Las noticias ‘olvidadas’ de 2023

Están fuera de los focos, pero son millones quienes sufren los conflictos y emergencias más desatendidas. En Planeta Futuro han sido protagonistas durante todo el año

Una niña trabaja en una clase de la escuela montada en el campamento para desplazados internos de Kaxaarey, en Dolow, Somalia.Álvaro García

Las llaman crisis olvidadas en el argot de la cooperación y la acción humanitaria; son aquellas a las que apenas se destinan fondos y pasan desapercibidas a la mayoría. Lo mismo sucede con las llamadas enfermedades olvidadas o las personas invisibles, los “nadies”, como los llamó el escritor uruguayo Eduardo Galeano ―“Los hijos de nadie / los dueños de nada. / Los nadies: los ningunos, los ninguneados / corriendo la liebre, muriendo la vida, jodidos / rejodidos”―. Son las niñas afganas, obligadas a ocultarse y abandonar la escuela; son los enfermos de úlcera de Buruli en Costa de Marfil, que padecen esta cruel enfermedad sin apenas hacer ruido; son los sudaneses que se organizan para ayudarse cuando la comunidad internacional les abandona en medio del desastre; son los indígenas batallando por su tierra y nuestra Tierra; son los que mueren de neumonía, hambre o pobreza, todos males prevenibles y evitables.

Nos dejamos llevar por el espíritu de Forges, que publicó decenas de viñetas con el lema “No te olvides de Haití” desde el desastre del terremoto de 2010 y hacemos balance de los “No te olvides de...” este 2023. Estas son algunas de esas crisis y personas olvidadas que, sin embargo, han sido protagonistas este año en Planeta Futuro.

Las niñas y mujeres afganas

Afganistán es el único país del mundo donde se priva a la mitad de la población, las mujeres y las niñas, de un derecho humano básico: el de la educación. Fue en septiembre de 2021 cuando los talibanes pospusieron indefinidamente el regreso de las afganas mayores de 12 años a las aulas. ¿Qué ha sido de ellas desde entonces? Así siguen y así lo hemos contado.

Niñas afganas asisten a la escuela primaria en Kandahar (Afganistán) pese a la prohibición de los talibanes. Dos años después de la medida, muchas niñas han recurrido a asistir a escuelas religiosas como única opción. STRINGER (EFE)

Dorothy Estrada Tanck, coautora de un informe de la ONU publicado el pasado agosto sobre la situación de las mujeres en el país, confiaba en que el apartheid de género se convierta en un crimen de lesa humanidad y que quienes lo instigan rindan cuentas. Beatriz Lecumberri la entrevistó.

“Las afganas no quieren ni una legitimación internacional del régimen talibán ni una nueva intervención extranjera”

Desde la toma del poder, los talibanes también han apartado a las mujeres de la vida pública mediante la promulgación de más de 50 decretos, “y la mitad de la población afgana se encuentra ahora bajo arresto domiciliario”, denunciaba Zahra Joya en una tribuna de la Red de Expertos de Planeta Futuro. Ella es una galardonada periodista afgana, fundadora de Rukhshana Media, un medio de comunicación en persa e inglés que dirige desde el exilio.

Las olvidadas madres e hijas de Afganistán

En septiembre, Shabana Basij Rasikh visitó Madrid para recoger el premio Unicef España 2023. Ella, que en los noventa se vistió de niño para poder caminar por la calle junto a su hermana y asistir a una escuela secreta, se emocionó al pensar en la “valentía y la resiliencia” de las jóvenes afganas que estudian en su colegio. Lo fundó en Kabul, pero logró trasladarlo a Ruanda en agosto de 2021, cuando los talibanes retomaron el poder en Afganistán y ayudó a escapar hasta el país africano a “toda la comunidad” de su escuela, 256 personas, entre trabajadores, estudiantes y sus familias. Patricia R. Blanco habló con ella.

“Mi familia se arriesgó y me envió a una escuela secreta vestida de niño”
Entrevista con Shabana Basij-Rasikh, activista afgana premiada por Unicef España.Moeh Atitar

Enfermedades tropicales desatendidas

Hay un grupo de 21 dolencias que la Organización Mundial de la Salud llama “desatendidas” y que son comúnmente conocidas como “olvidadas”. Lo son las enfermedades ―a las que la comunidad científica y las autoridades no les prestan apenas atención― y lo son sobre todo las personas que las padecen, casi siempre pobres de países pobres. A ellas les hemos dedicado una cobertura especial, específicamente a los pacientes de las que afectan a la piel, como la lepra y la úlcera de Buruli, y que sufren las secuelas físicas y psicológicas de estos males. La firma Alejandra Agudo desde Costa de Marfil.

