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La dirección del PP se indigna con la “deslealtad sin límites” de Aguirre

La cúpula considera que aprovecha en su favor cualquier debilidad del partido Varios dirigentes creen que su actitud en el pasado no le permite dar lecciones

Cospedal, Rajoy, Núñez Feijóo, Javier Arenas, Pío García-Escudero y otros dirigentes en el comité ejecutivo nacional del PP en Santiago de Compostela, en octubre de 2011.
Cospedal, Rajoy, Núñez Feijóo, Javier Arenas, Pío García-Escudero y otros dirigentes en el comité ejecutivo nacional del PP en Santiago de Compostela, en octubre de 2011.ANXO IGLESIAS

En septiembre de 2012, cuando Esperanza Aguirre anunció que abandonaba la política, hubo una convulsión en el PP. Pero los marianistas, después del impacto inicial, respiraron algo más tranquilos: entendieron que desaparecía de escena el principal rival político interno de Mariano Rajoy en los últimos años. Menos de cinco meses después, Aguirre vuelve a ser un problema para el marianismo , que ayer, en conversaciones privadas cruzadas entre distintos miembros de la dirección nacional y del Gobierno, según coinciden diversas fuentes consultadas, repitió una palabra: “¡Basta!”. Y a la delicadísima situación política creada por el escándalo del caso Bárcenas, se une ahora una importante batalla interna en la que Rajoy de momento no ha entrado, concentrado como está en la cumbre de la UE en Bruselas.

La dirección nacional, compuesta prácticamente en su totalidad por marianistas fieles al presidente, empezó a movilizarse tras leer la información de EL PAÍS en la que se daba cuenta de la tensa reunión del Comité de Dirección del PP de Madrid en el que Aguirre se enfrentó con la alcaldesa, Ana Botella, dijo que ella habría hecho dimitir a la ministra de Sanidad, Ana Mato, por el caso Gürtel, y criticó la gestión del caso Bárcenas que está realizando María Dolores de Cospedal, la secretaria general.

De la sorpresa inicial se pasó a la indignación. Varios dirigentes consultados ayer insisten en que en la cúpula se ha instalado la idea de que la “deslealtad sin límites” de Aguirre, que ellos ven en varios gestos cada vez que Rajoy o el PP sufren un momento de debilidad, es inaceptable. Sin embargo, y pese a que este enfado ha llegado ya a los principales despachos de la dirección nacional, de momento no parece que se vayan a tomar medidas drásticas contra ella. “No se puede abrir un expediente disciplinario por algo que se ha dicho en una reunión interna y que no consta oficialmente, no es una declaración en prensa. La indignación es total, pero no es el momento para abrir una batalla por la presidencia del PP de Madrid”, explica un dirigente.

De Aguirre, a los marianistas, les molesta ya casi todo. Pero lo que les tiene especialmente indignados es que ella trate de venderse como la imagen de la regeneración de la política cuando tiene en su historial bastantes muestras de todo lo contrario.

En privado las palabras que se escuchan son muy duras. En público, aún con más cautela, el mensaje también es claro. El martes, antes de que Aguirre la criticara en el Comité de Dirección del PP de Madrid, Cospedal ya le mandó un recado desde Toledo. “Estas personas han ejercido responsabilidades políticas y públicas muy importante”, dijo al ser preguntada por las palabras de Aguirre y José María Aznar sobre la regeneración “y estarán de acuerdo conmigo en que también eran momentos de hablar [de regeneración] cuando ellos estaban en responsabilidades institucionales”, remató. El golpe era muy evidente y el mensaje claro: nadie puede dar lecciones.

Ayer se escuchó otro mensaje clarísimo contra Aguirre de otro presidente autonómico con mucho peso político y que siempre figura en los escenarios de futuro del PP si Rajoy cayera: Alberto Núñez Feijóo. “El referente de la regeneración democrática es Mariano Rajoy”, afirmó con contundencia cuando los periodistas le preguntaron por las palabras de Aguirre, informa Xosé Hermida. “No considero que pueda haber un presidente que crea más en la regeneración que él”, remató. Feijóo lanzó un último mensaje contra la presidenta del PP de Madrid, sobre su propuesta de hacer listas electorales abiertas: “Se puede discutir, pero a veces quien defiende eso no lo practica”. En el PP es muy conocido el control férreo que Aguirre e Ignacio González, su sucesor, establecen sobre las listas electorales, de las que cae rápidamente cualquiera que no muestre absoluta lealtad.

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La cúpula del PP está tan harta que ya incluso ha decidido lanzar artillería contra Aguirre y recordarle que en Madrid estaba el epicentro de Gürtel, controlado por una persona de su absoluta confianza como Alberto López Viejo, que llegó a ser consejero de Deportes, pero sobre todo era el hombre que organizaba todos los actos de la presidenta, contratados siempre con la red.

“Esperanza ha sobrepasado todos los límites de la insolidaridad interna. Siempre que el PP nacional atraviesa un problema aparece ella, empeora el problema y enrarece el ambiente”, resume un miembro de la cúpula.

Entre ellos hubo ayer varias conversaciones. Varios comentaban que Aguirre, que ahora quiere hablar de regeneración, tuvo una actitud bien diferente cuando estalló lo que ella misma llama el origen del caso Gürtel. Fue en 2005. El alcalde de Majadahonda, Guillermo Ortega, se enfrentó con ella por las recalificaciones de unos terrenos. Aguirre sostiene que cortó por lo sano en cuanto se enteró de que detrás de la operación había rastros de corrupción y forzó la dimisión de Ortega. Pero lo cierto, recuerdan ahora los dirigentes nacionales del PP, es que ella no denunció el caso ante la justicia y recolocó a Ortega como director del Mercado Puerta de Toledo, un puesto de designación política con un sueldo importante. Y allí lo mantuvo hasta que en 2009 estalló el escándalo Gürtel.

También están molestos porque Aguirre es ahora la que pide con más vehemencia que Rajoy y el PP se querellen contra Bárcenas. Pero ella no lo hizo contra López Viejo, recuerdan, a pesar de que según sus propias declaraciones había traicionado su confianza. Los aguirristas, por el contrario, recuerdan que le destituyó sin contemplaciones, mucho antes de que Rajoy cortara ninguna cabeza en la calle Génova. También hay otros casos que le afectan, como el del espionaje, en el que la presidenta nunca cortó cabezas y mantuvo a todos los implicados en sus puestos.

El trasfondo del asunto es puramente político. Algunos marianistas han tratado de convencer a Rajoy varias veces para que dé la batalla para intentar recuperar el control de Madrid, la única comunidad que se le escapa. Algunos atribuyen incluso la virulencia de Aguirre contra Mato al hecho de que la ministra de Sanidad era, hasta que el escándalo Gürtel hundió de nuevo su imagen, una de las candidatas naturales a presidir el PP de Madrid y a otros puestos en esa comunidad.

La batalla de fondo es por el control del PP madrileño. Aguirre en un principio tenía pensado dejar su presidencia tras abandonar el Gobierno, y así se lo contó a la cúpula. Pero comprobó que los marianistas no iban a aceptar a Ignacio González como presidente y buscarían ese control. Entonces decidió quedarse para que el aguirrismo no perdiera ese feudo. Ahora esta guerra larvada vuelve al primer plano. Los dirigentes nacionales esperan una orden de Rajoy para actuar con contundencia. De momento no llega, pero todos tienen una cosa clara: el vaso está ya muy lleno.

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