La FIFA debe responsabilizarse por los abusos sufridos por trabajadores migrantes en Qatar
Tul Bahadur Gharti murió después de estar más de 10 horas a 39 ° en una obra en la sede de la próxima Copa Mundial de fútbol. Su esposa jamás recibió una explicación ni compensación. Eso tiene que cambiar para ella y el resto de afectados
En menos de dos semanas, el presidente de la FIFA, Gianni Infantino, ocupará su asiento en el partido de apertura de la Copa Mundial 2022, en la que el país anfitrión, Qatar, se enfrentará a Ecuador en el vanguardista estadio Al Bayt, en Doha. El lugar, una de las siete sedes construidas especialmente para el torneo, es la joya de la corona de un proyecto de desarrollo urbanístico mastodóntico que ha transformado la capital de Qatar y sus alrededores y que se inició en 2010, cuando la FIFA concedió al país los derechos de organización del evento deportivo. Se ha edificado una infraestructura con centros de entrenamiento, hoteles y autopistas, que, según informes, ha costado 200.000 millones de dólares estadounidenses (una cantidad similar en euros), en previsión del millón y medio de aficionados al fútbol que asistirán a lo que probablemente sea el mayor evento deportivo del mundo.
Los millones de trabajadores y trabajadoras migrantes que hicieron posible todo esto también han pagado un precio muy alto. El que más, Tul Bahadur Gharti, ciudadano nepalí de 34 años que murió mientras dormía, en noviembre de 2020, tras haber trabajado en una obra más de 10 horas a temperaturas de hasta 39°. La esposa de Gharti, Bipana, jamás recibió una explicación sobre lo que le ocurrió a su marido. Según el certificado de defunción expedido por las autoridades qataríes, Gharti, sin historial de problemas de salud, había muerto por “causas naturales”.
En mayo de 2022, Amnistía Internacional y otras 24 organizaciones de la sociedad civil y sindicales se dirigieron por escrito a Gianni Infantino para solicitar la creación de un programa de indemnización por los abusos sufridos por personas como Gharti y Bipana. La suya es solo una de las innumerables historias de sufrimiento humano que se esconden tras la brillante fachada que Qatar presentará al mundo a partir del 20 de noviembre. Como muchas organizaciones hemos documentado ampliamente, cientos de miles de trabajadores y trabajadoras migrantes —predominantemente del sur y el sudeste de Asia y África— han sido sometidos a abusos y explotación laboral incontrolados: tasas de contratación desorbitadas, condiciones constitutivas de trabajo forzoso, pérdida e impago de salarios y largas horas de trabajo sin librar. Sin embargo, la muerte de Gharti, como la de otros miles, continúa sin explicación.
La lista de quienes apoyan la petición de Amnistía de que se establezca un programa de compensaciones es cada vez más amplia y diversa, e incluye las asociaciones de fútbol de Inglaterra, Alemania, Francia, Países Bajos y Estados Unidos; patrocinadores del torneo como Coca-Cola, Adidas, Budweiser y McDonald’s; y, a través de un vídeo que se hizo viral el mes pasado, la selección nacional de Australia.
Una encuesta mundial reveló que el 84% de las personas que probablemente verían algún partido de la Copa Mundial también estaban a favor de la propuesta. Y en medio de este clamor creciente, la voz más importante, la de Gianni Infantino, ha guardado un llamativo silencio. A pesar de que la FIFA ha asegurado, en público y en privado, que está “considerando la propuesta”, Infantino, aparte de unas pocas trivialidades, ha eludido sistemáticamente el tema y hasta la fecha no ha respondido a la carta conjunta que le enviamos. La semana pasada, él envió a su vez una carta en la que se dirigía a los 32 países competidores, los instaba a “centrarse en el fútbol” y dejaba de lado los motivos de preocupación en materia de derechos humanos, que parecía desestimar por ser “batallas ideológicas o políticas”.
