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Millones de vacunas contra la covid-19 caducadas en África: el legado de la lucha feroz por la inmunización durante la pandemia

Las dosis llegaron tarde y mal al continente, cuando la población ya no las consideraba necesarias y con vidas útiles cortas. Tres años después, caducan por millones ante la caída de la demanda

Vacunas contra la covid-19 caducadas en África
Varias personas esperaban para recibir la vacuna de la covid-19 en una tienda en el hospital público de Narok, en Kenia, el 1 de diciembre de 2021.BAZ RATNER (REUTERS)

El desarrollo de las vacunas contra la covid-19 en un tiempo récord fue un “triunfo de la ciencia y el ingenio humano”, como dijo en 2021 António Guterres, secretario general de la ONU. Marcaron el inicio del fin de la pandemia, pero también fueron espejo de las diferencias entre los países pobres y ricos. Al continente africano llegaron tarde, cuando la población ya no las consideraba tan necesarias, dando espacio a la desinformación, y en ocasiones con vidas útiles cortas que dificultaban su administración y generaban recelos. Tres años después de las primeras campañas masivas, estas vacunas han pasado de protagonizar la carreras por conseguir más y más rápido al olvido, con millones de dosis caducando en los almacenes de países de medio mundo.

En África sin embargo, las primeras noticias de vacunas abocadas a la destrucción llegaron mucho antes, al poco de empezar a recibirlas. En abril de 2021, Sudán del Sur inmovilizó 59.000 dosis que había recibido pocas semanas antes y que habían caducado, de acuerdo con Reuters. Ese mismo mes, la República Democrática del Congo (RDC) devolvió a Covax —la plataforma para el acceso equitativo a la vacuna liderada por la Organización Mundial de la Salud, la ONU y la Alianza para las Vacunas (GAVI), el consorcio internacional que busca mejorar el acceso a la inmunización— en torno a 1,3 millones de dosis que no iban a poder administrar a tiempo para ser redistribuidas.

“No queremos que la gente piense que nos estamos contentando con cualquier cosa que nos llega, incluso si está caducada”, dijo el presidente de Malaui, Lazarus Chakwera, en una entrevista con la CNN después de que el país quemase más de 19.600 dosis en mayo de 2021. Meses después, una cámara de Reuters captaba cómo un camión dejaba caer un millón de dosis de AstraZeneca en un basurero de Abuya, la capital de Nigeria. Detrás de estos titulares y las bajas estadísticas de vacunación había una serie de factores relacionados con el acceso desigual a estos recursos. “Muchos países de esta región fueron dejados atrás en términos de suministro”, dice por videollamada Richard Mihigo, entonces coordinador del Programa de Inmunización y Desarrollo de Vacunas de la Oficina Regional para África de la OMS y, desde abril de 2022, director de Entrega, Coordinación e Integración de Vacunas covid de Covax en GAVI. “Todos recordamos el problema con el acaparamiento de vacunas”, dice.

Durante la pandemia, una vez superado, con el apoyo de fondos públicos, el desafío de desarrollar una vacuna en tiempo récord, tocó repartirla. Las naciones ricas tuvieron mayor capacidad de negociación y compra con las farmacéuticas, y accedieron a ellas de manera preferente en cantidad y tiempo. “Después de que se alcanzara un nivel alto de cobertura en Europa y la mayoría de los países de altos ingresos, comenzó a haber algo de despliegue en África”, recuerda al otro lado de la pantalla Amadou Alpha Sall, director general del Instituto Pasteur de Dakar. Para entonces, la percepción del riesgo era menor. “Las personas no tenían la sensación de que debían vacunarse, lo que resultó ser un problema en cómo la gente aceptaba la vacunación”, comenta.

Cuando Europa dejó de administrar AstraZeneca, tenían muchas dosis y no sabían qué hacer con ellas, así que las vertieron en África cerca de su fecha de caducidad
Mohga Kamal-Yanni, responsable de políticas de The People’s Vaccine

El retraso también dio espacio a la desinformación y a las preocupaciones sobre sus efectos. “Para cuando estuvieron disponibles, no había ese gran deseo de ponérselas. Y la gente fue culpada por ello”, dice por teléfono Mohga Kamal-Yanni, responsable de políticas de The People’s Vaccine, una coalición de organizaciones que busca un acceso equitativo a los recursos médicos que ayuden a prevenir y responder a la covid-19 y pandemias futuras.