Ellos se ocultan, el mundo les olvida
alex iturralde

Tenemos que reconocer que justo este 2023 las enfermedades tropicales desatendidas (ETD) han sido un poco menos invisibles de lo habitual, y no solo por la atención que les prestamos en esta sección. El jurado del premio Princesa de Asturias ha galardonado este año, en la categoría de cooperación internacional, a la Iniciativa Medicamentos para Enfermedades Desatendidas (DNDi por sus siglas en inglés). Uno de sus últimos “éxitos”, destacaba Luis Pizarro, director de la organización, ha sido dar con un tratamiento para la enfermedad del sueño ―transmitida por la mosca tsetsé― menos agresivo y doloroso para los pacientes que el que existía, que debido a su toxicidad mataba a uno de cada 20 afectados. El galardón sirvió para poner el foco en el trabajo de esta entidad y las enfermedades (las olvidadas) que investiga.

Todos los enlaces del párrafo anterior llevan a noticias sobre ETD publicadas en 2023. Y hemos publicado muchas más, y algunas muy buenas. Como que Bangladés consiguió ser el primer país del mundo en eliminar la leishmaniasis visceral o que se ha iniciado la última fase de ensayos para una cura rápida de la úlcera de Buruli. También las hubo malas: el Centro de Investigación del Micetoma de Jartum, la única institución enteramente especializada en esta enfermedad olvidada, suspendió sus actividades por el conflicto en el país y miles de enfermos se quedaron sin tratamiento. Y cada día se siguen detectando en el mundo casi 400 nuevos enfermos de lepra.

Donde no hay calma después de la tormenta

¿Sabíais que a principios de octubre un terremoto asoló parte de Afganistán? Y no un terremoto en sentido figurado, sino uno real, un seísmo de los que dejan más de 2.500 muertos y otros tantos heridos. Con todos los focos puestos en ese momento en Gaza, donde acababa de empezar la guerra, la ayuda humanitaria llegaba a Afganistán con cuentagotas. Pero esta no fue la única crisis que quedó opacada por las grandes guerras, otros asuntos de la geopolítica internacional o simplemente por el paso del tiempo.

La tierra también tembló con furia en Nepal. Fue el 3 de noviembre cuando un fuerte seísmo de magnitud 6,4 sacudió la provincia de Karnali, en el oeste del país, y se cobró la vida de más de 150 personas. Pueblos enteros quedaron reducidos a escombros. Con el impacto en los servicios básicos como la salud y el agua, “es probable que el estado nutricional de los menores se deteriore aún más”, advertía Dan Rono, jefe de protección de la infancia en Unicef Nepal.

Reconstruir la esperanza de nuevo tras el terremoto de Nepal... de 2023

Antes, en septiembre, un terremoto había matado a casi 3.000 personas en Marruecos y había una huella imborrable en el norte de África, una zona ya agrietada por la historia. El fotógrafo Edu León visitó el epicentro del desastre dos meses después. Sus fotos fueron intervenidas por los protagonistas, que posaron frente a los escombros, dibujando y escribiendo cómo imaginaban reconstruir sus hogares.

La casa que imaginé tras perderlo todo en el terremoto de Marruecos

Ambil Bousid de 27 años, perdió todo al derrumbarse su casa en Amsgune. Este joven que pasa trabajando largas temporadas en Marrakech, a vuelto a su pueblo para recontruir las casas que el terremoto destruyó."Me sentí aliviado cuando pinte mi casa nueva". Martes 10 de octubre del 2023.

En Libia, un mes después de las inundaciones que provocadas por la tormenta Daniel, que dejó más de una decena de miles de muertos, las necesidades de los supervivientes eran mayúsculas. Así lo contaba Marie-Consolee Mukangendo, representante adjunta de Unicef en aquel país.

