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Por qué me quiero quedar en Gaza: los palestinos responden a Trump

Los bombardeos israelíes les han arrebatado seres queridos, casa y sustento y el alto el fuego les ha permitido ver la magnitud de la destrucción. A pesar de todo eso, la Franja, donde un 92% de las viviendas está dañada, sigue siendo el lugar donde quieren ver crecer a sus hijos

Gaza
Un grupo de palestinos se calienta en torno a una hoguera entre las ruinas de las casas en el campo de refugiados de Yabalia, en el norte de la Franja de Gaza, el 13 de febrero de 2025.Mahmoud Issa (REUTERS)
Beatriz Lecumberri

“Si me quedaba alguna duda, gracias a Donald Trump no tengo ninguna”. El mensaje de Anas Abu Yussef, comerciante de Gaza, rezuma ironía días después de que el presidente estadounidense anunciara que “tomará el control” de la Franja y la reconstruirá de forma que se convierta en la “Riviera de Oriente Próximo” tras desplazar a la fuerza y de forma “permanente” a sus habitantes. “Me quiero quedar aquí, aunque tuviera la posibilidad de salir no lo haría porque sé que no podría regresar. Mis abuelos fueron refugiados y desde pequeño he sabido qué es esa falta de arraigo, esa nostalgia... Este es nuestro hogar y mis hijos crecerán en Gaza”, insiste, en una conversación por WhatsApp con este periódico.

Abu Yussef tiene 35 años, está casado y es padre de dos niños de 7 y 5 años. Ha sobrevivido más de 10 meses en el sur, donde encontró refugio en tres apartamentos diferentes hasta que terminó en un campo de desplazados, donde sus hijos pasaron hambre, frío y miedo. “Solo pensábamos en volver a casa”, afirma. Él regresó en cuanto se declaró el alto el fuego y las tropas israelíes permitieron el paso de personas entre el sur y el norte de la Franja. Más de 580.000 gazatíes han hecho el mismo camino que él. Al regresar, encontró destruidas su casa y su pequeña tienda de comestibles, en el barrio Al Nasr de la ciudad de Gaza. Ya lo sabía, porque unos vecinos le habían enviado fotos, pero constatar por sí mismo la pérdida le ensombreció el ánimo. Esas ruinas sin historia y sin valor de las que habla el presidente estadounidense, representan, para él y para decenas de miles de palestinos, mucho más que una montaña de piedras.

“Espero que las palabras de Trump sean eso, solo palabras. De todas formas, Estados Unidos e Israel llevan queriendo que los gazatíes se esfumen de Gaza desde hace décadas, pero, mírennos, ya somos más de dos millones de habitantes”, reta.

La familia de Abu Yussef regresó y está viviendo al lado de las ruinas de su casa, en la misma tienda de campaña que les cobijó en el campo de desplazados.

Desde finales de enero, Abu Yussef hizo varios viajes de ida y vuelta en solitario, entre el sur y el norte, para desescombrar y preparar un terreno. Finalmente, la familia entera regresó y está viviendo al lado de las ruinas de su casa, en la misma tienda de campaña que les cobijó en el campo de desplazados.

La ONU calcula que un 92% de las casas de Gaza están total o parcialmente destruidas y que 1,8 millones de personas sobre una población actual de 2,1 millones necesitan un techo bajo el que cobijarse o al menos enseres básicos para reinstalarse.

Acostumbrados a sobrevivir

“Trump no tiene derecho de decidir si tengo que irme de Gaza”, recalca Georgette Harb, traductora y coordinadora de proyectos para ONG. “Pero si nadie le dice basta, si el mundo no muestra un poco de solidaridad y apoyo con los palestinos, sus palabras se transformarán en actos. Y desgraciadamente, estamos muy solos”, lamenta.

Esta gazatí pasó seis años invirtiendo sus ahorros en el apartamento en el que vivía con su marido, Islam, en la ciudad de Gaza. “Ahora soy una sin techo en una mísera tienda de campaña. Me gustaría devolverte la pregunta y saber qué harías tú en mi lugar. ¿Dejarías atrás los recuerdos y la vida que tenías o te quedarías e intentarías seguir adelante? Yo creo que abandonar ahora me haría sentir una perdedora para siempre”, dice esta mujer de 38 años, en una conversación telefónica.

