Autómatas frente a autónomos
La polémica sobre la cesión de cuentas de Twitter y Facebook al PP incendia las redes sociales El tema central es cómo se entienden las relaciones en Internet y qué se espera del activismo
Estos días se ha producido un gran revuelo motivado por la petición del Partido Popular a sus simpatizantes para que le cedan sus cuentas en Twitter y Facebook durante 3 días (6, 7 y 8 de octubre, coincidiendo con la convención del partido en Málaga) para difundir su mensaje. Los simpatizantes podrán seguir interactuando con sus amigos y/o seguidores de igual forma, pero -al ceder el perfil- cuando el partido envíe un mensaje, automáticamente se publicará en todos sus perfiles de Facebook y/o Twitter.
Algunos de los análisis y críticas recibidos a causa de dicha petición (el hashtag #prostituit ha sido trending topic en Twitter durante muchas horas) se han generado más por quién lo propone, que no por la iniciativa en sí. En las trincheras digitales se cruzan mensajes como dardos, con acusaciones mutuas. Pero, a mi juicio, el tema central y relevante es cómo se entienden las relaciones en Internet y qué se espera del activismo político (lo impulse o promueva quien sea). El activismo político puede quedar reducido a simple correa de transmisión si se acaba imponiéndo una cultura instrumental, cortoplacista y atrincherada de cómo debe ser la acción política en la Red. Entender las relaciones políticas en Internet como cadenas de transmisión es el riesgo que debemos combatir.
La propuesta del Partido Popular -como ya hizo CiU en las autonómicas catalanas de 2010- es una estrategia como cualquier otra, que puede tener un trasfondo ideológico o no, pero cuyo principal problema, y ahí mi crítica, es que se aleja del ADN y la naturaleza de Internet, convirtiendo a los internautas en meros soportes y sus muros y timelines en simples vallas publicitarias. Es decir, la despersonalización más absoluta, aunque con el consentimiento libre de quién cede sus espacios.
Hablamos pues de un tema de cultura política. El PP, en este caso, usa unos patrones que se convierten, en contraposición a la cultura de Internet, en claras dicotomías. Estas son algunas:
Consignas o diálogos
Entender la comunicación política como repetición, como consigna, reduce la comunicación a pura propaganda: más veces se repita la consigna, mejor para el partido. Lo importante no son los argumentos e ideas propias de los simpatizantes y militantes, sino su disciplina, lealtad y seguidismo. Sin dudas, sin vacilaciones, sin resistencia.
Autómatas o autónomos
Robots o personas. En el momento en que el usuario ofrece su identidad virtual para transmitir miméticamente el mensaje de un partido, sea cuál sea, se robotiza la política. Esta iniciativa denota que, para el partido, el contenido, la opinión o las identidades de sus simpatizantes son secundarios, y lo que quiere es tan solo difundir un mismo mensaje.
Centralizado o distribuido
Los modelos centralizados de información y comunicación, pensados y dirigidos desde un centro de control, se corresponden a lógicas jerárquicas y verticales. Justo lo contrario de la naturaleza abierta, descentralizada, distribuida y en red de la sociedad digital. Es un modelo analógico en un entorno digital.
Soldados (militantes) o activistas
El activismo político debería ser libre, crítico y dinámico; y no disciplinado, cerrado y automático. Nos jugamos otra manera de entender la práctica política e impedimos así, con estas prácticas, el florecimiento de una cultura política más emancipatoria y responsable. Cuando le pedimos a la gente que repita sin pensar estamos debilitando la política y, con ella, la democracia.
Masas o personas
Cuando todo el mundo dice lo mismo, el individuo, su libertad, su criterio y su juicio quedan sometidos a la cultura de las mayorías. No es fácil, en estos entornos, la disidencia, la discrepancia, la complementariedad o la crítica constructiva. El que desobedece es un adversario. Si es externo es un enemigo, si es interno, es un traidor.
Publicidad o creatividad
La comunicación política corre el riesgo de sucumbir al dictado publicitario cuando solo importa copiar el mensaje -en cuantos más sitios mejor-, cercenando la creatividad individual. Copiar y pegar, sin más. Y sin esfuerzo. Ya te lo dan hecho y, además, te lo hacen. Este modelo reduce a los activistas a repetidores, a números, a perfiles. Se busca la notoriedad y la visibilidad como objetivo primero y último. Justo lo contrario de lo que se necesita: militancia crítica. Compromiso más que lealtad.
Las nuevas herramientas sociales en Internet son un extraordinario canal bidireccional, multicanal y multiformato de comunicación y de diálogo con la ciudadanía. Son también herramientas de debate, de proximidad, de accesibilidad y de inmediatez. La Red no entiende de uniformidades, ni de uniformes. El pensamiento único se impone cuando sólo hay una voz. Cuando se hace de la conversación digital un auténtico debate, se puede convencer. Sino, la alternativa es la imposición.
La política, la nueva política, necesita activistas y no clones. Así como necesita a ciudadanos críticos, más que a electores anestesiados. Tal como los partidos entiendan las relaciones en Internet, así entenderán la política.
Antoni Gutiérrez-Rubí es asesor en comunicación política.
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