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Tribuna
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Cambio de Gobierno y de oposición

Se impone reconstruir las instituciones dañadas por el bloqueo suicida al que han estado sometidas

Las apuestas cruzadas sobre el pronóstico de un severo castigo electoral al Partido Popular en Galicia añadían una proyección negativa, de efectos arrasadores, sobre su líder nacional y presidente del Gobierno, Mariano Rajoy. Así que, en sentido contrario, los resultados, que amplían la mayoría de Alberto Núñez Feijóo, tendrán un reflejo positivo para los colores del marianismo en España y fortalecerán también la consideración política de Rajoy entre sus colegas de la Unión Europea. En cuanto al País Vasco, los populares piensan haber minimizado daños y se consuelan de modo insensato con las mayores pérdidas del PSE-PSOE. En todo caso, la crecida de los nacionalismos vascos y gallegos y el eclipse parcial del socialismo en ambas comunidades plantea problemas de interlocución al Gobierno, como enseguida se verá.

Habría que cambiar el estribillo de la necesidad de buscar una salida sobre la base de un acuerdo entre los dos grandes partidos, si uno de ellos dejara de ser grande. Porque si el PSOE caminara hacia la irrelevancia, estaríamos en un escenario distinto. Es erróneo deducir de aquí que la izquierda haya sido declarada a extinguir. Sería mucho más exacto advertir que estaría en trance de adoptar nuevas formulaciones y de acampar extramuros del sistema. Lo cual plantearía una grave cuestión, cargada de consecuencias para su legitimidad y pervivencia. El señor secretario general del Partido Socialista Obrero Español, Alfredo Pérez Rubalcaba, sabe que la prueba de anoche en las urnas del País Vasco y Galicia indica un eclipse parcial, con pérdida del favor de los electores. En Euskadi ha quedado probada, una vez más, la ingratitud que caracteriza a la política, sin reconocimiento alguno al lehendakari socialista, Patxi López, por el final de la violencia. En Galicia, la ampliación de la mayoría pepera de escaños, por cuenta del presidente Feijóo, viene acompañada de una crecida de los nacionalistas.

El PSOE aparece disminuido entre la espada de la responsabilidad, de la oposición útil, y la demagogia del populismo sin coste alguno en sus dos versiones. De modo que quienes pensaban que habría un cambio de Gobierno pueden encontrarse con la sorpresa de que haya un cambio de oposición. Bien porque Rubalcaba cambie de actitud y pase de dar ejemplo a dar leña, o bien porque alguien le madrugue el liderazgo y pase a sustituirle sin rémoras ni contemplaciones derivadas de pasados gubernamentales zapateriles. Como dijo Groucho Marx, estos son mis principios, pero si no gustan tengo otros. En el lado del Gobierno, si hubiera habido debacle con pérdida de la Xunta de Galicia, habría propiciado un clamor de cambios en el Gabinete y un aliento a los aguirristas y otras facciones concordes en su propósito de relevar al propio Mariano Rajoy. Las urnas, por el contrario, le han dado un oxígeno vital. Queda por ver cómo va a utilizarlo.

Bastaría que superara la barrera del sonido que le impide la percepción acústica en La Moncloa para que se apresurara a introducir cambios en su equipo ministerial. En primer lugar, con el nombramiento de un vicepresidente económico, como exigen los socios europeos, los empresarios, los banqueros, los sindicatos, los medios de comunicación y la ciudadanía desorientada con el actual desconcierto formado por los titulares de Hacienda, Economía, Industria, Fomento y demás. Aquella respuesta de Soraya Sáenz de Santamaría, el 23 de diciembre pasado, al hacerse pública la composición del Gabinete, sobre quién asumiría la coordinación económica, ha resultado impracticable, porque ni el presidente Rajoy alcanza a presidir con asiduidad la Comisión Delegada ni aunque lo hiciera sería suficiente para establecer la unidad de mando.

Va a cumplirse un año de la investidura y las líneas de desgaste exigen rectificaciones inaplazables. Sería mejor hacerlas antes incluso de las elecciones de Cataluña del 25 de noviembre. Pero, además de nuevas caras en el entorno ministerial, es preciso un cambio de actitud, una nueva dialéctica parlamentaria. Porque de la destrucción sistemática del adversario es imposible obtener ya ventajas adicionales, una vez que los desafíos comunes cobran dimensiones pavorosas. Se impone como tarea prioritaria la reconstrucción de las instituciones dañadas por el bloqueo suicida al que han estado sometidas. España necesita ser liberada del vértigo de la desesperanza y del pesimismo que invade y paraliza a todos. Repetimos que la razón no puede prosperar sin esperanza. El silencio que comentaba Iñaki Gabilondo puede transmutarse en estruendo ininteligible. Cuidado con la España sin pulso de Silvela si cundiera la sensación de que están cerradas todas las salidas. Atentos.

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