El pasado lunes, Trump exigió que el movimiento islamista Hamás entregara a todos los rehenes israelíes que todavía tiene en su poder desde que los capturó el 7 de octubre de 2023. Son unos 70, según la ONU, y van recuperando la libertad en pequeños grupos a cambio de presos palestinos y de la entrada de ayuda humanitaria en Gaza. En caso contrario, “se abrirán las puertas del infierno”, dijo el mandatario estadounidense.

“No sé qué va a ser de nosotros, no sé qué viene ahora ni dónde voy a empezar de cero. No logro proyectarme, ni siquiera sé dónde estaré dentro de algunos días. Solo quiero recuperarme psicológica y económicamente porque lo hemos perdido todo”, explica Harb, que sigue viviendo con su esposo en un campo de desplazados en la zona de Al Mawasi, en el centro-sur de la Franja, donde decenas de miles de personas se hacinaron durante los meses de guerra.

¿Dejarías atrás los recuerdos y la vida que tenías o te quedarías e intentarías seguir adelante? Yo creo que abandonar ahora me haría sentirme una perdedora para siempre
Georgette Harb

Hani Al Askary, de 35 años, también sigue desplazado cerca de la localidad de Deir al Balah, en el centro, porque la que fue su casa, en el norte, está totalmente destruida desde diciembre de 2023. “Pero volveré, todos volveremos, reconstruiremos nuestros hogares y crearemos una vida que será incluso mejor que la que teníamos antes. Los palestinos somos gente resiliente, determinada y capaz. Estamos acostumbrados a sobrevivir”, asegura a este periódico.

De octubre de 2023 a abril de 2024, unos 80.000 palestinos pudieron salir de Gaza vía Egipto, gracias a pasaportes extranjeros o salvoconductos, según cifras de la ONU. Posteriormente, Israel cerró este paso hacia el mundo exterior y solo algunos casos humanitarios extremos pudieron abandonar la Franja. Tras la entrada en vigor del alto el fuego, se está evacuando a personas heridas. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), al menos 12.000 pacientes necesitan ser trasladados fuera de Gaza para recibir tratamiento médico.

“Solo hay un lugar en el mundo en el que están nuestras raíces y nuestra historia. No puedo ni siquiera imaginarme que alguien me prive de eso para siempre”, explica este trabajador del Centro Palestino para los Derechos Humanos (PCHR). “La gente de Gaza es perfectamente capaz de transformar esta tierra en el lugar más bonito del mundo si nos dan la oportunidad, si Israel deja de hostigarnos. Solo estamos pidiendo unos derechos humanos mínimos recogidos en la ley internacional”, subraya.

Pero cuando escucha a Trump describir la operación inmobiliaria que tiene en mente para Gaza, el optimismo de Al Askary flaquea y piensa en sus abuelos y en su huida precipitada en 1948 del pueblo de Beit Daras, situado a tan solo a una treintena de kilómetros de Gaza en dirección norte. “Una pesadilla que Israel y Estados Unidos quieren repetir”, asegura. “Declaraciones así solo fortalecen nuestra determinación de quedarnos, pero deberían provocar también una respuesta firme de la comunidad internacional. Estamos hablando de desplazar masivamente y de matar gente inocente solo para colmar su deseo de ocupar nuestra tierra”, agrega.

Mustafa Ibrahim, a Gazan journalist and political analyst, in his neighborhood in Gaza City on February 12, 2025. Courtesy of Mustafa Ibrahim.
Mustafá Ibrahim, periodista y analista político gazatí, en su vecindario de la ciudad de Gaza, el 12 de febrero de 2025.Cedida por Mustafá Ibrahim

Reconstruir todo

Mustafá Ibrahim, de 62 años, ha sido testigo del deterioro progresivo de la situación humanitaria en Gaza en los últimos 25 años y mira el futuro con miedo. Para él, las palabras de Trump suenan a “limpieza étnica”. “Mi padre fue expulsado de un pueblo llamado Burayr, está a unos 20 kilómetros de Gaza. Sé lo que es ser refugiado, no quiero volver a serlo. Estamos viendo el discurso de un hombre racista, populista, que no cree en los derechos humanos y mucho menos en el derecho a la autodeterminación de los palestinos”, acusa.

