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El curso arranca con 2.500 módulos

Cada año decenas de alumnos reciben clases en barracones prefabricados

Pablo Linde

Aumento de alumnos, obras, carencias en las instalaciones originan que cada año decenas de alumnos reciban clases en módulos prefabricados, los conocidos como barracones. El curso empieza con más de 2.500 repartidos por toda España (según datos recogidos por este periódico), aunque cada autonomía presenta síntomas distintos. Van desde las que, según sus consejerías de Educación, no usan estas instalaciones, como Madrid, Navarra, La Rioja o Cantabria, hasta otras donde el problema es en algunos casos estructural, lo que sucede en Cataluña, Valencia y Andalucía, que acumulan, por ese orden, la gran mayoría de estas aulas. En otras, con unas decenas, se usan generalmente como transición mientras duran las obras en los centros.

En lo que coinciden las asociaciones de padres y las Administraciones es en que la mayoría de estos módulos está lejos de la imagen de barracón que predominaba hace unos años. “Las que tenemos en el País Vasco —más de un centenar— están completamente equipadas, tienen Internet y en ocasiones son mejores que algunas aulas de obra antiguas”, explica un portavoz del Ejecutivo vasco. “Aquí tienen incluso calefacción”, añade otro en Galicia, donde hay cinco módulos instalados.

Pero no siempre es tan bonito. En Valencia, donde las asociaciones de padres cifran en unos 900 los barracones instalados, hay ocasiones, como ocurre en el Francisco Gil de Canals, en que los alumnos reciben sus clases en unas infraestructuras sin los “requisitos necesarios para dar clase”, según la presidenta de la confederación de Ampas, María José Navarro. “Si fuesen solo unos meses dando clases allí, no habría problemas, pero hay niños que empiezan y acaban la enseñanza obligatoria en módulos”.

Investigación abierta

Ante la multitud de reclamaciones que cada año recibe sobre este particular, la oficina del Defensor del Pueblo comenzó el año pasado una investigación. Aunque no presentará sus conclusiones hasta el año que viene, en su informe de 2010 ya apuntó algunas claves. Sugiere que hay que anticipar, con estudios demográficos, cuáles serán las necesidades de plazas y que esto hay que coordinarlo con los planes urbanísticos y los de la construcción de los centros. También hace mención a carencias de las infraestructuras en los centros educativos españoles, más allá del uso de módulos: “Son las del segundo ciclo de la educación infantil las que con más frecuencia dan lugar a la formulación de quejas, ya que si bien en ocasiones hay aularios de nueva planta, no es infrecuente que la escolarización en colegios públicos de los niños de tres a seis años tenga lugar en instalaciones ya existentes, pensadas inicialmente para la escolarización de alumnos de primaria, de mayor edad, y en ocasiones precariamente adaptadas a su nuevo uso por niños de la etapa mencionada. En otras ocasiones, los reclamantes cuestionan la escolarización de sus hijos en instalaciones pensadas para atender a un número mucho más reducido de alumnos”.

El parche a esta situación es muchas veces el de los módulos, que se convierten entonces en estructurales, no en simples aulas de transición.

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Sobre la firma

Pablo Linde
Escribe en EL PAÍS desde 2007 y está especializado en temas sanitarios y de salud. Ha cubierto la pandemia del coronavirus, escrito dos libros y ganado algunos premios en su área. Antes se dedicó varios años al periodismo local en Andalucía.

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