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Red de expertos
Tribuna
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Sistemas de salud víctimas de una ‘tormenta perfecta’

Para las poblaciones vulnerables en contextos frágiles y afectados por conflictos, las crisis continuas pueden echar por tierra años de progreso en sanidad

Sistema de Salud
Naz, una mujer afgana de 20 años, se toma la tensión en el Centro de Salud Integral de Kadakhstan, en Herat, al oeste de Afganistán, el pasado 20 de agosto.Mark Naftalin (Unicef)

El año 2023 ha sido calificado como decisivo para la acción mundial en materia de salud. Hace pocas semanas se reunieron en Berlín representantes gubernamentales, de la comunidad científica, del mundo de los negocios y de organizaciones de la sociedad civil para establecer un programa que permita contar con mejores servicios de salud en el futuro.

Centrarse desde ya en las posibles medidas que hay que tomar es fundamental en un mundo donde las vulnerabilidades de los sistemas de salud siguen expuestas como consecuencia del cambio climático, los conflictos, la continua evolución de la covid-19 y las crisis del costo de la vida y la deuda. Para las poblaciones vulnerables en contextos frágiles y afectados por conflictos, estas crisis continuas pueden crear una tormenta perfecta que eche por tierra años de progreso en materia de salud.

En los últimos días, la crisis humanitaria en Gaza ha demostrado trágicamente el alcance de las presiones que los conflictos ejercen sobre los sistemas de salud. Los ataques a los servicios de salud, la falta de energía, agua o suministros simplemente significan que los hospitales no pueden salvar vidas.

Las inundaciones de septiembre en Libia mostraron otro panorama trágico: miles de personas perdieron la vida, muchas más se vieron desplazadas y las comunidades se quedaron sin acceso a los servicios básicos y de salud. Años de conflicto e inestabilidad política han degradado la infraestructura crítica y han debilitado los sistemas de salud, al mismo tiempo que los efectos del cambio climático han hecho que las tormentas sean más probables e intensas.

Desafortunadamente, esto no es, ni será, una emergencia aislada.

Casi una cuarta parte de la población mundial vive actualmente en zonas afectadas por conflictos, desplazamientos y desastres naturales. De los 25 países más vulnerables ante el cambio climático y menos preparados para adaptarse a este, la mayoría también vive un conflicto armado. Además, las consecuencias del cambio climático relativas a la salud son costosas: se estima que los daños directos a los sistemas de salud tendrán un costo de entre 2.000 y 4.000 millones de dólares anuales (entre 1.900 y 3.700 millones de euros, aproximadamente) para 2030.

Los conflictos tienen repercusiones de gran alcance en la salud de las personas y las comunidades, desde lesiones directas y violencia hasta desplazamientos y traumas mentales y psicológicos. Los conflictos también afectan a los sistemas de salud, dañan infraestructura clave, interrumpen el suministro de medicamentos esenciales y dificultan el acceso a agua limpia e instalaciones de saneamiento, lo cual contribuye a empeorar las condiciones de salud. Asimismo, la crisis climática está agravando la fragilidad existente —desastres naturales, estrés térmico, contaminación atmosférica y propagación de enfermedades infecciosas—, lo cual dificulta la prestación de servicios de salud esenciales donde más se necesitan.

En este contexto, contar con sistemas de salud resilientes es fundamental para cumplir la promesa de no dejar a nadie atrás, tal como acordaron los países cuando se comprometieron a respaldar los Objetivos de Desarrollo Sostenible en 2015.

¿Cómo podemos diseñar, construir y mantener instalaciones de salud que puedan hacer frente a las perturbaciones relacionadas con el clima? ¿Cómo podemos garantizar que las instalaciones de salud tengan acceso a energía limpia y confiable para su funcionamiento? ¿Cómo podemos asegurarnos de que esas instalaciones tengan los suministros que necesitan para funcionar? ¿Cómo podemos asegurarnos de que cuenten con el personal adecuado? ¿Y de que este personal de salud esté adecuadamente capacitado y remunerado?

Los conflictos afectan a los sistemas de salud, dañan infraestructura clave, interrumpen el suministro de medicamentos esenciales y dificultan el acceso a agua limpia

Hemos aprendido muchas lecciones sobre soluciones prácticas que pueden mejorar el acceso a los servicios de salud, incluso en medio de conflictos en curso. Por ejemplo, en Yemen, los años de conflicto han socavado gravemente el sistema de salud y han dejado a 20,3 millones de personas sin acceso a servicios de salud básicos. Para hacer frente a esta situación, un proyecto de UNOPS (agencia de la ONU especializada en logística) que beneficia a unos 3,4 millones de personas rehabilita instalaciones y salas de hospital, mejora la infraestructura hídrica y aumenta la eficiencia energética, al mismo tiempo que incorpora consideraciones de género. Asimismo, forma a personal en la gestión y el mantenimiento de los equipos médicos. El objetivo es hacer que las instalaciones médicas sean más eficientes y adaptables para responder a brotes y epidemias. Sin embargo, se necesita mucho más, ya que las necesidades son ingentes: aproximadamente la mitad de las instalaciones de salud de Yemen funcionan parcialmente o no funcionan debido a la ausencia de personal y financiación y a la escasez de energía, así como a la falta de medicamentos, suministros y equipos.

En Ucrania, en medio del conflicto actual, se trabaja para mejorar la eficacia de los servicios médicos, aportando fuentes de energía confiables y adquiriendo y suministrando equipos médicos esenciales. También en este caso, el desafío consiste en mantener un enfoque a largo plazo en la creación de sistemas de salud más sólidos que puedan resistir las perturbaciones y las tensiones, al tiempo que se responde a las necesidades inmediatas. Hemos aprendido que no debemos esperar a que el conflicto llegue a su fin para empezar el proceso de rehabilitación y reconstrucción.

No hay desarrollo sin salud. Y en el caso de las poblaciones vulnerables de las zonas frágiles y afectadas por conflictos, la acción y la inversión para mejorar el acceso a la atención de la salud deben llegar de manera inmediata. Estas medidas deben responder a las necesidades actuales y sentar las bases de un futuro resiliente, inclusivo y sostenible.

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