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“Si me matan, que sea por ir a clase”: la educación sufre una media de ocho ataques cada día en el mundo

Un informe concluye que, en 2022 y 2023, las agresiones contra centros educativos, estudiantes y docentes y el uso militar de las escuelas aumentaron un 20%. Los lugares más castigados fueron Palestina, Ucrania, la República Democrática del Congo y Myanmar

Educación Gaza
Estudiantes palestinos asistían a una clase en una escuela de campaña en el campo de refugiados de Khan Yunis, en el sur de la Franja de Gaza, el 13 de junio.HAITHAM IMAD (EFE)

Estudiantes heridas por proyectiles disparados contra una residencia de mujeres universitarias en Sudán, una escuela de la ONU en el campo de refugiados de Al Maghazi, en la franja de Gaza, bombardeada por Israel, dos alumnos de primaria muertos en una aldea de Myanmar cuando regresaban de la escuela, 350 personas confinadas por las fuerzas militares rusas en un colegio ucranio, profesores y estudiantes amenazados dentro de las aulas por un grupo armado en el departamento de Santander, en Colombia. Cada día se registran en el mundo una media de ocho agresiones contra la educación, que van desde ofensas contra alumnos o docentes hasta el uso militar de las escuelas, según la Coalición Global para Proteger la Educación de Ataques (GCPEA, por sus siglas en inglés), que acaba de publicar su informe relativo a 2022 y 2023.

En estos dos años, más de 10.000 estudiantes y educadores murieron violentamente, resultaron heridos o fueron secuestrados, una cifra que representa un aumento del 10% con respecto al periodo 2020-2021. Además, se identificaron al menos 6.000 ataques contra escuelas, universidades, alumnos y profesores, y casos de uso militar de establecimientos educativos, es decir un 20% más que en los dos años previos, según esta organización, formada en 2010 por diversas entidades dedicadas a la docencia en contextos de emergencia y conflicto.

En 2022 y 2023, los lugares con mayor cantidad de ataques contra la educación fueron Palestina, Ucrania, la República Democrática del Congo (RDC) y Myanmar. “En total, hemos analizado 28 países en conflicto. Este es el séptimo informe que hacemos y el aumento de agresiones ha sido globalmente más significativo que en los anteriores”, explica a este diario Jerome Marston, uno de los autores de la investigación.

En 2022 y 2023, más de 10.000 estudiantes y educadores murieron violentamente, resultaron heridos o fueron secuestrados, una cifra que representa un aumento del 10% con respecto al periodo 2020-2021

País por país, los Estados que registraron un mayor aumento de los ataques contra la educación con respecto a los dos años anteriores fueron Ucrania, donde la guerra se agudizó; Sudán, donde el conflicto estalló en abril de 2023; Palestina, debido a la guerra en Gaza; Siria, donde hubo estudiantes reclutados y aumentaron ataques contra los centros, y Nigeria, donde creció el número de escuelas convertidas en cuarteles, bases o depósitos de armas. En total, la GCPEA registró 1.000 casos en que los centros educativos se usaron con fines militares, una cifra en claro aumento con respecto al periodo anterior. Además de Nigeria, se registraron un número importante de estos incidentes en Afganistán y Myanmar.

¿Qué se califica como ataque a la educación? El estudio identifica varios tipos: agresiones contra los centros educativos, contra estudiantes y docentes, uso militar de los centros de enseñanza, reclutamiento de niños y niñas en las escuelas, violencia sexual en las aulas y mujeres atacadas en el ámbito educativo por el simple hecho de ser mujeres. “En más de 10 países, estudiantes y profesoras de sexo femenino fueron directamente atacadas por ser mujeres. Las chicas son las primeras que faltan a clase y las últimas en regresar tras los ataques, lo cual convierte estos hechos en una cuestión de género”, afirman sus autores.

Escuelas atacadas en Afganistán, Ucrania y Gaza

“Ella siempre dijo: ‘Si me matan, que sea por ir a clase”, dice el padre de una afgana de 19 años que murió en un atentado con explosivos contra un centro de formación privado de Kabul, en septiembre de 2022, que dejó un total de 54 víctimas mortales y más de 100 heridos, la mayoría mujeres de la comunidad hazara.

A mediados de junio se cumplieron 1.000 días desde que los talibanes cerraron a las mujeres las puertas de la educación secundaria, tras haberles ya negado la posibilidad de seguir estudiando en la universidad. La presencia femenina en los espacios públicos y laborales de Afganistán es prácticamente insignificante, menos de tres años después del retorno de los fundamentalistas al poder, en agosto de 2021.

