Perfiles de los peregrinos indignados
Jubilados, abuelos con sus nietos, parados... son algunos de los protagonistas de las marchas
Jubilados, abuelos con sus nietos, parados... Así son algunos de los protagonistas de las marchas
Los indignados no tienen edad
A Carles júnior y a Salvador Piquer los separan 50 años, pero han compartido cada minuto desde que hace más de un mes se unieron a la ruta Este. Salvador salió de Valencia el 20 de junio y Carles, con su padre, se unió dos días después. Son el mayor y el pequeño de la marcha. Referente e ilusión del grupo.
Piquer, ya jubilado, se ayuda en el camino de un bastón, siempre con sus gafas de sol oscuras y su toalla morada al hombro para secarse el sudor. Dice que camina para recuperar la dignidad y para recordarle a los jóvenes que “en la vida hay que conquistarlo todo”. El niño corre de un lado a otro mientras los 130 caminantes del grupo cuidan de él. Camina porque su padre, que está en paro y “muy indignado”, se sumó con él a la aventura nada más terminar el colegio. Cuando Carles llega a Madrid, subido a la espalda de un compañero de viaje, ya no quiere ser astronauta ni futbolista, solo dice que quiere pasar así, en ruta de pueblo en pueblo, el resto de su vida.
“Amor y revolución andan de la mano”
“La marcha, además de ser importante en el plano político, para nosotros también lo fue emocionalmente”. Gregorio Herreros, de Ciudad Real, cuenta cómo celebró el pasado 19 de julio 32 años de matrimonio con su mujer, Feliciana Mora, de Toledo. El aniversario los pilló en el camino. Ella se sumó a la ruta Sur el 24 de junio en Málaga, donde viven actualmente, y Gregorio se les unió el día 30 en Granada. Pese a los 70 años de los dos, Feliciana destaca que la ruta fue más llevadera de lo que pensaban: “El cuerpo me respondió muy bien”.
El día 19 fue una fiesta. “Invitamos a nuestros compañeros a un convite y ellos nos regalaron una pancarta (con el lema Amor y revolución caminan de la mano) y una tarta con 32 velas”, recuerda con cariño Gregorio, que además se muestra orgulloso de haber servido de ejemplo a sus compañeros: “A veces había fricciones, pero un día les dije: ‘Si llevo 32 años con ella, ¿no vamos a aguantar todos juntos hasta el final?”.
“Los políticos siguen sin oír nada”
Nieves no dudó en venir a Madrid este fin de semana desde Málaga para participar en el Movimiento 15-M. Tiene 27 años, ha terminado ingeniería mecánica y no pudo participar en la marcha como le gustaría debido a su trabajo. “Pero hay muchos motivos para estar aquí”, asegura. A pesar de cobrar un sueldo todos los meses participó en la acampada malagueña desde el principio y vio nacer el movimiento. Es la prueba de que no solo los parados, los estudiantes sin posibilidad de acceder al mercado laboral o los que están sufriendo despidos de sus empresas están indignados. “En esta iniciativa participa todo el mundo”, dice convencida.
Ayer llegó a Madrid para recibir a la marcha Sur, a los suyos, en la plaza Elíptica y horas después entró con ellos en Sol. “Los políticos siguen sin oír nada. Los jóvenes quieren trabajar y los mayores quieren parar, pero a los gobernantes les da igual”, se queja sobre la reciente reforma laboral y añade: “Hace falta una democracia real ya”.
“Los médicos me recomendaron andar”
Antón Oriol, jubilado, salió de su pueblo, Morata de Jalón, el 11 de julio para unirse a la marcha de los indignados de Zaragoza. Tres días después tuvo que regresar precipitadamente a casa: “¡Papá, se han escapado las dos mulas!”. Su hijo estaba desesperado. Había comprado dos mulas pirenaicas salvajes y un día de tormenta las bestias se asustaron y escaparon y tuvo que “volver a echarle una mano”. A los tres días, las encontraron en el monte. Este maño, operado dos veces del corazón, asegura que sus tres hijas se sienten orgullosas de él. A Dolores, su señora, no le hace mucha gracia que Antonio haya participado en esta aventura. “Aunque ideológicamente me apoya, se preocupa por mi salud”. Pero él dice sentirse de maravilla. “Además, los médicos me recomendaron andar mucho”. Se siente con la obligación de ayudar a los jóvenes y ayer se reunió de nuevo con sus compañeros de viaje en Madrid. No quería perderse la entrada triunfal a Sol.
“Ojalá en Francia sucediera lo mismo”
Marion es la guiri del grupo de indignados de Zaragoza. Y con mucho orgullo. Cada día que pasa está más contenta por la decisión que tomó hace unas semanas, cuando se enteró en un artículo del diario francés Le Monde de las marchas que iban a recorrer España. Preparó su equipaje y abandonó su Toulouse natal rumbo a Calatayud (Zaragoza) para unirse a los caminantes. Esta profesora de español ha pasado un año muy duro preparándose las oposiciones y necesitaba unas vacaciones. En España ha encontrado lo que necesitaba; una esperanza en la sociedad actual. Lo que más le emocionó fue la acogida de la gente de los pueblos. Recuerda con cariño la cariñosa bienvenida que le dieron los habitantes de Sigüenza: “Nos daban bolsas llenas de comida, participaban en la asamblea y, en ocasiones, nos prestaban sus casas para dormir”. Dice que se quedará un tiempo: “Ojalá en Francia sucediera lo mismo, pero los jóvenes siguen adormecidos”.
“Tenemos que cambiar el sistema”
Lo de Francesc tiene mérito: ha conseguido llegar pedaleando a Madrid desde Barcelona (unos 650 kilómetros de distancia), a pesar de sus problemas de salud, en 11 días. Una válvula del corazón le funciona mal y solo puede respirar por la mitad de cada pulmón. “Agradezco el apoyo de mis compañeros que siempre han estado ahí para todo”. Se refiere al resto de bicindignados (un total de 25) que le acompañaban. Ha sido un viaje enriquecedor que les ha valido para darse cuenta que “nada es posible sin la ayuda del otro”. En la capital también asistió a un encuentro de la federación de consumidores y afectados por las drogas y el VIH, del que es miembro. Está muy ilusionado con el Movimiento 15-M, del que forma parte desde que los jóvenes se movilizaron en la plaza de Cataluña. “Tenemos que cambiar el sistema y volver a los valores de siempre”. Con su gesta ha querido demostrar que todo es posible. Es cuestión de proponérselo.
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