No ha sido solamente la crisis
Para recuperar su credibilidad, el PSOE debe renovar su liderazgo, el propio partido y su ideología
Desde que España volviera a la normalidad democrática, en 1977, el PSOE ha obtenido su peor resultado en las pasadas elecciones del 20-N. Mientras se va digiriendo este resultado, es necesario intentar explicarlo.
La mayor parte de los análisis parecen sugerir que el resultado se debe, fundamentalmente, a la crisis económica. El argumento sería el siguiente: en todas aquellas capitales europeas en las que ha habido elecciones desde que estallara la crisis, los partidos en el gobierno las han ido perdiendo de forma sistemática. Lo que ha pasado en España no sería sino la confirmación de esta regla general: partido que gobierna, partido que cae cuando hay elecciones en medio de la crisis.
Sin embargo, esta explicación no resiste ni un mínimo análisis comparado. En efecto, desde 2010, ha habido elecciones en 15 países de la Unión Europea. Es cierto que en la mayor parte de los casos el incumbent, es decir, el partido en el gobierno, salió derrotado. Pero al menos en cuatro casos (Suecia, Finlandia, Polonia y Estonia, es decir, en el 27% de los casos) el partido o la coalición en el gobierno se mantuvieron en el poder. Merece la pena detenerse en alguno de estos casos para comprobar que la crisis no puede ser la única explicación de los resultados electorales.
En Polonia hubo elecciones generales en octubre de este mismo año. La liberal Plataforma Cívica, dirigida por Donald Tusk, revalidó la mayoría que había obtenido en 2007, y sigue por tanto gobernando. Crucemos estos resultados con los datos económicos que presenta el país. Es verdad que Polonia no ha sufrido las consecuencias de la crisis de la misma manera que las han sufrido otros países europeos. De acuerdo con los datos de Eurostat, el país creció en 2009 al 1,6% del PIB, y en 2010, el año anterior a las elecciones, al 3,9%. Con respecto al desempleo, éste fue del 8,2% y del 9,6%, respectivamente. Es un buen dato, teniendo en cuenta que se trata de un país que ha llegado a tener tasas del 20% de desempleo. Polonia sería un ejemplo que parecería apuntalar, a contrario, el argumento de la crisis como explicación: cuando hay crisis, se tumba al gobierno. Pero cuando no la hay, el partido que gobernaba se mantiene en el poder.
El caso sueco, sin embargo, pone el contrapunto al anterior argumento. En Suecia ha habido elecciones en 2010. La coalición gobernante, la Alianza, se mantuvo en el poder, e incluso mejoró los resultados de las anteriores elecciones. A diferencia de lo ocurrido en Polonia, en Suecia las consecuencias de la crisis económica sí que se hicieron notar entre las dos elecciones (2006-2010). Por ejemplo, en 2008, este país tuvo un crecimiento negativo (-0,6% del PIB). Ese dato fue todavía peor en 2009, año anterior a las elecciones, cuando Suecia presentó un crecimiento del -5,2%. Con respecto al desempleo, este alcanzó la tasa del 8,3% en 2009. Ya quisiéramos para nosotros ese número, me dirán. Pero según el Banco Mundial, el peor dato de desempleo que ha tenido este país, desde 1980, fue en 1997, cuando alcanzó al 10% de la población. Por tanto, el desempleo en 2009 fue visto por los electores suecos con mucha preocupación, y de hecho el tema de la situación económica fue central en la campaña electoral de 2010; aún así, la coalición gobernante revalidó su mayoría, como ya hemos indicado.
Estonia es también un caso interesante. Las últimas elecciones tuvieron lugar en 2011, y el partido en el Gobierno, el Partido Reformista, mejoró sus resultados con respecto a las anteriores elecciones, mientras que el principal partido de la oposición los empeoró. Es importante recordar que Estonia ha sufrido, casi como ningún otro país de la UE, los embates de la crisis. Así, en 2009, la tasa de crecimiento del país fue del -14,3% del PIB. En 2010, Estonia experimentó una cierta recuperación económica, ya que creció al 2,3%. Pero si nos fijamos en las tasas de desempleo, tanto las del año 2009 como las del 2010 fueron dramáticas. En efecto, mientras que en 2009 había un 13,8% de parados, el desempleo alcanzó el 17% en 2010. De todos los Estados de la UE en los que ha habido elecciones desde 2010, Estonia está, al igual que España, entre los países que presentan peores cifras de empleo. Sin embargo, en Estonia el partido en el Gobierno se mantuvo en el poder, mientras que en España, lo perdió.
A los elementos anteriores, cabría añadir que el argumento de la crisis como explicación no permite entender, tampoco, las diferencias tan notables que se han producido en aquellos países en los que efectivamente el incumbent ha sido desalojado del Gobierno. Aquí merece la pena echar un vistazo a los casos irlandés y portugués.
En Irlanda, se produjeron las elecciones generales en 2011, es decir, en medio del rescate de este país por parte de la UE y el FMI. El partido gobernante, el Fianna Fáil, perdió estrepitosamente estas elecciones, por más de 16 puntos. En Portugal también se produjeron elecciones en medio del rescate de este país. El partido en el Gobierno, el Partido Socialista, perdió las elecciones, pero la diferencia fue de 10 puntos, es decir, muy inferior al resultado que obtuvo el Fianna Fáil en Irlanda.
En conclusión, la tesis de la crisis no consigue explicar por qué algunos partidos se mantienen mientras que otros caen cuando hay crisis económica. Y tampoco consigue explicar, cuando los partidos en el gobierno caen, qué es lo que explica, siendo las situaciones económicas muy similares, diferencias tan abrumadoras en los resultados. Es evidente que hay cuestiones endógenas que sin duda afectan al resultado. En el caso español, la falta de coherencia entre lo que se decía que se iba a hacer y lo que efectivamente se hizo (incomprensiblemente amplificada durante la campaña) es un elemento clave en la explicación de los resultados. A su vez, este problema de incoherencia ha generado una fuerte sensación de falta de credibilidad en relación con todo lo que viene de este partido político.
Para resolver el problema de credibilidad que tiene actualmente el PSOE, este partido tiene que hacer al menos tres cosas. Todas ellas tienen que ver con la palabra “renovación”. Primero, tiene que renovar su liderazgo. Segundo, tiene que renovar el propio partido. Y tercero, tiene que renovar su ideología. Los tres elementos son importantes, pero de los tres, el último es el crucial puesto que, como ya he señalado, la falta de coherencia entre ideología y acción política está en la base de la situación en la que la socialdemocracia española se encuentra ahora. Este proceso de revisión ideológica debería orientarse alrededor de la idea de "socialismo activador".
En este sentido, la socialdemocracia tiene que ser capaz de reactivar la ilusión y la esperanza de los ciudadanos en que el futuro será mejor, mucho mejor, que el presente. Y en segundo lugar, la socialdemocracia tiene que pasar de una formulación meramente reactiva de sus políticas a una formulación mucho más proactiva.
Si la socialdemocracia no se toma en serio su propia renovación, lo que hoy parece el resultado de la coyuntura puede acabar convirtiéndose en una verdadera tendencia.
Antonio Estella es catedrático Jean Monnet de derecho de la UE, Universidad Carlos III de Madrid.
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