“José Luis, lo de ETA es posible”
El presidente del Gobierno se irá a la espera del penúltimo comunicado de ETA Zapatero arriesgó primero sin éxito por la paz y luego su férrea estrategia le acercó a su objetivo
José Luis Rodríguez Zapatero se irá dejando a ETA más derrotada que nunca. Pero bien sabe él que es una victoria sin recompensa política. En su día se lo advirtió Tony Blair, curtido en las negociaciones con el IRA desarmado. Con todo, el presidente sueña con ese comunicado que, incluso a dos días de dejar Moncloa, acerque por fin a los terroristas al desenlace de procurar el armisticio. Y es que desde aquella inesperada victoria que indignó a la derecha española, su compañero Jesús Eguiguren, presidente de los socialistas vascos y con el paso del tiempo la bestia negra del PP, le ha ido convenciendo de que la paz estaba más cerca que nunca en Euskadi. "José Luis, lo de ETA es posible", le vino a decir en uno de sus múltiples contactos siempre, como hasta ahora, supervisados por Alfredo Pérez Rubalcaba. En realidad, Eguiguren jugaba con ventaja en la previsión: desde hacía cuatro años venía tomando la temperatura de Batasuna por medio de sus frecuentes contactos con Arnaldo Otegi, portavoz de la izquierda abertzale, alrededor de una de las mesas del caserío Txillare, en la localidad guipuzcoana de Elgoibar.
Se trataba de un nuevo escenario, "más abonado para la paz" que el ofrecido por el entorno abertzale a Aznar, según quienes participaron de su gestación. Quizá eso explique que cada parte implicada en el conflicto, agilizara sus posiciones. Así, ETA puso el anzuelo de la baja intensidad en sus atentados con bombas sin víctimas a la sombra del mitin de Anoeta (noviembre de 2004), donde la izquierda abertzale anunció su primera propuesta de paz. En justa correspondencia, Zapatero destapó la caja de los truenos en mayo de 2005 al irrumpir en el Congreso con su oferta de fin dialogado con ETA sin precio político. "Lo hizo con coraje, con altura de miras y porque lo veía posible", recuerdan quienes lo siguieron de cerca en La Moncloa.
En realidad, el presidente jugaba sobre seguro, porque disponía de una información directa sobre el debate político y militar en el entorno terrorista que, de hecho, le permitió acoger sin sorpresas el alto el fuego permanente, declarado por los terroristas curiosamente en el primer aniversario de la victoria socialista. Era el punto de partida de un intrincado proceso de paz que soliviantó en las calles al PP y a las víctimas del terrorismo, pero que prendió la ilusión en el País Vasco, donde nadie se sintió indiferente. A tal punto cundió la esperanza que la negociación tomó cuerpo entre todos los partidos, incluida Batasuna.
Zapatero, entregada su suerte a las aceleradas conversaciones de Loiola, resistió sin rasguños políticos el envite de la hostil oposición, fortalecido, además, por el reconocimiento internacional. Pero fue un espejismo. ETA, al final, no superó el vértigo del acuerdo "valiente" de los negociadores, incluido Otegi, alegando que Navarra quedaba excluida. Y trasladó su enfado, pero Zapatero no les creyó. Tampoco a Eguiguren, que le advirtió de un final macabro. En Francia ya preveían el fatal desenlace, aunque en Moncloa nadie se atrevió a disuadir al presidente cuando en vísperas del atentado de Barajas anunció que "en un año, España estará mejor en cuanto al fin de ETA".
Al día siguiente, su equivocación produjo sonrojo. Pero bien es cierto que desde entonces todo cambió. El Gobierno endureció su estrategia y sus mensajeros aquí y en Ginebra, también. Zapatero, siempre con Rubalcaba al lado, activó la presión policial para agujerear a la organización terrorista, impulsó la Ley de Partidos con el PP para acercar a la inanición a la desnortada izquierda abertzale, cerró la puerta a la negociación política y se sentó a esperar a que su enemigo se rindiera. De momento, Batasuna ya lo ha hecho por medio de Sortu y por el camino hasta su legalización ha revitalizado al máximo su respaldo social con la estrategia electoral de Bildu. Ahora, todos esperan que ETA redacte su penúltimo comunicado. Quizá el PP sea la excepción, consciente de que siempre tiene a mano rentabilizar la presencia, siquiera durmiente, de la amenaza terrorista.
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