Un síntoma de normalidad política

El 30 de marzo de 2009, el PSE y el PP hicieron historia al conseguir, por vez primera tras la aprobación del Estatuto de Gernika, un pacto que permitía gobernar a los no nacionalistas en Euskadi. “Las bases para el cambio democrático”, el documento-guía del Gobierno de Patxi López, respaldado desde fuera por Antonio Basagoiti, tenía como fundamento lograr la normalización política en Euskadi. Lo que se tradujo en el desalojo de Ajuria Enea del lehendakari Ibarretxe, con su discurso identitario y soberanista y la puesta en marcha de una política para acelerar el final del terrorismo.
En aquel momento, ETA, aunque ya muy debilitada, aún seguía en activo, y en la sociedad vasca quedaban resabios del debate sobre el derecho de decidir que desde una década antes había instalado Ibarretxe. Las “bases para el cambio democrático” incidían en un mayor compromiso en la lucha antiterrorista, en la deslegitimación social del terrorismo y en la eliminación del debate soberanista de la escena para que ETA no tuviera una coartada para su continuidad.
El 20 de octubre de 2012, con la declaración de ETA de cese definitivo de la violencia, el pacto PSE-PP consiguió su principal objetivo. Y en Euskadi se produjo un cambio de escenario, el de la consolidación del fin de la violencia en la normalidad política.
Precisamente, el logro de la normalidad política en Euskadi ha hecho que los proyectos del PSE y del PP confronten. La ruptura de Basagoiti con López no se produce por diferencias en la política antiterrorista sino por el modo de afrontar la crisis económica. Basagoiti no tolera que un Gobierno que apoya, el del PSE de López, confronte con el Ejecutivo de su partido, el de Rajoy, y más aún cuando queda menos de un año para las elecciones vascas. Es la pura normalidad. Si algo cabe lamentar es que el pacto PP-PSE no haya rematado su labor, la consolidación del final de la violencia. En este punto, desde el 20 de octubre, el PSE está más cerca del PNV que del PP —muy presionado desde el radicalismo— como se ha visto en asuntos como el acercamiento de presos de ETA a las cárceles del País Vasco, en la flexibilización de la política penitenciaria o en la excarcelación de Arnaldo Otegi.
López no convocará ahora las elecciones vascas porque no puede parecer que está preso de Basagoiti y quiere aprobar algunos proyectos. Pero resulta difícil que llegue a marzo. Lo lógico es que las adelante al otoño. Cabe esperar que en estos meses, el PSE y el PP no se enfrenten sobre la gestión del final de ETA y, por el contrario, traten de converger posiciones. A fin de cuentas, lo más difícil se logró con el anuncio del cese definitivo de ETA. Y no cabe duda que el pacto PSE-PP de 2009 contribuyó a ese final y a la normalización lo que no es poca cosa.
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