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“Pronto tendremos pastores predicando con chalecos antibalas”: alarma por los robos violentos en iglesias y mezquitas de Sudáfrica

El país sufre crecientes niveles de inseguridad y una gran falta de confianza en la policía. El asesinato de un clérigo durante un atraco en pleno servicio religioso dominical multiplica las voces a favor de portar armas

Ottawa (Sudáfrica)
Inmediaciones de una mezquita donde se produjo un ataque violento en Ottawa (Sudáfrica) en mayo de 2018.ROGAN WARD (Reuters / ContactoPhoto)

“Fue un acto cruel y malvado. Me preocupa el tejido moral de esta nación”, se lamenta el pastor Jaibhesi Dota, clérigo de la Iglesia Cristiana de Sion, la mayor confesión religiosa autóctona africana en Sudáfrica. Se refiere al robo violento ocurrido en la iglesia de Newlands, un barrio acomodado de la ciudad sudafricana de Johanesburgo. El pasado 8 de octubre, un grupo de hombres armados irrumpió en el templo durante un abarrotado servicio religioso y fue, fila por fila, exigiendo a los fieles que les entregaran anillos de boda, teléfonos móviles, llaves del coche y dinero en efectivo. Durante el atraco, el pastor Dwayne Gordon, que se encontraba en el púlpito, recibió un disparo en el cuello y murió ante una congregación traumatizada.

Sudáfrica experimenta crecientes niveles de inseguridad. El país registró 45 homicidios por cada 100.000 habitantes en 2022 y 2023, situándolo entre las naciones más violentas del mundo, según la organización africana sin ánimo de lucro Instituto de Estudios para la Seguridad. Se trata de la ratio más alta de las últimas dos décadas, con un incremento del 50% respecto al periodo 2012-2013. Las estadísticas oficiales reflejan que millones de delitos (una tercera parte de los robos en casa, por ejemplo) no se reportan, en gran parte debido a la falta de confianza en la policía.

En este clima de inseguridad ciudadana, los fieles parecen ser un objetivo especialmente atractivo para los delincuentes armados, aunque no hay cifras oficiales de robos en lugares de culto. “Asaltan una iglesia, hieren y secuestran a fieles’ es ya un titular habitual en Sudáfrica, con docenas de incidentes denunciados y docenas más sin denunciar”, declara a este diario el clérigo Jaibhesi Dota, que ha seguido estos acontecimientos y ha asistido a marchas de solidaridad junto con otros clérigos. “He contado 10 robos en iglesias de mi ciudad desde junio de 2023″, añade. “Tenemos que encarar esta ola de actividad criminal que atemoriza a nuestros lugares de culto”, reconoció en noviembre Faith Mazibuko, responsable de Seguridad en la provincia norteña de Gauteng.

“El invierno pasado, mientras bailábamos después de una oración que duró toda la noche, nos apuntaron con pistolas a la cabeza y nos quedamos, helados con la Biblia en la mano”, recuerda Ashley Moyo, un pastor inmigrante en Springs, una ciudad minera de oro a 60 kilómetros al este de Johanesburgo.

Los robos en lugares de culto son un fenómeno nuevo en Sudáfrica, añade Dota. “Hace 15 años, los delincuentes respetaban, más o menos, los templos, las mezquitas y las iglesias”, puntualiza. “Recuerdo que, en 2005, cuando era pastor, un ladrón se me acercó y me dijo: ‘Rece por mí, pastor, he robado una cartera en el tren, necesito perdón”.

La delincuencia no se limita a las iglesias cristianas. En las mezquitas también ha habido casos de imanes asaltados a punta de pistola durante las oraciones del viernes, señala Farida Mehmet Khan, director de una escuela musulmana en Ciudad del Cabo, la segunda ciudad más grande de Sudáfrica. “Se ha abierto la veda en los lugares de culto”, afirma.

