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El cine africano despega y Netflix lo sabe

Un informe de la Unesco ha puesto cifras al gran potencial de la industria cinematográfica y audiovisual de África, en la que trabajan cinco millones de personas. Podría multiplicar sus beneficios y su impacto en el desarrollo de los países con una mejor estructuración y con las plataformas digitales como aliadas. Netflix, Amazon o Filmin compran y producen cada vez más en el continente

Fotograma de la película 'La noche de los reyes', de Philippe Lacôte.

A una semana escasa de una de las mayores citas del cine africano, el festival Fespaco, que se celebrará entre el 16 y el 23 de este mes de octubre en Uagadugú (Burkina Faso), la Unesco publica, para abrir boca, un análisis exhaustivo sobre el estado y el potencial de la industria cinematográfica en el continente. En cifras, el informe señala que el sector emplea actualmente a cinco millones de personas y representa 5.000 millones de dólares del PIB de África, unos 4.300 millones de euros. Pero podría ser superior. Cuatro veces más según la Federación Panafricana de Cineastas (FEPACI) que genera cerca de 20 millones de puestos de trabajo.

Más allá de estos números, el potencial es aún mayor. A nadie se le escapan los malos momentos del sector cultural en general durante el último año y medio de pandemia de covid-19. Muchas industrias experimentaron un período de disrupción sin precedentes en todo el mundo, incluida África. Para el sector cinematográfico y audiovisual en particular, estos últimos 18 meses han estado marcados por enormes desafíos relacionados con el cierre de teatros y el aplazamiento de la mayoría de las actividades de producción.

Sin embargo, este parón reveló a su vez oportunidades sin precedentes, ya que el público recurrió en masa a las plataformas en línea para satisfacer una inmensa sed de conexión, conocimiento y entretenimiento. A nivel internacional, los cines africanos gozan cada vez de mayor proyección. Netflix, Amazon o Filmin tienen sus canales y compran y producen cada vez más en el continente, abriendo el panorama narrativo históricamente desolador sobre África.

El éxito internacional de películas como El hombre que vendió su piel (Ben Hania), La noche de los reyes (Philippe Lacôte), Atlantiques, de Mati Diop, contribuye, como lo hacen también la música, la moda o las artes visuales, al surgimiento de un nuevo soft power africano.

Por otra parte, la revolución digital en marcha, que comenzó hace 20 años y se aceleró con la pandemia “ha supuesto un verdadero hito para la industria en el continente, favoreciendo no solo distribuir, sino también monetizar el contenido a través de plataformas en línea (desde YouTube y otras redes sociales hasta servicios de video móviles locales, como el senegalés Wido) que permiten el surgimiento de una nueva economía para los creadores de contenido. En países como Kenia, Ruanda, Etiopía y Senegal, las nuevas generaciones de cineastas ahora pueden vivir de los ingresos generados en línea por su trabajo”, señala el estudio de Unesco.

Sorteando obstáculos

A pesar del importante crecimiento de la producción en todo el continente, donde Nigeria, por ejemplo, produce unas 2.500 películas al año, el informe sostiene que este potencial sigue sin aprovecharse del todo. Además de la gigante industria nigeriana conocida como Nollywood, otros países como Kenia, Uganda, Etiopía o Sudáfrica tienen también un sector cada vez más prolífico, con características propias de cada zona que responden a la idiosincrasia de sus públicos pero también a la necesidad de innovar ante las carencias de los entornos.

Nigeria produce unas 2.500 películas al año

Aunque hoy en día los equipos cinematográficos digitales se han vuelto más asequibles, el estudio identifica los desafíos persistentes que afectan a la industria, especialmente la libertad de expresión, —profesionales de 47 de los 54 países considerados informan de las limitaciones en los temas que pueden manejar—, la formación y la conectividad a Internet, que finalmente estarían mermando el desarrollo de la industria en el continente tanto a nivel cuantitativo como cualitativo.

Lo contaban cuatro veteranos cineastas sudaneses con ironía y tesón en el multipremiado documental Hablando de árboles (Suhaib Gasmelbari, 2019): muchas de las salas de cine que poblaban las principales urbes del continente a finales del siglo XX han ido cerrando y hoy es un reto relanzarlas. No escapaban a sus elucubraciones la censura política, los gustos del público y los nuevos modos de consumir imágenes. ¿Es rentable hoy en día el mismo concepto de sala de cine o habrá que repensarlo? Según el estudio, África solo cuenta con una pantalla de cine por cada 787.402 habitantes, lo que la convierte en el continente más desatendido en términos de espacios de cine. Iniciativas como la red Canal Olympia, que cuenta con 18 salas de cine y espectáculos implantadas en 12 países podrían paliar este déficit, con una política expresa de promoción del cine local.

África solo cuenta con una pantalla de cine por cada 787.402 habitantes, lo que la convierte en el continente más desatendido en términos de salas de cine

La piratería es otro problema importante para el sector y, aunque no existen datos precisos, el informe estima que se lleva entre el 50% y el 75% de los ingresos de la industria cinematográfica y audiovisual. Es preocupante que las personas participantes del estudio afirmen que “cuando existe, la regulación del sector se percibe a veces más como un obstáculo en lugar de un apoyo”. El documento destaca además el hecho de que solo 19 países africanos de 54 (35%) ofrecen apoyo financiero a los cineastas.

La publicación está diseñada para ayudar a la industria cinematográfica y a los responsables de la toma de decisiones a hacer balance del panorama actual y a planificar estratégicamente el crecimiento futuro. Para ello, recomiendan cuatro planes de crecimiento: el modelo de Nollywood (rentable y local); el modelo de autor (culturalmente más diverso, incluyendo voces alternativas); el modelo de servicio que respondería a las leyes del mercado global; y el de festival que tiene por objetivo introducir paulatinamente los valores del continente en las narrativas cinematográficas. Igualmente advierten de la necesidad de protección y preservación del valor cultural de los productos creados en terreno “de manera que beneficien a África y contribuyan a su esplendor en el resto del mundo”.

El reto de llegar a la pantalla grande

La proliferación de festivales de cine africano en los últimos años está cubriendo la ausencia casi total de películas de África en salas españolas. Aparte del ya consolidado Festival de Cine Africano de Tarifa que festejó en 2021 su mayoría de edad, las citas de Barcelona, el Festival Wallay! —que este octubre abre la sala online en Filmin— y el FICAB Festival Internacional de Cines Africanos de Barcelona afianzan los asientos para los amantes de estas filmografías. Otras citas son el Festival d’Altres Cinemes (FAC) de Islas Baleares o la nueva incorporación Afrikaldia, que celebra esta semana su primera edición en Vitoria.

Para profundizar sobre el tema, se acaba de publicar recientemente la traducción de Cine africano contemporáneo. Perspectivas críticas, de Olivier Barlet y recomendable es seguir las secciones del magazine sobre artes y culturas contemporáneas WIriko y de Afribuku.

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