Una situación de transición
La detención de los etarras Oroitz Gurruchaga y Xabier Aramburu en Aquitania es un mensaje claro e inequívoco de los Gobiernos español y francés a la banda de que continuará la actividad policial contra ella mientras no se disuelva, aunque anunciara el cese definitivo de la violencia el pasado 20 de octubre.
No es la primera detención de etarras desde esa fecha. Pero sí la primera desde que los franceses eligieron al socialista François Hollande como presidente de la República hace tres semanas. Cabe recordar que tras la victoria de Hollande, ETA se dirigió al Gobierno francés con la esperanza de que el relevo presidencial facilitara el diálogo con la banda terrorista. La respuesta francesa, con esta decisión, ha sido, por tanto, meridiana. Y se confirmará hoy en el encuentro entre el ministro español de Interior, Jorge Fernández, y el francés, Manuel Valls, de origen catalán.
Si, además, se confirmara que ambos etarras son los dirigentes del aparato militar, como señala el Ministerio del Interior, estaríamos ante la prueba del nueve de lo que ya se sabe: la extrema debilidad de la organización. Nunca ha sucedido ni de lejos que un tipo con un currículo terrorista como Gurruchaga fuera el jefe militar de ETA.
El peso de ambos etarras es muy escaso, comparado con el que tuvieron tradicionalmente los dirigentes del aparato militar. Fue precisamente, ahora hace dos años, en mayo de 2010, cuando fue detenido Mikel Carrera, Ata, el último dirigente de ETA con peso. Mientras estuvo al frente de la banda se impuso frente a los intentos de la izquierda abertzale de lograr el cese de la violencia etarra. Tras su detención en Francia, cuatro meses después, ETA declaró una primera tregua (septiembre de 2010), una segunda tregua más amplia (enero de 2011) y, al fin, el cese definitivo (octubre de 2011).
Lo que resulta extraño, según fuentes policiales vascas, es que a estos dos etarras se les atribuya el intento de captar a nuevos militantes. Esas fuentes afirman que ETA mantiene el cese definitivo de la violencia en todos sus extremos. Lo que sí es una realidad es que ambos etarras, cuando fueron detenidos por la policía iban armados en un automóvil robado. La cuestión de las armas se debatió en enero. Los partidos vascos plantearon a los miembros del Comité de Verificación Internacional, de visita en el País Vasco, que trasladaran a ETA que sus militantes no portasen armas para evitar enfrentamientos con la policía. ETA respondió, semanas después, que sus militantes evitarían los enfrentamientos, pero que no se comprometían a dejar las armas hasta que hubiese un acuerdo con el Gobierno.
En definitiva, la detención de estos etarras armados no altera la declaración de cese definitivo de la violencia de ETA y confirma, a su vez, la decisión de los Gobiernos español y francés de actuar contra la banda mientras no se disuelva. Es una situación de transición hacia el final.
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