Mucho más que una vida política
Somos muchos los que hoy hemos perdido a un amigo. Porque, de Gregorio Peces-Barba, lo más significativo es el valor que en todo momento supo dar a la amistad, incluso desde la discrepancia que a veces en su vocación intelectual y académica le encantaba provocar.
Conocí a Gregorio Peces-Barba hace muchos y muchos años; antes del proceso de Transición iniciamos una relación basada en nuestra condición de abogados que frecuentemente coincidíamos en defensas ante el Tribunal de Orden Público o consejos de guerra. Fino jurista, tenaz y persistente en su argumentación, llegaba a influir en magistrados y tribunales poco sensibles a sus planteamientos de jurista demócrata. En ningún momento dudó en defender a personas de muy diverso signo ideológico, incluso en aquellos supuestos en los que, en circunstancias de normalidad democrática, seguramente hubiera querido evitar. Pero contra la dictadura no flaqueó en poner el derecho al servicio de todos y lo hizo con entusiasmo, con fidelidad a sus principios y sin ningún tipo de temor. Este fue el espíritu de Cuadernos para el diálogo, en donde colaboró de manera decisiva durante mucho tiempo.
En estos momentos, a esta generación, muy a menudo, se le niega la condición del valor. Es terriblemente injusto y Gregorio es un ejemplo de valor y de coraje, especialmente cuando se tiene en cuenta que igual fidelidad y coraje le habían costado a su padre una dura condena de un consejo de guerra, cuyas consecuencias profesionales solo la amistad de los amigos permitió ignorar.
Seguramente, no obstante, el mayor recuerdo de Gregorio lo va a inspirar su presencia y participación en la elaboración del texto constitucional de 1978. Ciertamente, fuimos varios los ponentes, pero yo no tengo ninguna duda de que su participación fue muy destacable, por cuanto aportó a la representación que asumió del Partido Socialista Obrero Español la calidad de su fundamentación jurídica y su formación académica.
Gregorio fue una pieza clave en el proceso constituyente y un nombre clave en toda la etapa de la Transición política española. Lo hizo sin renunciar a sus principios, pero aceptando el riesgo del pacto; lo supo hacer con rigor e incluso con dureza, pero siempre respetando la posición de los demás; se entregó totalmente a la causa, pero la supo compartir con todos aquellos que las Cortes Generales habían designado para esta función. Los diálogos entre Gregorio Peces-Barba y Manuel Fraga fueron muy importantes en la ponencia; muchas cosas les separaban, pero también supieron encontrar vías de aproximación y de respeto, de los que la ponencia constitucional se nutrió muy favorablemente.
En esta ponencia se trabó con él una larga amistad, una buena relación, que seguidamente se confirmó con el ejercicio de su presidencia de las Cortes Generales, en las que supo imprimir un estilo muy personal, pero a la vez muy plural y de extremado respeto con las minorías parlamentarias. Estuvo siempre donde le correspondía estar e hizo de su función representativa una referencia de comportamiento democrático. Desde el principio quiso dejar constancia de su posición por encima de la vida partidista. Para ello no quiso expresar el sentido de su voto, que podía claramente intuirse, pero que, desde la formalidad de su buscada neutralidad, daba cobijo a las distintas posiciones que los grupos parlamentarios querían expresar.
Pero Gregorio Peces-Barba fue mucho más que esto. Fue mucho más que su vida política. Seguramente su vida académica le llenó incluso más que su participación política. Y la Universidad Carlos III recibió de su empuje, de su voluntad y de su entusiasmo los elementos que la proyectaron en el mundo universitario español como una de las grandes academias de referencia. Allí, Gregorio Peces-Barba se encontraba en su ambiente. Con sus amigos, con sus compañeros; incluso con aquellos que no compartían su misma idea universitaria.
Pero sobre todo Gregorio fue una gran persona, un hombre de una gran humanidad, amante del diálogo, que puso al servicio de coincidencias y discrepancias. En los últimos tiempos tuvimos motivos para discrepar, y lo hicimos; pero hoy los recuerdos de las coincidencias son mucho más importantes que aquellas discrepancias. El socialismo español pierde una gran figura, pero todos los demócratas deberíamos recordarla como un ejemplo de buen hacer y de buen proceder.
Descanse en paz.
Miquel Roca Junyent fue ponente de la Constitución por el Grupo de Minoría Catalana
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