Níger, entre costuras
El Festival Internacional de la Moda en África (FIMA) sirve de excusa al fotógrafo Héctor Mediavilla para retratar la cara B de este país pobre y convulso del Sahel en su exposición ‘Una aguja en el desierto’, que se expone en Casa África
Miriam y Nadia Abdou Salèye tenían 16 y 14 años, respectivamente, cuando se le cruzaron en el camino al fotógrafo y contador de historias Héctor Mediavilla. Mestizas, fruto ambas de la unión de un libanés y una nigerina, fueron educadas como cristianas, vivían con su madre divorciada y asistían a una escuela privada evangelista en aquel momento. Las dos deseaban ser modelos, un sueño que lograron cumplir en la 9º edición del Festival Internacional de la Moda en África (FIMA), que se celebró en Niamey, en 2013. Mediavilla las descubrió allí, calzándose tacones infinitos y embutiéndose en diseños de autores africanos cargados de lentejuelas, acabados en faldas mínimas, envueltos en tules y pliegues. Allí las retrató, también, por primera vez.
A Mediavilla le inspiran los proyectos de largo recorrido, que respiran y crecen durante años, así que siguió retornando al FIMA y encontrándolas sobre la pasarela y fuera de ella. Observó cómo crecían, maduraban y se asentaban y cómo su madre no dejó que los pájaros comieran sus cabezas llenas de —precarios y precarizantes— sueños de moda. Miriam inició la carrera de derecho en 2016, pero —aconsejada por su progenitora— la abandonó para decantarse por una licenciatura en Comunicación y Multimedia que complementó con un máster y estudios en Gestión de Proyectos.
Creó su propia empresa de eventos y comunicación hace apenas tres meses. No quiso dejar la moda de lado por completo: tanto ella como su hermana han desfilado en varios países africanos y ganaron concursos de moda durante los últimos años. En su caso, Miss Facebook Níger y Miss Níger en 2020.
Su hermana Nadia fue segunda en el concurso Miss Or y acaba de ser seleccionada para representar a su país en Miss Africa Golden 2021, una competición que tendrá lugar en Turquía. Además, sigue sus pasos y se presentará a la próxima edición de Miss Níger. Sin interés en la universidad o en estudios más “formales”, Nadia se decantó por una formación en cuidados estéticos en Marruecos al acabar el bachillerato y, tras completarla, abrió su propio instituto de belleza en Niamey: Flawless.
Al mismo tiempo que descubría a las hermanas, Mediavilla conoció a Haoua Ide, modelo profesional a esas alturas, con cinco años de experiencia y mayor que ellas a sus breves 23 años. Haoua le confesó que soñaba con viajar, enamorarse, tener hijos, vivir en una casa junto al río, fundar un orfanato. Trabajaba como relaciones públicas en una discoteca de la capital y vivía en Niamey con su pareja, un militar francés. Séptima hija en una familia tradicional musulmana, humilde y que veía con malos ojos el mundo de la moda, ocultó su profesión durante años a su entorno, donde rompió muchas barreras. Con el tiempo y los encuentros, Mediavilla pudo seguir su trayectoria, tanto sobre las pasarelas como personal, y supo de su mudanza a Francia, su boda y su primer hijo, Noah. Haoua lanzó su propia marca de moda en junio de este año, dirigida a la mujer negra, y se embarca en campañas de lucha y sensibilización en cuestiones como la despigmentación de la piel.
Éstas son tres de las historias que el fotógrafo nos muestra en su último proyecto expositivo, comisariado por Mónica Santos y que se denomina Una aguja en el desierto. Las salas de exposición de Casa África acogen esta muestra a partir de esta semana y hasta el próximo 14 de enero, exhibiendo una pieza audiovisual y tres series fotográficas en las que el autor quiere visibilizar las contradicciones que aparecen en el proceso de desarrollo de ciertos países del Sur.
La intención de la exposición es revelarnos una de las muchas caras B de un país del Sahel apenas conocido, frecuentemente confundido con Nigeria, y que ostenta el triste honor de ocupar habitualmente el último lugar en el índice de desarrollo humano publicado por la ONU. Omnipresente en los medios por la violencia yihadista recurrente o una tasa de fertilidad que Emmanuel Macron coló en el debate público sobre el desarrollo del continente africano, Níger es también país de paso para muchos de los migrantes que llegan a nuestras costas, una mina de uranio inmensa bajo el sol implacable del Sahel, una universidad que se vuelca en el español a pesar de la tasa nacional del 70% de analfabetismo y el nuevo centro operacional de Barkhane en la zona, una vez abandonado el díscolo Mali. Entre otras cosas.
Mediavilla decidió superar la caricatura fácil y el cliché negativo con las series fotográficas tituladas Una aguja en el desierto, Las hermanas Abdou Salèye y Haoua Ide. Su vocación: documentar algunas historias que tienen como telón de fondo el FIMA y, de paso, “lanzar la posibilidad (y necesidad) de crear una gran industria de moda africana que sea exportable a los países del Norte y que sirva como motor en el desarrollo de los países subsaharianos, incluso de los más pobres como Níger”.
Mediavilla orientó el objetivo hacia lo que generara cultura de paz, desarrollo, crecimiento socioeconómico y creatividad. Le interesaba, además, hablar de una iniciativa local, al margen del modelo de desarrollo impuesto desde el Norte y sus agencias y que ponía en solfa el status quo cultural y religioso predominante en Níger. Con la intención de hacernos llegar esa narrativa, eligió imágenes realizadas entre 2013 y 2017 en Niamey y Agadez, en las que nos desvela lo que ocurre durante la preparación y desarrollo del FIMA, profundizando además en las historias personales de Miriam, Haoua y Nadia. Añadió al cóctel capturas de sus redes sociales y una pieza audiovisual inédita de tres minutos y medio de duración, en la que contextualiza el FIMA en su entorno.
Mediavilla quiso dejar espacio en el proyecto para Alphadi, el visionario detrás del FIMA, una iniciativa que comenzó a tomar forma en los márgenes del desierto del Sáhara en 1998. Más allá de descubrir talentos como el de Haoua o desplegar pasarelas de modelos bajo los focos, Alphadi concibe el FIMA como un espacio de intercambio, una plataforma de relaciones y sinergias, un momento de crecimiento personal y profesional y de aprendizaje, un escaparate de promoción del talento africano. Su festival languidece, a causa de la violencia en el Sahel, de unos años para acá. En 2013, cuando Mediavilla llegó al FIMA, el evento había dejado los espectaculares espacios al aire libre de sus primeras ediciones para protegerse en un lugar cerrado y custodiado por las fuerzas de seguridad. Se suspendió la edición de 2015 por la inseguridad y la décima edición, la última por el momento, se desarrolló en Agadez en diciembre de 2016, blindada y bajo el lema “educación e industria para una África de mestizaje y paz”.
Héctor Mediavilla es un narrador de historias visuales residente en Barcelona. El eje central de su obra aborda cuestiones referentes a la construcción de la identidad en grupos humanos singulares y su relación con el entorno. Ha sido publicado y premiado y ha expuesto en diferentes lugares, entre ellos Casa África, donde se pudieron visitar las muestras ”Un sueño de ida y vuelta. La Sape Congolesa” (2011) y ”Afrotopía” (2019).
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