El camino hacia la recuperación de las supervivientes de la mutilación genital femenina
En Valencia, solo este año, más de 26 mujeres han pasado por la Unidad de Referencia para la Cirugía Reconstructiva. Un proceso para sanar sus heridas y empezar a disfrutar de su sexualidad, bienestar y felicidad
En España viven cerca de 70.000 mujeres procedentes de países donde se practica la mutilación genital femenina (MGF), de las que más de 18.000 son menores de 14 años, según la Red Estatal Libres de MGF. Mi nombre es Aminata Soucko, soy de Malí y hoy 28 de septiembre, Día Internacional por los Derechos Sexuales y Reproductivos, vengo a contar una perspectiva diferente de lo que supone la mutilación genital femenina, desde el punto de vista de una mujer que ha sobrevivido a ella, de una madre que quiere evitar que su hija la sufra y que miles de personas sigan manteniendo esta costumbre inhumana (si es que esa palabra sigue teniendo algún sentido en este mundo tan bello y tan desalmado a la vez).
200 millones de mujeres han sufrido la mutilación genital femenina en todo el mundo y si nada cambia, de aquí a 2030 habrá 68 millones más. Esta práctica está reconocida internacionalmente como una violación de los derechos humanos de las mujeres y niñas, y no tiene ningún tipo de beneficio para la salud. En mi caso, por suerte, no la recuerdo tanto como las chicas que la sufren a los 14 años, pero sí he sufrido las mismas consecuencias físicas y psicológicas. Por todo ello, por todas las condiciones en las que se realiza, existen muchos factores de riesgo tanto a nivel físico como psicológico.
Con solo una semana de vida sufrí la MGF del tipo III, en la que me cortaron el clítoris y los labios mayores y menores, dejando solo un pequeño agujerito para la micción y el goteo de la menstruación. A los 17 años me obligaron a casarme, tuve que dejar mis estudios y venir a España donde vivía mi exmarido desde hacía años. Mi sueño de estudiar y ser médica se rompió.
Mi sexualidad, debido a la mutilación que sufrí y a mi matrimonio forzoso, siempre la he vivido de forma traumática, pero no sabía por dónde empezar para solucionarlo
Durante muchos años sufrí malos tratos, hasta que un día empezó a pegarme y mi hija, a la que sostenía en brazos, casi se cae al suelo. En ese momento decidí salir de casa y separarme de él. Fui la primera mujer en mi comunidad en poner una denuncia por violencia de género y, por ese motivo, fui rechazada; porque no está bien visto que una mujer se divorcie. Pero yo lo tenía muy claro y cuando tomé la decisión nunca di marcha atrás. Después de años de sufrimiento, conseguí tener el coraje para rebelarme contra todas estas injusticias. Dejé atrás un matrimonio forzoso y una larga historia de violencia de género.
Deseaba tanto estudiar que homologué mis estudios previos y, con mucho esfuerzo, estudié hasta obtener dos títulos de Técnico Superior de Formación Profesional, uno de ellos de la rama sanitaria. También he completado la formación en Agente de Salud de Base Comunitaria, impartida por la Conselleria de Salud Pública de la Generalitat Valenciana, y posteriormente me he especializado en abordaje socio-sanitario de la MGF. De la gratitud que siento, nace en mí la vocación de ayudar a otras personas con la intención de favorecer la salud, especialmente si se encuentran en una situación parecida a la que yo sufrí.
Mi sexualidad, debido a la mutilación que sufrí y a mi matrimonio forzoso, siempre la he vivido de forma traumática, pero no sabía por dónde empezar para solucionarlo. Un día me enteré de que existía una operación para que a las mujeres que habíamos sido mutiladas nos pudieran reconstruir el clítoris y que ese fuera el inicio de nuestra sanación física y también psicológica. Con muchas dificultades, ya que mi médico de cabecera de aquel entonces no tenía ni idea de lo que era la mutilación y las posibilidades del tratamiento, en 2013 llegué al Hospital Universitario Doctor Peset de Valencia, en el que me ayudaron. Cuando me operé hace nueve años no existía ningún Protocolo de actuación sanitaria ante la mutilación genital femenina en la Comunitat Valenciana ni tampoco la Unidad de Referencia para la Cirugía Reconstructiva; entonces yo no sabía, por ejemplo, qué cuidado tenía que llevar en el postoperatorio. Me costó mucho recuperarme, pero lo logré.
Es muy importante curar las heridas psicológicas y los traumas. Las supervivientes están empoderadas y ayudan a muchas otras a que también se sientan mujeres completas
En 2016 se creó el protocolo de actuación sanitaria en la Comunitat Valenciana y ahí fue cuando me ofrecí como voluntaria para acompañar a las mujeres contándoles mi experiencia y ayudándolas con las curas y con todo lo que necesitaran. Acompaño a las supervivientes de forma multidisciplinar, precisen o no reconstrucción del clítoris. La finalidad no solo es recuperar la función sexual, negada por el hecho de nacer mujer, sino reconstituir a través de ella y de la educación para la equidad de género la auto identidad de estas mujeres, así como su poder de decisión y de elección en el resto de áreas de su vida. Es un llamamiento a la libertad que pretende generar un estado de autosuficiencia, bienestar y felicidad.