Ibrahim es periodista, pero lleva semanas sin poder escribir una palabra, bloqueado por la desgracia y la tristeza. También es analista político y uno de los responsables de la ONG Addameer, que defiende los derechos de los prisioneros, estén en cárceles israelíes o palestinas. Ha pasado ocho meses desplazado en el sur y regresó a Gaza hace algunos días, en una carreta tirada por burros. “Aquí murió mi hijo. No se quiso ir porque su esposa iba a dar a luz a su segundo hijo. Israel lo mató y bombardeó mi casa. No soy un caso especial, todas las familias han tenido dolorosas pérdidas en esos meses”, subraya.

Kholoud Shawish (left), during a recreational activity with displaced children in a camp in the central Gaza Strip, in November 2024.
Kholoud Shawish (izquierda), en una actividad lúdica con niños desplazados en un campo del centro de la franja de Gaza, en noviembre de 2024.Cedida por Kholoud Shawish

Ahora vive con su esposa y sus siete hijos en un pequeño local a pie de calle sin ninguna comodidad. Describe el dolor que siente al mirar una ciudad que no reconoce y envía varias fotos para intentar explicar la desolación que le rodea. En algunas aparece él, un hombre demacrado y con mirada hundida que poco tiene que ver con su imagen de su perfil de WhatsApp, tomada antes de la guerra. “La destrucción es generalizada, pero los palestinos están aferrados a este lugar y se empeñan en sobrevivir. Costará mucho dinero y mucho esfuerzo volver a empezar, pero sigo creyendo que nuestra vida está aquí”, explica.

Los palestinos están aferrados a este lugar y se empeñan en sobrevivir. Costará mucho dinero y mucho esfuerzo volver a empezar, pero sigo creyendo que nuestra vida está aquí
Mustafá Ibrahim

¿Cómo se imagina el futuro en una Gaza devastada una joven de 22 años? Kholoud Shawish tarda en responder. “Creo que los próximos cinco años o tal vez más van a ser muy duros, pero vamos a poder reconstruir todo lo que estaba en pie antes de la guerra”, afirma, convencida.

Esta joven gazatí acaba de licenciarse en Lengua Inglesa y Traducción en la Universidad Al Azhar de Gaza. Su último año de facultad lo cursó durante la guerra y a distancia, estudiando con una conexión a internet que iba y venía y sin electricidad, dependiendo de unos paneles solares para cargar su ordenador y su teléfono. “Lo que para Trump es una montaña de piedras, para mí es la única casa que conozco. Nunca he salido de Gaza. Soy joven, pero ya he vivido varias guerras y pese a todo el sufrimiento, sigo amando mi tierra”, explica Shawish.

A diferencia de la mayoría de gazatíes, su familia solo se desplazó dos meses y regresó a su casa en Nuseirat, en el centro de la Franja, que sufrió daños, pero era mejor que una tienda de campaña. Siempre que podía, esta joven colaboraba con una ONG organizando juegos, bailes y otras actividades lúdicas para niños desplazados en refugios.

“Es difícil responder sobre si me habría marchado de Gaza durante la guerra si hubiera tenido la oportunidad, pero creo que no. Quienes se van no regresan”, afirma. “Espero que el mundo no crea que estamos deseando salir de aquí porque es mentira. Las palabras de Trump no tienen sentido, pero si las sigue repitiendo, la gente va a pensar que aquí no hay nada, que esta tierra no tiene ningún valor. Y eso el mundo no lo debería permitir”, se despide.


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Sobre la firma

Beatriz Lecumberri
Periodista especializada en información internacional. Ha sido corresponsal en Jerusalén, Caracas, Río de Janeiro y París y ha trabajado en la agencia France-Presse (AFP). Es autora del libro 'La revolución sentimental', sobre Venezuela, y codirectora del documental 'Condenadas en Gaza'. Actualmente, trabaja en la sección Planeta Futuro de EL PAÍS.
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