Ciudades accesibles y colaborativas: un nuevo reto a alcanzar
Las ciudades son las generadoras del 70% de las emisiones de carbono mundiales y de más del 60% del uso de recursos. Hacerlas cada vez más sostenibles supone una evolución en la forma en que se mueven
La ONU ha marcado el 31 de octubre como el día mundial de las ciudades. Por lo tanto, es también el día de los millones de ciudadanos que las habitan. No hace falta remontarse a Mesopotamia para hablar de su evolución según las necesidades de la población y del entorno.
Resulta curioso el hecho de que los principales catalizadores de crecimiento fueran y sean la ubicación, la movilidad, la conectividad de la población y la actividad comercial, amparados por un marco legal seguro y, en ocasiones, protegidas por altas murallas. ¿Cómo fueron nuestros ancestros adaptándose a los nuevos medios de transporte? Con alguna revolución, pero también con sentido común.
En el Objetivo Sostenible número 11 de las Naciones Unidas se aclara que las ciudades y las áreas metropolitanas son centros neurálgicos del crecimiento económico, ya que contribuyen al 60% aproximadamente del producto interior bruto (PIB) mundial. Sin embargo, también representan alrededor del 70% de las emisiones de carbono mundiales y más del 60% del uso de recursos. Del mismo modo, la Organización Mundial de la Salud (OMS) afirma que el entorno en el que se vive condiciona casi el 25% de la salud.
Transformar las urbes implica adaptarse, entender y concienciar.
Aunque se necesiten fijar objetivos a largo plazo, mirar a 2050 puede resultar temerario. Nos encontramos en un momento histórico, donde la incertidumbre y la resiliencia son denominador común. La constante transformación de nuestro hábitat y de las necesidades ciudadanas implica una respuesta coordinada y una adecuación de las ciudades, la misma que debe de ser específica a las demandas y características de cada ciudad.
Las ciudades cada vez están más conectadas, son más plurales, y están en continuo movimiento, con miles de desplazamientos diarios y con ciudadanos cada vez más concienciados sobre el medioambiente.
Son urbes en las que uno puede desplazarse en transporte público; en vehículo privado, de combustión, híbrido o eléctrico, propio o compartido; en patinete; moto o bicicleta, y que combinarlos entre sí sea cada vez más frecuente. Por ello, el reto es diseñar metrópolis donde la movilidad sea sostenible, multimodal y accesible.
Puede parecer un trabalenguas, pero no lo es. Se trata de ciudades conectadas. Están reguladas por consistorios que colaboran con compañías y que tienen el bienestar del ciudadano como objetivo y destino común. Metrópolis donde el coche tradicional es necesario, pero este se desplaza hacia otras opciones en función del tipo de población. Se busca que en ellas exista una oferta integrada y personalizada de los modos de transporte y en donde la planificación urbana considere a todos los agentes del cambio.
Las ciudades y las áreas metropolitanas son centros neurálgicos del crecimiento económico, ya que contribuyen al 60% del PIB mundial, pero también al 70% de las emisiones de carbono mundiales
En este sentido, la hoja de ruta está marcada desde distintos niveles legislativos, europeos, nacionales y municipales. La Ley de 2021 sobre el Cambio Climático y Transición Energética junto al proyecto de Real Decreto, que regulan las zonas de bajas emisiones, y el anteproyecto de Ley de Movilidad Sostenible son ejemplos del marco legal sobre el que actuar. La Ordenanza de Movilidad Sostenible de la ciudad de Madrid, que busca mejorar la calidad del aire en la ciudad, es también una muestra de este interés.
Con ello, el futuro de las urbes es hoy, lo fue ayer y lo será mañana. El compromiso con la mejora de la calidad de aire y sostenibilidad supone una evolución de la forma en la que las ciudades se mueven. La concienciación individual, el respeto al medioambiente y al patrimonio de cada una deriva en el uso racional del transporte. Que esto es necesario para garantizar la movilidad es innegable y la tecnología, junto al análisis y aplicación de datos seguros, son también palancas clave.
El papel de todos los agentes implicados en la movilidad urbana es ser catalizadores del cambio. Esto supone tener aún más en cuenta al ciudadano, proveer de soluciones reales, priorizar sus necesidades y adaptarse a la fisionomía de cada ciudad.
La constante transformación de nuestro hábitat y de las necesidades ciudadanas, implica una respuesta coordinada y una adecuación de las ciudades
Se requiere de una transformación que implique vehículos menos contaminantes, pero también soluciones para todos. La aspiración es que la elección del tipo de transporte se base en optar por el modo más eficiente. Y que las urbes cuenten con unas infraestructuras físicas y digitales en constante adaptación. La movilidad también debería estar conectada a los medios digitales y plataformas, y que estas sean la principal vía de comunicación entre el ayuntamiento, los gestores de movilidad y el ciudadano. Mientras que el usuario debería contar con la información y capacidad de acceso a entornos urbanos. Entonces, es necesaria una tecnología que facilite la toma de decisiones e implique un ahorro de costes, para el usuario y para la metrópoli.
El ciudadano desea una urbe accesible, pero con la menor congestión; en movimiento, pero sencilla en la elección de transporte; con soluciones globales, pero adaptadas a su barrio de residencia y hábitos de vida; con opciones para la compra local, pero también eficiente en la entrega de la que hace online.
Transformar implica adaptarse, entender y concienciar. Las ciudades se moverán con drones, taxis voladores, coches autónomos, a pie o en cualquier opción de movilidad propia o compartida; que se desarrolle, pero, sobre todo, con capacidad para que sus habitantes puedan elegir responsablemente dónde, cuándo y cómo moverse.
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