Cada vez que tienen que acudir a consulta, las acompaño y les explico mis experiencias en el proceso, les traduzco la información, les cuento cómo será la operación, el cumplimiento de los tratamientos sanitarios y los cuidados de enfermería que necesitan. Considero que mi papel es ser un puente entre el personal médico y las pacientes, para que se sientan entendidas y acompañadas en un proceso que no es fácil.
Aún hay mucho desconocimiento y tabús en torno a la sexualidad femenina, por ejemplo, muchas de las mujeres a las que atendemos no entienden cómo si se corta algo, puede volver a recuperarse. Yo les explico que el clítoris no es solamente la zona exterior, sino que también existe hacia dentro, que mide entre unos 12 a 14 cm. Las mujeres que yo acompaño son de distintos países de África como Mali, Costa Marfil, Nigeria, Guinea Conakry, Gambia, Senegal y Togo. Cada vez más mujeres se animan a hacerse la reconstrucción.
En 2020, junto a profesionales sanitarios de las ramas de ginecología, psicología y trabajo social, creamos la Red Aminata. Desde la asociación, estamos trabajando para que sea reconocida la necesidad de proporcionar información y apoyo para la salud psicológica y física de quienes sufren de alguna forma la mutilación. Ante todo, visibilizar y sensibilizar, pues es una práctica que atenta contra los derechos humanos, causa demasiado daño y la mejor acción es prevenir que suceda.
Siempre he pensado que para cambiar el mundo se tiene que empezar por una misma. Gracias a la lucha y sensibilizando a la gente he podido cambiar la mentalidad de mi familia y mi entorno
Trabajamos para promover que todas las personas tengan garantizado su derecho a la salud, es por esto que hemos generado una alianza entre Red Aminata, la Unidad de Referencia para la Cirugía Reconstructiva y Farmamundi, donde ahora trabajo como Técnica de Acción Social. Gracias a su apoyo puedo seguir con este acompañamiento y seguimiento que es fundamental para la buena recuperación médica y psicológica de estas mujeres. Estoy muy contenta porque en este camino cada vez se han unido más mujeres a las que yo he acompañado y también se ofrecen voluntarias para ayudar a otras mujeres.
Los códigos culturales son distintos según los países. Es importante la mediación intercultural con el equipo médico y con las pacientes para hacerles conocedores de las diferentes costumbres sociales. Por poner solo unos ejemplos, en los países africanos es signo de falta de respeto dirigir la mirada fijamente hacia una persona, cosa que en Europa es todo lo contrario, motivo por lo que la paciente en ocasiones se puede encontrar en una situación incómoda; para evitarlo, entonces, es primordial la mediación para explicar esto informando al personal sanitario. Asimismo, estas pacientes, debido a sus costumbres, creencias religiosas y vivencias de origen, pueden sentir pudor y vergüenza al mostrar su cuerpo, para que ello no ocurra y haya un total entendimiento intervendría mediando entre ambos interlocutores. La ruptura de tabúes culturales y mitos ayuda a acercar posiciones y limar posibles malentendidos.
La mutilación genital afecta a la mujer tanto física como psicológicamente. Las niñas y mujeres mutiladas no solo sufren una lesión en su cuerpo y en su psique, al inhabilitar su función sexual y generarles estrés postraumático, sino que se les niegan sus derechos al ser sometidas a torturas, tratos crueles, inhumanos o degradantes (derechos de salud, vida, seguridad e integridad física), y sus necesidades básicas (a la supervivencia, el bienestar, la libertad y la igualdad). Es muy importante este trabajo para curar las heridas psicológicas y los traumas. Las supervivientes están empoderadas y ayudan a muchas otras a que también se sientan mujeres completas.
Las niñas y mujeres mutiladas no solo sufren una lesión en su cuerpo y en su psique, al inhabilitar su función sexual, sino que se les niegan sus derechos al ser sometidas a torturas, tratos crueles, inhumanos o degradantes
Con orgullo, puedo decir que las cosas han ido cambiando mucho gracias a todo el esfuerzo que estamos poniendo, pero aún queda mucho camino por recorrer. Al llegar aquí decidí no mutilar a mi hija y aunque fue difícil he logrado que en mi familia en Malí no mutilen a las niñas que nacen en el entorno de mi pueblo. Esto lo he hecho sensibilizándolas y explicándoles todos los daños que causa la mutilación y poco a poco ellas lo han entendido. Siempre he pensado que para cambiar el mundo se tiene que empezar por una misma. Gracias a la lucha y sensibilizando a la gente he podido cambiar la mentalidad de mi familia y mi entorno.
En el futuro creo que si todas las personas nos uniéramos y lucháramos juntas, poco a poco esto dejaría de existir. Que todas las mujeres se metan en la cabeza que lo que le pasa a una mujer nos pasa a todas. Necesitamos más voces que se unan a nosotras para que esto cambie.
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