Recuerdo que, en 2005, cuando era pastor, un ladrón se me acercó y me dijo: ‘Rece por mí, pastor, he robado una cartera en el tren, necesito perdón
Jaibhesi Dota, clérigo sudafricano

Un motivo para que los delincuentes vean en iglesias y mezquitas un blanco fácil es la falta de seguridad. “Los delincuentes saben que muy pocos drones policiales y cámaras de vigilancia se dedican a proteger los centros religiosos, a pesar de las ofrendas monetarias, los coches aparcados en los patios de las mezquitas o iglesias y las donaciones en metálico de los fieles”, dice Yasin Kakande, escritor y analista político. Otro factor de riesgo es el hecho de que “el dinero fluye” debido a las cuantiosas donaciones en efectivo de los fieles, añade. Las iglesias y las mezquitas sudafricanas a menudo reciben donaciones en efectivo para obras filantrópicas de sus fieles o sus iglesias matrices en el extranjero.

Los bancos sudafricanos, mientras tanto, han dejado de ser tan atractivos para los ladrones durante los últimos años debido al aumento de los pagos sin dinero en efectivo y la mejora de la tecnología, señala Kakande. En 2022 no hubo atracos “tradicionales”, donde se retiene al personal y a los clientes a punta de pistola, “debido a las nuevas medidas de seguridad”, corrobora el South African Banking Risk Information Centre (Sabric), un organismo creado por entidades bancarias sudafricanas. En el año 2010, por ejemplo, se produjeron 93 atracos de este tipo.

Culto armado

Algunos responsables de las mezquitas e iglesias asediadas ya apuestan por armarse o contratar guardias privados. En Sudáfrica es legal la posesión de hasta siete armas de fuego para defensa personal o fines recreativos. “Si esta abominación continúa, pronto tendremos pastores predicando en el púlpito con la Biblia y chalecos antibalas, y diáconos vigilando el patio de la iglesia con escopetas”, reflexionaba el pastor Tom Fazenda, clérigo bautista jubilado, tras el asesinato del pastor Gordon en octubre. “Los fieles pronto no tendrán otra opción”, sentencia el imán Jabil Bere, clérigo musulmán de Durban, ciudad a orillas del océano Índico y tercera de Sudáfrica. “Las mezquitas se ven abocadas a un incómodo dilema”.

El pastor Dota, asimismo, predice un aumento de los “fieles armados” en Sudáfrica, y líderes de templos, sinagogas y mezquitas tomando en sus manos las funciones de la policía. “Esto conllevará todo tipo de consideraciones morales: ¿Habrá pastores de escuelas dominicales con pistolas hablando a los niños?”, se pregunta. “Acabaremos con iglesias armadas hasta los dientes, que aterrorizarán tanto a los fieles como a los delincuentes”, coincide Fazenda, el clérigo jubilado. Ya hay ejemplos: en enero del año pasado, dos ladrones que intentaron asaltar una mezquita abarrotada en Kensington, un barrio obrero de Johanesburgo, fueron abatidos por fieles armados.

Un cuerpo de policía mermado

Solo el 27% de los sudafricanos confía en la policía, según datos del South African Human Sciences Research Council. Las fuerzas de seguridad enfrentan acusaciones de brutalidad policial, pero también, simultáneamente, de permisividad con la delincuencia, algo que algunos expertos atribuyen a su escasa formación, los bajos salarios, la corrupción y la falta de equipos tecnológicos sofisticados. “El historial de la policía sudafricana es pésimo”, resume Carter Mavhiza, analista económico independiente de Pretoria, la capital. También faltan efectivos: según analistas como el criminólogo Guy Lamb, el número de policías ha bajado de 150.600 en el año 2018 a 140.000 hoy.

Así, una parte de la seguridad en Sudáfrica recae en el sector privado. La Autoridad Reguladora del Sector de la Seguridad Privada de Sudáfrica calcula que en 2019 había 534.300 agentes de seguridad privada registrados en un país de 60 millones de habitantes, casi cuatro veces más que policías.

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