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Rajoy compensará el mensaje duro del déficit con la fe en las reformas

El discurso de investidura que prepara quien el miércoles ya será presidente está pensado también para el exterior

Carlos E. Cué

Comparar situaciones en política implica casi siempre equivocarse. Aunque hay algunos nexos entre los momentos clave de los últimos años. José Luis Rodríguez Zapatero llegó al poder con un mensaje: los españoles necesitan un Gobierno que no les mienta. Ahora, salvando todas las distancias, es el PP quien ha interiorizado que los ciudadanos se han alejado de José Luis Rodríguez Zapatero por no decirles la verdad de lo que se avecinaba con la crisis. Por dulcificar la realidad.

Mariano Rajoy, convencido de que los ciudadanos están preparados para escuchar un discurso duro y realista —así lo demuestra la encuesta publicada este domingo en EL PAÍS—, ha preparado con mimo su debate de investidura, que arranca a mediodía, con una idea de fondo: hay que contar la verdad de cómo están las cosas para no quemarse enseguida.

Después de meses ocultando sus cartas, dejando que fuera el PSOE quien se hundiera por la crisis, llegó su hora. Y tiene intenciones de mojarse, dicen los suyos, aunque para las decisiones más duras, las que llegarán en marzo con el nuevo Presupuesto, aún tiene una excusa: no conoce el déficit de 2011, por lo que no sabe cuánto tendrá que recortar. El PP teme que la cifra supere el 7%.

Rajoy sabe, según varias personas de su entorno, que el debate de investidura no solo implicará un mensaje para el país, en el que tiene mucho interés porque es su puesta de largo como líder. También es consciente de que fuera de España su mensaje será escuchado. Sobre todo en Alemania, lo que más le preocupa, porque de Angela Merkel depende en buena parte que el BCE abra la mano para ayudar a que la deuda española se recupere en los mercados.

Es probable que aproveche para confirmar que no congelará pensiones

Por eso todo el discurso estará centrado en una promesa firme que lleva semanas repitiendo, y que oficializará como compromiso formal en la investidura: pase lo que pase, España cumplirá el objetivo del 4,4% del déficit fijado para 2012 —lo que implicará recortes de entre 15.000 y 30.000 millones de euros, ya que el PP insiste en que no va a subir los impuestos— y del 3% en 2013.

Pero el futuro presidente también quiere entrar con buen pie. Rajoy tratará de lanzar el mensaje de que hay esperanza.

Por supuesto, habrá una parte de su discurso y de sus réplicas, que también se preparan —su principal asesor, como siempre, es Pedro Arriola—, dedicada a la exaltación patriótica. Rajoy dirá que confía en los españoles, en sus jóvenes preparados, en sus trabajadores, en sus empresas, algunas de ellas pujantes multinacionales, y en su capacidad para recuperarse. Habrá ahí recordatorios emotivos a otros momentos difíciles de la historia española, de los que el país supo recuperarse.

Pero sobre todo tiene preparada una idea que quiere instalar en la sociedad. La de que los recortes son necesarios, porque hay que cumplir los compromisos del déficit para lograr que los mercados presten a España, pero no son suficientes. En toda Europa y en el mundo económico hay un intenso debate. Muchos economistas de prestigio, premios Nobel incluidos, señalan que la política de recortes europea es un suicidio que solo conduce a más recesión. Es la tesis instalada en la Administración de Barack Obama. Rajoy no cree en esa idea. Como le dijo a José Manuel Durâo Barroso en Marsella, él cree que no hay alternativa a la austeridad, al menos en España. Pero sí quiere explicar que con esos recortes —la palabra oficial en el PP es “ajustes”, que suena mejor— no basta. Que para salir de la crisis hacen falta reformas. Y ahí estará la parte central de su discurso: en los cambios de quiere hacer. Será bastante concreto, según señalan, en la reforma laboral, aunque aún ha dejado un margen de tres semanas a sindicatos y patronal para que busquen un acuerdo.

Rajoy cree básico decir la verdad desde el principio para no quemarse enseguida

El PP sabe que todo su proyecto político pasa por lograr que esa reforma dé sus frutos en pocos meses. Si no es así, y pese a que cuenta con la enorme ventaja de la mayoría absoluta y de una oposición más debilitada que nunca, que acaba de perder 4,5 millones de votos, Rajoy sabe que la cifra de parados empezará a quemarle también a él. Y rápido.

Más difuso será, según varios dirigentes, su planteamiento sobre la reforma financiera, ya que su equipo económico tiene muchas dudas sobre el llamado banco malo. También aclarará la estructura de su Gobierno, más pequeño —se habla de pasar de 15 a 12 ministerios, y los que tiene más posibilidades de caer son Cultura, Medio Ambiente y Administraciones Públicas, subsumidos en otros—. Y empezará a apuntar fórmulas para recortar la Administración, con eliminación de institutos y empresas públicas y reducción de interinos —lo que implicará despidos—. También es previsible que empiece a apuntar recortes en inversiones en infraestructuras relevantes, lo que supondrá ahorro, pero también destrucción de empleo en las constructoras.

Sin embargo, no todo serán desgracias y malas noticias en el discurso. De hecho, todos los dirigentes consultados dan casi por seguro que aprovechará la plataforma que le da la investidura para confirmar que no volverá a congelar las pensiones en 2012. Fue uno de los caballos de batalla contra el PSOE y los populares creen que los ciudadanos están preparados para aceptar recortes en casi cualquier asunto menos en ese, muy sensible para los ocho millones de pensionistas. Cualquier cuestión que anuncie se convertirá inmediatamente en un titular, y el PP lo sabe. Por eso parece que aprovechará para dar esa relativa buena noticia. Pero será una de las pocas que pueda vender, tal vez con la de no bajar más el sueldo de los funcionarios. Lo demás, sangre, sudor y lágrimas.

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