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“Allí nos llaman vendepatrias porque no nos quedamos a pelear la crisis”

Vinieron a miles cuando estalló el corralito y ahora se marchan a miles ante el temor de que ocurra lo mismo aquí. En 2002 había 56.714 argentinos en España; en 2003, 109.445; en enero de 2012, 108.390, un 10% menos que el año anterior. En Argentina no tienen ayudas porque parte de la sociedad no entendió que se fueran

Natalia Junquera
Normando Ortega, con su esposa y sus tres hijos, en Lucena (Córdoba).
Normando Ortega, con su esposa y sus tres hijos, en Lucena (Córdoba).

En 2002, el año del corralito, las colas de argentinos ante los consulados para emigrar eran de tal calibre que la policía tuvo que intervenir ante las peleas que se formaban. Cerca de 250.000 personas salieron del país entre 2000 y 2005. España e Italia eran los destinos favoritos porque los padres o abuelos de los que querían emigrar eran de allí. Ahora regresan. Porque la crisis y el fantasma del corralito están aquí.

“El momento que está viviendo España se parece muchísimo al momento anterior al corralito en Argentina: problemas con los bancos, falta de trabajo, protestas en la calle... Yo vine con la crisis argentina y al ver esto aquí empiezo a pensar que es el momento de volverse”, explica Luis Alberto, que prefiere no figurar con sus apellidos. Dirigía cursos de paddle. Lleva tres años en paro.

El de los argentinos es “un retorno silencioso”, explica Matías Garrido, secretario general de Casa Argentina de Madrid, porque el éxodo que provocó el corralito fue muy polémico. “Hay una parte importante de la sociedad argentina que piensa que somos unos vendepatrias porque nos fuimos, no nos quedamos a pelear la crisis. Te dicen: ‘Te fuiste de tu país, ahora no pidas ayudas para volver”. En Argentina no hay ayudas para los retornados. Los consulados no disponen de fondos para repatriaciones. “Si no tiene rédito político instaurar estas ayudas porque no está del todo bien visto, es más difícil. Pero necesitamos las subvenciones. Hay mujeres con niños y sin un solo ingreso que necesitan esa ayuda ya porque si no, se quedan en la calle”, explica Garrido. En el último trimestre de 2011, una media de 57 familias al mes regresó a Argentina. “Estamos desbordados”.

Normando Ortega, de 45 años, llegó a España en marzo de 2006 con su mujer y sus dos hijos, de 8 y 5 años y la tercera en camino, para “sacar el máximo jugo” a sus estudios. Es técnico químico y el trabajo le llevó de Buenos Aires a Lucena (Córdoba). “Trabajo en una empresa que recupera residuos industriales, pero con la crisis la gente no quiere gastar en gestión de residuos. Ahora tengo un contrato de tres horas. Mi mujer, que es técnica superior de laboratorio, nunca llegó a encontrar trabajo aquí. Si hay dos buscando, se lo dan al español”. Normando recibe un subsidio de 257 euros y una ayuda de 280 de la Junta de Andalucía. “Cada 15 días voy a recoger la bolsa de alimentos que nos da Cáritas”, relata.

“En Argentina están mejor. No me arrepiento de haber venido. Si me hubiera ido bien, no volvería a mi país. Pero estar lejos de mi familia para no hacer nada aquí no tiene sentido. En Lucena había unas 40 familias argentinas, y han regresado la mitad. En este pueblo, de 41.000 habitantes, había más de 500 talleres de carpintería. Vivía de la construcción”.

Mónica Daly, de 53 años, también pensaba jubilarse en España. Ahora busca ayuda para el retorno. “Vine hace tres años con la ley de nietos de Zapatero [que concede la nacionalidad española a descendientes de exiliados]. Mi abuelo vino huyendo de la Guerra Civil y nunca quiso hacerse argentino”, explica. “Me instalé en Santo Domingo de la Calzada (La Rioja), con mi madre. Tiene 81 años y problemas de salud. Yo aún conservo mi trabajo, cuidando a abuelos, pero no puedo pagar a nadie que la cuide a ella”.

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Sobre la firma

Natalia Junquera
Reportera de la sección de España desde 2006. Además de reportajes, realiza entrevistas y comenta las redes sociales en Anatomía de Twitter. Especialista en memoria histórica, ha escrito los libros 'Valientes' y 'Vidas Robadas', y la novela 'Recuérdame por qué te quiero'. También es coautora del libro 'Chapapote' sobre el hundimiento del Prestige.

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