Libia enfrenta las secuelas de una catástrofe sin precedentes

Hay catástrofes que no son naturales ni inevitables. Son provocadas por los humanos y no se miran mucho porque duelen. Es el caso de la expulsión de migrantes ―casi todos de origen subsahariano― de Túnez y que acabó en tragedia mortal para, al menos, 18 de ellos. Aquí lo contamos.

Morir de hambre y sed en el desierto tras ser expulsados de Túnez

Un guardia fronterizo libio suministra agua a un migrante de África subsahariana, que al parecer ha sido abandonado por las autoridades tunecinas, a su llegada a una zona deshabitada en la costa de Libia. Los guardias fronterizos libios encontraron a más de 100 personas, mujeres, niños y familias, varadas en temperaturas abrasadoras de verano y sin agua. Según la Media Luna Roja, las fuerzas de seguridad tunecinas han trasladado a cientos de migrantes a la zona árida desde junio de 2023.STR (EFE)

El cambio climático más allá de la COP28

Hace menos de un mes que concluyó la Cumbre del Clima en Dubái. En el centro del debate estaba el uso de combustibles fósiles y se cerró con un acuerdo histórico. Más allá de los discursos, los despachos, las negociaciones y las palabras están los efectos del cambio climático en la realidad. En Bolivia lo saben bien. Considerado el país de Sudamérica más vulnerable a esta crisis, han visto cómo la sequía ha dejado sus lagos sin agua, no sale una gota de sus grifos y no tienen cómo regar sus cultivos. Sin agua, se muere la vida y el fuego termina por arrasar lo poco queda. Patricia R. Blanco estuvo allí para documentar estas tragedias junto con el fotógrafo Manuel Seoane.

La tormenta perfecta acecha a Bolivia, el país más vulnerable a la crisis climática de América del Sur

Represa de Milluni, visiblemente afectada por la sequía y contaminada por la minería, el pasado 21 de noviembre.Manuel Seoane

En Camerún y Somalia, por citar dos países del África subsahariana, también hemos podido comprobar el impacto de la crisis climática desde el terreno. El primero está particularmente expuesto: sus territorios por el norte se adentran en el Sahel y están cada vez más afectados por la desertificación, mientras que las zonas costeras por el suroeste están amenazadas por el aumento del nivel del mar. En la práctica, varios episodios recientes dan cuenta de esta vulnerabilidad. Por primera vez en más de un siglo, el lecho de la presa en lo alto de la colina en la que se asienta Mbankolo, en Yaundé (al suroeste del país, pero alejada de la costa), está lleno de lodo húmedo en lugar de agua. Las prolongadas e intensas lluvias caídas en la capital camerunesa el pasado 8 de octubre provocaron la rotura del dique de la cuenca de captación, de unos 700 metros cuadrados, liberando sus aguas río abajo, mezcladas con barro y rocas. Arrasaron todo a su paso, incluido medio centenar de viviendas precariamente construidas a base de madera, ladrillos de adobe y láminas de metal.

Somalia, con tres millones de desplazados por la sequía, es un ejemplo del drama de los refugiados climáticos, aún no reconocidos por el derecho internacional. Al campamento de Kaxareey llegan cada día familias que se han quedado sin sustento. La historia de los rebaños menguantes y de las tierras infértiles se repite en cada corrillo de este asentamiento que es el destino de un viaje sin regreso. Falta el agua, falta el sustento, falta la comida.

Vivíamos del ganado, pero ya no había forma de mantenerlo vivo. Cuando se mueren tus animales, mueres con ellos. Por eso nos marchamos
Hbiba Al, desplazada en el campo de Kaxareey (Somalia)
Lee aquí el reportaje completo ⇒ Somalia: crisis climática y destierro
Campamento para desplazados internos de Kaxaarey en Doolow, Somalia.Álvaro García

Casi un año después de las devastadoras inundaciones que sufrió Pakistán, en septiembre de 2022, muchas zonas permanecían todavía bajo el agua y miles de personas no habían recuperado su vivienda ni su modo de vida. Como en tantas otras emergencias olvidadas, las madres y los niños pagan el precio más alto y, en el verano de 2023, 1,6 millones de pequeños sufrían desnutrición severa, según la ONU. Las imágenes hablan por si solas.

