La corrupción no es cíclica. Ocurre sistemáticamente desde el comienzo de la democracia y nunca ha dejado de crecer. Pero en época de bonanza nos ha dado igual. La diferencia entre la nuestra y otras culturas más cívicas es que aquí se conjuga mal el verbo responsabilizarse. Hay una cultura católica de quitarse la culpa”, esgrimió el también columnista de EL PAÍS.
La profesora Camps abundó en la idea de compromiso personal. “Cuando hay corrupción existe la complicidad del grupo político y también la de toda la sociedad. Se dio por supuesto que solo con cambiar de régimen había cosas que iban a cambiar, pero no es verdad. La corrupción es intrínseca a una dictadura pero, y pese a que la democracia tiene más mecanismos para prevenirla, cuando hay instituciones que no funcionan —como el sistema de financiación de los partidos o la lentitud del sistema judicial—, estas pueden incentivarla” apuntó.
¿Y cómo se hace para regenerar la democracia?, planteó Iñaki Gabilondo. El administrativista Muñoz Machado manifestó que España “no necesita una legislación nueva en materia de corrupción [así lo planteó el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy (PP), durante el último debate sobre el estado de la nación], sino aplicar la actual”. Los cambios deben empezar “por lo más alto”, esto es, por la Constitución. “El problema de la Constitución es que nadie le hace ni caso. Hace falta darse unas nuevas reglas de juego. Han pasado más de 33 años, que es una generación, desde que se aprobó y hay que legitimarla de nuevo. Una reforma seria, no ponerla patas arriba. Pero, claro, los partidos políticos no están de acuerdo…”, destacó el catedrático.
El politólogo Vallespín abogó por la “apertura democrática y renovación de liderazgo” en los partidos políticos. Sin embargo, esta renovación peligra, según el economista Serrano Sanz, porque no existe “una clase política de reserva” como sí apareció en otros momentos de la historia política española. La profesora Camps señaló, como antes hicieron otros intervinientes, la tarea de denuncia de la corrupción y reconocimiento “del buen político” que debe hacer la prensa y presentó “la conciencia cívica” como el mejor motor de cambio.
Cuando casi concluía el debate, una duda amarga, que tampoco sería más tarde solventada, recorrió la sala. El moderador Iñaki Gabilondo rescató algunas de las observaciones de los ponentes, que sostenían que el rechazo a la corrupción ha emergido como consecuencia de la crisis económica, y reflexionó: “¿Ha cambiado realmente la sociedad o pagaríamos de nuevo corrupción a cambio de prosperidad?”.
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