De las viejas glorias a las promesas con optimismo
La presentación de la candidatura de Rubalcaba reúne a varias generaciones del PSOE


El acto de presentación de la candidatura de Alfredo Pérez Rubalcaba, que se ha celebrado ante más de 1.000 personas en la sede de UGT de Madrid, se ha convertido en una metáfora del PSOE tras la derrota, donde conviven dirigentes históricos, jóvenes promesas y políticos en la cuerda floja. “A mí me despiden mañana”, aseguraba con sorna en la entrada del auditorio un alto cargo. Junto a él, un militante de base criticaba los problemas del retraso derivados de los nombramientos del Ejecutivo del PP. “Sé de un alto cargo nombrado por Zapatero que está ejecutando los recortes de Rajoy”, comentaba.
“Pon fuerte la música, que hay que animar”, espetaba un técnico de sonido a su ayudante, que accionaba la versión jazz de la sintonía del PSOE. El auditorio se levantaba y, por segundos, se olvidaba de la debacle en las urnas. Rubalcaba se deslizaba por las escaleras serio y directo, mientras en la primera fila aplaudían los ex ministros Trinidad Jiménez (Exteriores), Valeriano Gómez (Trabajo), y el ex secretario de de Estado para la Unión Europea, Diego López Garrido, que compartían posición sonrientes con la esposa de Rubalcaba, Pilar Goya.
Relajado y didáctico, Rubalcaba ha presumido de asistentes, entre los que figuraban viejas glorias como el ex ministro de Educación de Felipe González José María Maravall, al que ha agradecido su presencia, y figuras emergentes como los jóvenes diputados Juan Moscoso y María González Veracruz, que se han convertido en portavoces de la candidatura.
Pon fuerte la música, que hay que animar", decía el técnico de sonido
Sin tanto protagonismo pero visibles, han recalado en la sede de UGT los secretarios generales de Castilla-La Mancha, José María Barreda; Madrid, Tomás Gómez; y Navarra, Roberto Jiménez; y la secretaria de Organización del PSOE Andalucía –primera federación en volumen de militantes-, Susana Díaz. Se han dejado caer también en el acto el concejal Jaime Lissavetzky, amigo personal de Rubalcaba, y los diputados Carmela Silva y Pedro Sánchez. “Vengo aquí para ver”, dijo con tono pícaro este último, claro partidario del ex ministro del Interior.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Sobre la firma

Archivado En
Últimas noticias
Milei consigue la aprobación de su primer presupuesto en el Congreso
Los incendios alimentados por el calentamiento global disparan la factura de la crisis climática entre las 10 catástrofes más costosas del año
“La fiesta electrónica más grande del mundo”: horario y artistas invitados para los festejos de fin de año en Ciudad de México
Tailandia congela las cuentas de Anne Jakrajutatip, socia de Raúl Rocha Cantú en Miss Universo
Lo más visto
- Acuerdo en Villamanín por el Gordo sin repartir: la comisión de fiestas cede más de dos millones por la paz del pueblo
- Maisa Hens, cantante: “Gracias al anuncio de El Almendro no tuve que volver a hacer un ‘casting”
- Junqueras avisa de que la recaudación del IRPF es “imprescindible” para negociar los presupuestos de Sánchez e Illa
- Timothy Morton, activista: “Estados Unidos es un gigantesco campo de concentración”
- La obsesión de Trump por poner su nombre a todo carece de precedentes en Estados Unidos




























