“Vivimos con la ansiedad de no saber cuándo será el próximo desastre”

Una madre frente a su casa improvisada en el pueblo de Moosa Jessear, provincia de Sindh. En la temporada de monzones del verano pasado, Pakistán sufrió las peores inundaciones en más de 100 años. Durante casi tres meses, fuertes precipitaciones dejaron bajo el agua a un tercio del país. La lluvia, que representó casi tres veces la media nacional de los últimos 30 años, terminó con la vida de al menos 1.739 personas, incluidos 647 niños y niñas, y afectó a 33 millones de personas. Casas, escuelas, centros médicos, campos y cultivos resultaron destruidos por las inundaciones. El impacto del cambio climático, incluidas las inundaciones y las olas de calor, amenaza la salud de las madres y los niños y niñas en Pakistán. Las mujeres embarazadas que trabajan se enfrentan a un mayor riesgo de estrés por calor, ya que el trabajo físico a altas temperaturas puede requerir un mayor esfuerzo y, por lo tanto, aumentar la temperatura corporal, poniendo en peligro la vida de la madre y el bebé. Juan Haro (Unicef)
Kamli cose a la sombra de su porche, acompañada de sus hijos, en Umarkot, provincia de Sindh. El patio es el único lugar para guarecerse del calor abrasador. Estas paredes fueron reconstruidas tras las devastadoras inundaciones de 2022, en las que Kamli perdió su hogar y su única fuente de ingresos: la recogida de algodón en tierras que una vez fueron fértiles. Sobrevivió durante más de dos meses en campamentos temporales instalados en las carreteras de Umarkot. ''Vivimos con el miedo en el cuerpo, con la ansiedad de no saber cuándo será el próximo desastre. Esta es la única tierra que conozco. Mis antepasados son de aquí, nosotros trabajamos esta tierra y yo quiero quedarme aquí. No hay otra opción”, asegura bajo la atenta mirada de sus hijas. Su vida no era fácil antes de las inundaciones. Kamli enviudó con siete hijos a los que alimentar cuando su esposo murió de una enfermedad hepática hace cuatro años. En 2011 ya había sufrido la pesadilla de una inundación cuando estaba embarazada de seis meses y tuvo que ser evacuada para dar a luz en la casa de un pariente. Después de las lluvias, sus hijos tuvieron que ponerse a trabajar en los campos de algodón, ganando solo 45 euros al mes para mantener a toda la familia. "Cuando hace mucho calor, apenas tienes energía para moverte", dice mientras tose.Juan Haro (Unicef)
Benazir, de 30 años, junto a su hija, Oumara, de tres, al lado del agua aún estancada tras las devastadoras inundaciones que comenzaron en junio de 2022 en Pakistán, y que causaron más de un millar de muertos. Benazir perdió un hijo. Ahora, su hija de ocho años, Uzma, ha tenido que abandonar la escuela para trabajar en el campo, mientras la familia lucha por llegar a fin de mes. "Mi marido trabaja cuando puede en las plantaciones de plátanos y gana unos 200 o 300 PKR (3,20 euros al día)", explica la mujer. "Con eso tenemos que alimentar a seis hijos. Solo podemos permitirnos pan y un poco de chile para una comida al día". Juan Haro (Unicef)
A pesar de su juventud, Noor, de 22 años, ha perdido dos bebés. El primero falleció debido a complicaciones en el embarazo y el segundo murió tres días después de nacer, durante las devastadoras inundaciones que azotaron Pakistán en agosto de 2022. Había dado a luz en su casa con la ayuda de una partera, pero el bebé dejó de respirar. “Apenas comía durante las lluvias y no podía amamantarlo. Le enterramos a unos metros de casa. Todavía estaba lloviendo”. Noor ahora está embarazada de cuatro meses y reza para que su tercer hijo sobreviva a las duras condiciones climáticas del país asiático. Las lluvias turbulentas y las inundaciones destruyeron su casa en Moosa Jessear, en la provincia de Sindh, y en mitad de la noche Noor tuvo que ser evacuada con la ayuda de unos vecinos de su comunidad en un barco improvisado. Ocho meses después del desastre, sigue viviendo bajo una lona. Ella representa a toda una generación de madres que luchan por su supervivencia y la de sus hijos en medio de una crisis climática sin precedentes en Pakistán.Juan Haro (Unicef)