El principal canal por el que el continente accedió a las vacunas fue Covax, responsable del 60% de las dosis recibidas. Este programa también ofrecía apoyo logístico y para la aplicación, y se nutría de fondos aportados por países ricos y donaciones en especie. Otro 26% se consiguió con acuerdos bilaterales y un 12% a través del Equipo de Trabajo Africano para la Adquisición de Vacunas, según la OMS. Las desarrolladas por Johnson & Johnson fueron las más administradas en el continente (37%), seguidas por las de Pfizer-BioNTech (20%), Sinopharm (13%) y AstraZeneca (12%).

Tan importante era cuántas y cuáles llegaban como en qué condiciones. Las naciones desarrolladas donaron excedentes, vacunas que compraron de más o que descartaron al dar prioridad a unas, principalmente las de ARN mensajero (Pfizer-BioNTech y Moderna), sobre otras. “Cuando Europa dejó de administrar AstraZeneca, tenían muchas dosis y no sabían qué hacer con ellas, así que las vertieron en África cerca de su fecha de caducidad”, cuenta como ejemplo Kamal-Yanni. “Los países tenían mucha dificultad para conseguir vacunas y aceptaban todas las dosis disponibles. Y vimos muchas situaciones en las que los países recibían donaciones con una vida útil muy corta, a veces de cuatro a seis semanas”, dice Mihigo.

La situación llegó a forzar una declaración conjunta del Fondo Africano de Adquisición de Vacunas, los Centros Africanos para el Control y Prevención de Enfermedades (Africa CDC) y Covax sobre estas donaciones a finales de noviembre de 2021: “La mayoría de las donaciones hasta la fecha han sido ad hoc, con poca antelación y con una vida útil corta”, advirtieron. “Esto ha hecho que a los países les resulte extremadamente difícil planificar campañas de vacunación”. Para lograr una mayor cobertura y que las donaciones fuesen una fuente sostenible, establecieron unos estándares sobre aspectos como cantidad, predictibilidad y caducidad.

Una trabajadora sanitaria administraba una dosis de Pfizer en Nairobi (Kenia), en febrero de 2022, durante una campaña nacional de vacunación contra la covid.
Una trabajadora sanitaria administraba una dosis de Pfizer en Nairobi (Kenia), en febrero de 2022, durante una campaña nacional de vacunación contra la covid. John Ochieng (SOPA Images/ LightRocket/ Getty)

Falta de demanda

En un informe hecho público a inicios de año, el auditor general de Uganda, John F. S. Muwanga, escribió que más de 5,6 millones de dosis, casi la mitad de las almacenadas en el país y con un valor de unos 6,7 millones de euros, habían alcanzado su fecha límite. “Hay más vacunas covid caducadas en varios centros de salud en el país, y la pérdida total combinada el próximo año se estima en 300.000 millones de chelines (72 millones de euros)”, detalla. “Hace algunos años, la covid era un gran problema. Sin embargo, la demanda de vacunas es ahora cero. Ya no recibimos ningún pedido”, explicó en la televisión pública ugandesa Moses Kamabare, director general de los Almacenes Médicos Nacionales, la organización gubernamental encargada de obtener, almacenar y distribuir medicinas y suministros médicos a centros sanitarios públicos.

Entre los meses de marzo de 2021 y 2022, se pusieron más de 10.500 millones de vacunas en todo el mundo; en el mismo periodo, entre 2022 y 2023, la cifra descendió a unos 2.500 millones y, un año más tarde, a casi 253 millones, según los datos recopilados y procesados por Our World in Data. Uganda siguió también un patrón descendente: en los 12 meses anteriores a agosto de 2022, el país administró alrededor de 23,6 millones de dosis; en los nueve meses siguientes, 1,65 millones. En los seis meses que preceden al último día con datos disponibles, el 28 de mayo de 2023, las inoculaciones se redujeron a casi 172.000.

Hay que enfatizar que se espera un cierto nivel de vencimientos en todos los programas de vacunas con el fin de tener dosis disponibles en caso de necesidad
GAVI, la Alianza para las Vacunas

“Es importante enfatizar que se espera un cierto nivel de vencimientos en todos los programas de vacunas con el fin de tener dosis disponibles en caso de necesidad”, comentan fuentes de GAVI por correo electrónico. Este umbral se eleva en el caso de las pandemias, explican, por aspectos desconocidos al principio y que van evolucionando, como la epidemiología, las recomendaciones de abordaje o las existencias. “Los factores en constante cambio y la necesidad de un suministro suficiente para responder a cambios futuros significan que siempre es mejor estimar dosis ‘demasiado altas’ y tener suficientes disponibles que ‘demasiado bajas’ e insuficientes”, añaden.

