Un presidente obligado a recordar
Feijóo prepara una versión de su relación con Dorado que será clave para su futuro
Hubo un tiempo en el que Alberto Núñez Feijóo tenía claro que sus años de vacaciones con un millonario contrabandista serían el punto final a su carrera política, en caso de que salieran a la luz. Fue en 2003, siendo consejero de Obras Públicas de Manuel Fraga en una Galicia que aún luchaba por sacar la cabeza del chapapote del Prestige. Entonces, el ahora presidente de la Xunta puso su carta de dimisión sobre la mesa del fundador del PP porque unas fotos halladas en el registro policial de la mansión de Marcial Dorado habían destapado su secreta amistad con un hombre recién detenido por narcotráfico. Fraga no aceptó la renuncia y permitió al que luego sería su sucesor mantener el secreto bajo tierra.
Ahora que, 10 años después, ese pasado ha sido exhumado por otras imágenes publicadas por EL PAÍS, Feijóo se afana en convencer a la opinión pública de que aquella relación con un delincuente no pesa tanto como para obligarle a abortar su potente vuelo político, justo en el momento en que estaba en su punto más alto, con una mayoría absoluta revalidada en Galicia y un puesto en la pole position para relevar a Mariano Rajoy. El miércoles afronta una comparecencia en el Parlamento gallego, en la que tendrá que hilar los confusos e inconexos retazos de su amistad con Dorado que él y otras personas relacionadas con el narco han ido destapando con el paso de los días.
Como contrapunto al estilo de Rajoy, Feijóo optó por ponerse a tiro de las preguntas de periodistas y tertulianos en el primer momento en que se conoció su vieja amistad de ocio con Dorado. Pero lo hizo con una memoria frágil, inconcreta en fechas y lugares, como si aquel episodio de su vida, que le llevó a presentar la dimisión en 2003, no le hubiera dejado huella.
La primera confusión de Feijóo se produjo en las montañas. El mandatario popular admitió en un primer momento que en los noventa viajó con Dorado a Andorra, el lugar al que solían acudir los activos contrabandistas gallegos para lavar las ingentes cantidades de dinero que ingresaban con el tráfico ilegal de tabaco. Sin embargo, poco después reculó. En su memoria, alegó, pervivía un paraje con nieve que él pensó que era el principado del Pirineo y que, sin embargo, tras consultar con otras personas allí presentes, eran en realidad los Picos de Europa, ubicados a 800 kilómetros de distancia. Feijóo no ha concretado todavía cuántos viajes hizo con el contrabandista, con qué destinos y quién los pagó, teniendo en cuenta que él era entonces el número dos de la Consejería de Sanidad que dirigía el actual presidente del Consejo de Estado, José Manuel Romay Beccaría.
Las fechas que acotan su relación con Dorado también están entre brumas. Primero dijo que en 1995, cuando lo conoció, ignoraba que el acaudalado hombre con el que se iba de vacaciones era un célebre contrabandista de la ría de Arousa que había sido detenido dos veces por contrabando; entre 1997 y 1998, al enterarse por la prensa de que estaba bajo investigación judicial, cortó la relación. Después tuvo que admitir que siguió hablando con él por teléfono al menos hasta una fecha indeterminada entre 2001 y 2003, ya que el juez que encarceló a Dorado por narcotráfico desveló que había pinchazos policiales de la época que así lo acreditaban.
Feijóo tampoco ha dejado claro cuál creía que era la profesión y el origen de la fortuna de aquel millonario que le invitaba a sus mansiones y yates. Y por qué, si no sospechaba de ninguna actividad ilícita, le preguntó a Manuel Cruz, el chófer de consejeros de la Xunta que los presentó, si era testaferro de Marcial Dorado, como reconoció en la rueda de prensa que dio el pasado lunes. Desde el pasado miércoles, Feijóo ha optado por no abundar en sus explicaciones. Él y su equipo preparan en silencio una reconstrucción del pasado que será clave para su futuro político.
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