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LOS GRANDES EMPRESARIOS OPINAN »
Tribuna
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La promoción de las energías renovables

El presidente de Abengoa cree en una apuesta por la generación eléctrica eólica y termosolar

El presidente de Abengoa, Felipe Benjumea.
El presidente de Abengoa, Felipe Benjumea.

El estancamiento de la actividad económica, la crisis de empleo y los desequilibrios fiscales no deben ser motivos para renunciar a una decidida política de promoción de las energías renovables. Todo lo contrario. Más allá de sus positivos efectos sobre la emisión de gases de efecto invernadero, esta política tendría muy favorables consecuencias macroeconómicas a corto, medio y largo plazo.

Empezando por las consecuencias a largo plazo, la economía española sigue teniendo un importante déficit en innovación. Según el Informe de Competitividad Global del World Economic Forum, España ocupa el puesto 39 en innovación, muy alejado de los países más avanzados. La modernización del sistema productivo necesita la definición adecuada que se desarrolle con decisión. Y esa definición debería tener muy en cuenta aquellos sectores en los que España está ya mostrando cierto liderazgo tecnológico, como son los de generación eléctrica eólica y termosolar. Resultaría más eficiente que apostar por sectores novedosos en los que aún no se han puesto de manifiesto especiales destrezas. Es bien sabido que el liderazgo tecnológico en unos sectores genera efectos positivos, efectos desbordamiento se suelen llamar, sobre otros próximos y complementarios, por lo que la estrategia de desarrollo de esas energías renovables llevaría a impulsar otras prometedoras líneas de producción.

La generación eléctrica termosolar, que es la opción renovable que más facilita la gestionabilidad del sistema eléctrico, por la posibilidad de almacenamiento térmico y por las oportunidades que ofrece a modelos híbridos de generación, tiene además una curva de aprendizaje muy prometedora que, de persistir en el esfuerzo, permitiría a medio plazo reducciones sustanciales del coste de inversión (prácticamente el único coste).

Pero además, la energía termosolar tiene efectos muy positivos sobre el empleo y el nivel productivo de varias ramas de actividad, algunas de ellas las más afectadas por la crisis (metalurgia, vidrio, construcción). En 2010 ha ocupado a 24.000 personas, el doble que en 2008. Este nivel de actividad y de empleo ha generado unos ingresos fiscales en 2010 de 270 millones en cotizaciones sociales y 137 millones en impuestos directos (Sociedades e IRPF). Y, por supuesto, esta generación limpia de electricidad ahorra importación de energía fósil, un respiro para el elevado déficit comercial. En 2010 se han dejado de importar casi 150 mil toneladas equivalentes de petróleo (Tep) gracias a la generación termosolar que, con el desarrollo del programa previsto, se convertirán en 2,7 millones de Tep en 2020. Un conjunto muy relevante de efectos macroeconómicos positivos.

El apoyo a la energía termosolar no afecta negativamente al proceso de consolidación fiscal en el que estamos inmersos y que va a estar presente en los próximos años, más bien al contrario. Durante el periodo de fuerte inversión en plantas, que se corresponde con el de ajuste fiscal, los ingresos tributarios que generan la construcción y gestión de las plantas termosolares son notables, como hemos comentado que ha ocurrido en 2010, contribuyendo así a aliviar el déficit.

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