Solo entre octubre y diciembre de 2023, la ONU informó que al menos 352 escuelas resultaron dañadas en la franja de Gaza, lo que representa más del 60% del total.
Informe GCPEA

Según este informe, Afganistán es también uno de los países donde las mujeres o los centros educativos en los que estudian o trabajan fueron especialmente atacados. La GCPEA identificó más de 140 agresiones en 2022 y 2023, periodo en el que al menos 98 afganas, alumnas y profesoras de educación superior fueron detenidas. “El estudio contabiliza ataques concretos a estudiantes o centros, pero no puede reflejar, por ejemplo, que a las mujeres se les han cerrado las puertas de la universidad, que es una ofensa inmensa”, explica Marston.

“Me daba miedo ir a clase cada día en Afganistán, pero más miedo me daba no ir. Las escuelas eran blanco frecuente de ataques y sabíamos que nos exponíamos cada día a que sucediera una tragedia. Era un acto de coraje (...) Pero en una sociedad dominada por los hombres, la escuela era mi refugio”, contó Mina Bakhshi, refugiada afgana en Estados Unidos, durante la presentación del informe, refiriéndose a los meses previos al retorno de los talibanes. “Ahora, las niñas en Afganistán son más vulnerables porque no tienen la escuela como refugio. No tienen opción. Miles de jóvenes encerradas en su casa sueñan con volver a estudiar”, agregó.

Palestina también registra preocupantes resultados en ataques a escuelas (640 registrados en el periodo estudiado). Marston advierte que el estudio se detuvo el 31 de diciembre de 2023 y desde entonces la educación en Gaza, donde la guerra continúa, ha sufrido nuevos ataques. “Solo entre octubre y diciembre de 2023, la ONU informó que al menos 352 escuelas resultaron dañadas en la franja de Gaza, lo que representa más del 60% del total”, dice el informe.

En Ucrania, entre 2022 y 2023 se registraron 700 ataques a escuelas, sobre todo en las regiones meridional y oriental, que implicaron el uso de armas explosivas, incluidos ataques aéreos. Pero los ataques a las escuelas ocurren en muchos otros lugares del mundo. “Estábamos aterrorizados, la mayoría de los estudiantes que estaban allí quedaron traumatizados debido a que la bomba estalló justo sobre el techo de la escuela”, contó a los investigadores de la GCPEA un estudiante de una escuela afectada por enfrentamientos entre ejército y un grupo armado en Filipinas en marzo de 2023. Las clases presenciales se suspendieron en muchos colegios y los enfrentamientos afectaron a 112 centros y más de 30.000 estudiantes.

Las niñas en Afganistán son más vulnerables porque no tienen la escuela como refugio. No tienen opción. Miles de jóvenes encerradas en su casa sueñan con volver a estudiar.
Mina Bakhshi, refugiada afgana

Informar, proteger, juzgar

Paralelamente, hubo algunos países donde las embestidas contra la educación se redujeron gracias a un apaciguamiento de los conflictos. El informe destaca los casos de República Centroafricana, Libia, Malí y Mozambique.

Para reducir el número de agresiones, la coalición recomienda firmar y poner en práctica la Declaración sobre Escuelas Seguras, un acuerdo político intergubernamental dedicado a proteger la educación en los conflictos armados que nació en 2015, liderado por Noruega y Argentina y que ya ha sido suscrito por 120 países. Además, se aconseja a los Estados informar más de estos ataques, juzgar a sus responsables, brindar asistencia a las personas sobrevivientes y hace especial hincapié en el deber de anticipar y mitigar el impacto de las agresiones, de garantizar en la medida de lo posible su funcionamiento durante los conflictos armados y de proteger los centros educativos y a los menores.

Por último, el informe también alerta de las repercusiones a largo plazo que tienen las interrupciones en la educación debido a conflictos y ataques. En 2022, el conflicto en Kivu del Norte, en la República Democrática del Congo (RDC), obligó a Muhawe Wimana a huir de la aldea en la que vivía con su hijo Isaac, de siete años, que no pudo terminar el año escolar. En 2023 se establecieron centros de aprendizaje temporales en el campamento de desplazados de Bushagara para que niños y niñas pudieran seguir aprendiendo. “Durante el día, los niños y las niñas estarán ocupados en la escuela. Luego regresarán a sus casas, harán sus deberes y se irán a dormir. Esta rutina nos da un poco de normalidad y mantiene a los niños y las niñas fuera de peligro”, se felicitó el padre.

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