Hasta el 30 de julio de 2023, fecha de la última actualización, algo menos de 26 millones de vacunas habían caducado en el continente africano y alrededor de 15,4 millones estaban en riesgo de correr la misma suerte, según el panel de vacunación de la OMS. Argelia estaba a la cabeza, con más de 9,6 millones descartadas. Senegal, Madagascar y la República Democrática del Congo reportaron alrededor de 1,7 millones cada uno, y Mozambique y Kenia, 1,4 y 1,3 millones, respectivamente. Las vacunas vencidas y las que estaban a punto de hacerlo suponían entonces alrededor del 3,7% de los 1.114 millones recibidos (de las que el 78% han sido inoculadas), muy por debajo del umbral de desperdicio del 10% asumido por la OMS.

Pero tampoco es un fenómeno exclusivo del continente africano. Al menos 215 millones de dosis compradas por los Veintisiete habían sido desechadas hasta diciembre de 2023, según un análisis de Político, con los 83 millones de Alemania a la cabeza y 0,7 de media por habitante. Alrededor de 82 millones de dosis acabaron en la basura en Estados Unidos entre diciembre de 2020 y marzo de 2022, de acuerdo con la NBC. Hace un año, el ministro de Sanidad de Singapur aseguró que el 15% de las dosis solicitadas habían caducado: “En los próximos meses es probable que ascienda hasta cerca del 25%”, aseveró.

El escenario actual y completo es difícil de establecer debido a la antigüedad de los datos y los vacíos de información: “La mayoría de los países con ingresos altos tampoco comunican estos datos”, dicen en GAVI. La herramienta de la OMS no incluye, por ejemplo, los algo más de 27,5 millones de vacunas cuya destrucción confirmó en septiembre el ministro de Sanidad de Sudáfrica, Joseph Phaahla. “Esto es el 39% de todas las dosis que hemos adquirido, e incluye las donadas y compradas”, aseguró. Según el ministro, el país recibió unos 70,5 millones de dosis, algo que contrasta con los entre 41 y 42 millones que recogen la OMS y Africa CDC.

¿Y si mañana hubiese otra pandemia?

Actualmente, y desde finales de 2021, se negocia bajo el amparo de la OMS un acuerdo multilateral para reforzar la prevención, preparación y respuesta a futuras pandemias. Las negociaciones han estado marcadas por las posiciones encontradas entre naciones de altos y bajos ingresos en torno a la financiación, el acceso a patógenos y a los beneficios que de ellos se generen (medicinas, diagnósticos…) y la propiedad intelectual, entre otros aspectos. “Los países en desarrollo están presionando para que se adopten medidas de equidad. Y realmente quieren una equidad real, no solo de palabra”, dice Kamal-Yanni. “Aunque instamos a alcanzar un consenso antes de mayo, también pedimos acabar con una victoria para África”, señaló en un artículo Jean Kaseya, director de Africa CDC, a mediados de marzo.

Kaseya mencionaba el compromiso de los líderes africanos de producir regionalmente el 60% de las vacunas en 2040. En el escenario actual, más del 99% proviene del exterior. “El hecho de que tengamos un planteamiento de autosuficiencia, es decir, que en toda África nos aseguremos de que tenemos capacidad suficiente para abastecernos si se produce una pandemia, es realmente la única manera de evitar la situación anterior”, dice el director del Instituto Pasteur de Dakar. El continente ha impulsado diferentes iniciativas para alcanzar esta meta. En 2021, Sudáfrica, con el respaldo de la OMS, estableció un programa para desentrañar la “receta” de las vacunas de ARN mensajero y compartir el conocimiento y la tecnología con productores locales. Recientemente, GAVI ha dado luz verde a un mecanismo de aceleración, dotado con 1.000 millones de dólares, para ayudar a paliar los altos costes iniciales que conlleva la producción. “Esperamos que podamos incentivar a algunos países de la región a poner en marcha infraestructuras más sólidas que puedan servir de palanca en caso de algún brote o pandemia importante en el futuro”, dice Mihigo.

Es importante ser capaz de centrarse no solo en la fabricación, sino también poder desarrollar la vacuna, formar a la gente y elaborar una cadena de suministro”, comenta Sall. El instituto que dirige está inmerso en el programa Madiba, ideado como una plataforma para abarcar estos aspectos. “Al mismo tiempo que estamos construyendo instalaciones, estamos construyendo un centro de formación para que la gente pueda producir e investigar”, dice. También están poniendo en marcha un laboratorio para el desarrollo de vacunas, especialmente aquellas prioritarias en el continente, como las de la rubéola y el sarampión. Para que las iniciativas de producción local resulten en una mayor autonomía, reflexiona Kamal-Yanni, deben ser independientes del sector farmacéutico de los países ricos.

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