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Tribuna
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Rubalcaba

Lo que el sábado se esperaba de Rubalcaba era un relato capaz de imprimir un rumbo

Enrique Gil Calvo

No se ha podido resistir la tentación. En esta época de trucos triviales que caracteriza a la “democracia de audiencia”, ha resultado inevitable presentar al flamante candidato socialista como una operación de imagen definida por el cambio de logo fonético: de la Z de Zapatero a la R de Rubalcaba. Un recurso publicitario que además se vio precedido por la famosa pancarta del “P punto” (Alfredo P. Rubalcaba), para recordar subliminalmente que, a diferencia de su rival electoral, apellidado Rajoy Brey, el candidato socialista sí que cuenta con una zeta en sus apellidos (la Z de Pérez), para continuar así la tradición ininterrumpida que mantiene como una constante supersticiosa esa exigencia fonética en todos los presidentes del Gobierno habidos hasta la fecha: Suárez, González, Aznar, Zapatero... ¿y ahora Pérez?

Pero sigamos con la broma banal de la R rubalcabiana. Parece inevitable interpretar su discurso de nominación, pronunciado el sábado pasado, como un Resumen de Reformas a plantear en su futuro programa electoral. Un resumen cifrado en cuatro reformas esenciales, todas ellas de difícil viabilidad: Reimplantación del impuesto al patrimonio de las grandes fortunas (hoy blindadas en las intocables Sicav), Recuperación del empleo por medio de una nueva tasa al beneficio financiero (aunque los impuestos no puedan crear puestos), Remodelación alemana del sistema electoral (prohibida por el art. 68.2 de la CE) y Registro preventivo por parte del Estado de los planes urbanísticos (reservados a las comunidades autónomas por el artículo 148.3 de la CE). Y este resumen de reformas ha parecido aliviar a la militancia partidista, por cuanto implica de Restauración de las esencias socialdemócratas.

Todo lo cual está muy bien pero, según se mire, también parece demasiado poco. Pues lo que el sábado se esperaba de Rubalcaba no era un mero resumen de reformas a plantear sino algo quizás más atrevido: un Relato capaz de imprimir un Rumbo (por seguir con el chiste de las erres rubalcabistas). Un relato creíble que hoy no existe en absoluto, pues lo que hay solo parece un cuento narrado por un idiota, lleno de ruina y de miseria, que carece de sentido (dicho sea parafraseando a Macbeth). Y un rumbo que se perdió hace bastante tiempo, cuando la brújula socialista se rompió con la irrupción de la crisis hace ya tres años, mucho antes del desastroso naufragio del 9 de mayo del año pasado. ¿Y qué rumbo podría haber relatado Rubalcaba?

Cabía esperar un relato como el anunciado el pasado 29 de mayo cuando presentó su candidatura. Entonces planteó la necesidad de “hacer compatibles dos términos antagónicos: continuidad y cambio; continuidad de las reformas estructurales y cambio hacia otra forma de hacer las cosas”. Y sentenció: “La crisis ha sido una tormenta perfecta en tres fases; primero resistimos su llegada, ahora empieza a amainar, y cuando por fin amaine, entonces cambiaremos de rumbo”. Ahora bien, ¿qué rumbo será ese? Era anteayer cuando tenía que haberlo señalado, pero el vago giro a la izquierda que sugirió solo deja una frustrante sensación de marasmo, de navegar en círculos a la deriva, de seguir permaneciendo al pairo. Y entretanto el tiempo apremia, pues la tormenta perfecta prosigue arrastrando al navío socialista hacia un agujero negro electoral comparable al de 1982 (cuando la UCD de Suárez desapareció del mapa), lo que significaría un cambio de régimen político hacia un nuevo sistema de partido hegemónico: el PP.

En efecto, si no se le imprime un cambio de rumbo a tiempo, la trayectoria que por defecto seguirá el electorado español parece precipitarlo hacia el maëlstrom de la mayoría absoluta del PP. Todo, a causa de un depresivo clima de inseguridad colectiva que ha metido el miedo en el cuerpo a la ciudadanía, que aunque se sienta ideológicamente de centro-izquierda, se inclinará por votar al partido conservador como única forma de conjurar las aciagas fuerzas del capitalismo desatado. Y ello no solo porque la inseguridad favorece el voto a la derecha sino por un explicable instinto de conservación, que te lleva a entregarle tu cartera al atracador con tal de salvar la vida. De ahí que para congraciarse con el monstruo capitalista convenga votar a su representante político: el partido de los banqueros, los propietarios y los patronos.

Por eso hacía tanta falta que Rubalcaba fuese capaz de marcar un nuevo rumbo a la ciudadanía, con objeto de recuperar no solo la fidelidad de sus bases (lo que quizás haya conseguido con su discurso del sábado) sino la credibilidad de los votantes moderados que no están alineados (la mayoría del electorado), además de neutralizar el voto de castigo indignado de lo que Vallespín ha llamado la izquierda reactiva (IU + 15-M + Plataforma del Manifiesto). ¿Podrá lograrlo?

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