En la evaluación de la candidatura de Qatar como sede del Mundial, la FIFA no mencionó ni una sola vez los derechos humanos
La carta de Infantino es un burdo intento de rehuir la culpabilidad de la FIFA por esos abusos y su inequívoca responsabilidad para con esos trabajadores. La propia política de la organización establece su compromiso de reparar los atropellos contra los derechos humanos a los que ha contribuido. Dada la bien documentada historia de excesos contra los derechos laborales de Qatar, la FIFA sabía—o debería haber sabido—los evidentes peligros que implicaba en este sentido la elección de Qatar como sede del torneo. A pesar de ello, en la evaluación de su candidatura, la FIFA no mencionó ni una sola vez los derechos humanos ni a los empleados, ni puso ninguna condición sobre garantías laborales. Desde entonces, la organización ha hecho sumamente poco para prevenir o mitigar esos riesgos.
No toda la jerarquía de la FIFA se ha mantenido tan callada. En octubre, el secretario general adjunto de la organización, Alasdair Bell, afirmó ante el Consejo de Europa que era “importante intentar conseguir que cualquier persona que haya resultado herida a consecuencia de su trabajo en la Copa Mundial reciba algún tipo de compensación”. Y añadió: “Esto es algo que nos interesa hacer avanzar”. Buenos sentimientos que demuestran que el apoyo está llegando a las más altas esferas de la FIFA, pero que, sin la bendición de Infantino, se quedarán en palabras vacías.
Desde que el italiano se hizo cargo de la presidencia de la FIFA, en 2016, el organismo ha llevado a cabo un notable giro en su enfoque de los derechos humanos. Su mandato ha coincidido con reformas laborales positivas en Qatar, si bien aún queda mucho camino por recorrer. Con todo, el establecimiento de la primera política de derechos humanos de la FIFA en 2017, el anuncio de la Estrategia de Sostenibilidad de la Copa Mundial de Qatar en 2020 y los criterios en materia de derechos humanos para las candidaturas de la Copa Mundial de 2026 también han sido importantes indicadores de avance.
El número de personas afectadas y la magnitud de los abusos en la construcción de infraestructuras para el Mundial en Qatar hacen que establecer un paquete de compensaciones sea complejo, pero esto no debe servir de excusa
Algo fundamental en esas políticas es el compromiso de la FIFA de corregir los daños a los que ha contribuido y asegurarse de que no se repitan. Ahora, la organización debe ir del dicho al hecho. Si Infantino se comprometiera a ofrecer compensaciones, esto sería una demostración tangible de que la entidad está seriamente comprometida con el respeto a los derechos humanos.
Algo que tanto la FIFA como Qatar suelen repetir, y que Bell citó en su intervención ante el Consejo de Europa, es que un paquete de compensaciones sería complicado de estructurar y administrar. El número de personas afectadas y la magnitud de los abusos hacen que la tarea sea compleja, pero esto no debe servir de excusa para no actuar o para retrasarlo más. Existen soluciones cuando hay voluntad de encontrarlas.
Todo lo que pedimos en esta etapa es un compromiso firme por parte de la FIFA de que los empleados que hayan sufrido abusos serán compensados y que se financiarán programas para evitar más, incluido un centro donde puedan aprender cuáles son sus derechos y solicitar ayuda y consejo legal. Todo esto puede conseguirlo Infantino de un plumazo. Los detalles, que deberán debatirse con las autoridades qataríes, sindicatos, expertos independientes y con los propios trabajadores, pueden dejarse para después de que haya terminado la Copa Mundial. El dinero no debería ser obstáculo dada la cifra de 6.000 millones de dólares estadounidenses que obtendrá la FIFA con el torneo.
Para personas como Bipana, no hay dinero en el mundo que pueda borrar su sufrimiento ni devolverles a sus seres queridos. Pero un paquete de compensaciones económicas será de gran ayuda para que las víctimas y sus familias rehagan sus vidas. Si Gianni Infantino desea realmente que el mundo se centre en el fútbol durante la Copa Mundial, debe empezar por asegurarse de que las personas que hicieron posible el evento reciben la justicia y la compensación que se merecen. El tiempo corre.
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