Benaziz, de 30 años, y sus seis hijos, cerca de Balouch Zardari, un pueblo de la provincia de Sindh. La mujer describe sus penurias antes de las lluvias. “No teníamos acceso a agua potable y nuestros hijos pasaban hambre por falta de alimentos. Y ahora todo es más difícil. Tenemos más mosquitos y enfermedades, y el centro de salud está a 15 kilómetros. Estamos luchando para sobrevivir. Día tras día”, cuenta entre lágrimas. El hambre amenaza la vida de millones de niños. En total, cerca de 1,6 millones de pequeños podrían estar sufriendo desnutrición aguda grave en estas zonas y necesitar tratamiento urgente. Se estima que siete millones de personas, principalmente menores de edad y mujeres embarazadas y lactantes, necesitan apoyo nutricional inmediato.Juan Haro (Unicef)
Pakistán es el quinto país más poblado del planeta, con una población de más de 240 millones de personas, y es además vecino del primer y segundo país con mayor número de habitantes: China e India. A pesar de causar menos del 1% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero, según el informe de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de 2021, Pakistán es uno de los más vulnerables al cambio climático. El calor extremo está batiendo récords en el país y ejerciendo una enorme presión sobre la salud y los medios de subsistencia de las comunidades paquistaníes vulnerables. El pasado 1 de junio de 2023, la temperatura en la provincia de Sindh alcanzó los 47 grados centígrados.Juan Haro (Unicef)
Shahida sostiene a su bebé en el Centro de Salud Kotla Eason, en la provincia de South Punkab. La madre tiene en total cuatro niños y dos niñas, pero estuvo a punto de perder a su pequeña Ayat, que ahora tiene 10 meses, durante las lluvias de 2022. Tuvo que ser evacuada en ambulancia de su casa inundada, con la ayuda de su marido, para dar a luz. ''Estaba aterrada. Como resultado del estrés y la ansiedad, perdí el conocimiento. No podía amamantar a mi niña y me sentía muy débil. Hacía mucho calor. Fue una pesadilla. No recuerdo nada”. Shahida tenía anemia y desnutrición y sus mareos se debían a su presión arterial alta. Durante tres días, su esposo y una de sus hijas tuvieron que abrazar a la niña contra su pecho para salvarle la vida. ''Es un milagro que esté aquí", dice Shahida.Juan Haro (Unicef)
Las crisis relacionadas con el clima no afectan a todos por igual. Las madres y los niños sufrirán más que los adultos, sobre todo los de las comunidades más pobres. La escala de la devastación tras las inundaciones en Pakistán resulta difícil de imaginar y el país aún tardará meses, o tal vez años, en recuperarse. Además, en Pakistán, la pregunta no es si ocurrirá otro desastre climático a gran escala, sino cuándo. Bherawaan, una madre de siete hijos, dio a luz en la oscuridad de su casa cuando las lluvias obligaron a todos sus vecinos a abandonar sus hogares. “Solo una madre sabe cómo se siente este dolor. ¿Quién sabe cuál será nuestro destino?", se pregunta Juan Haro (Unicef)
Son Bhari, de 55 años, cuida a su nieto Sahil, cuya vida estuvo en peligro hace unos días. El bebé de ocho meses sufre desnutrición aguda grave y está recibiendo tratamiento gracias a un programa apoyado por Unicef. Sahil recibirá dos sobres de alimento terapéutico a diario durante un mes. Se trata de un tratamiento a domicilio para niños de entre seis meses y cinco años que padecen desnutrición grave. El calor y la falta de alimentos han provocado un enorme estrés emocional y físico en la madre de Sahil. “Mi hija está en el hospital. Sufre anemia, no puede amamantar y tuvo complicaciones después del parto. Espero que regrese pronto. Su bebé la necesita”, cuenta la abuela, Son Bhari, mientras alimenta a Sahil con uno de estos compuestos, hechos a base de crema de cacahuete.Juan Haro (Unicef)
Las históricas inundaciones dañaron la mayor parte de los sistemas de agua en las áreas afectadas, lo que obligó a más de 5,4 millones de personas a depender únicamente del agua contaminada de estanques y pozos. Incluso antes de la temporada de monzones del año pasado, solo un poco más de un tercio del agua en Pakistán se consideraba segura para el consumo. Las mujeres y las niñas de la aldea de Muhammad Pur Ghamand, en el sur de Punjab, deben ir a buscar agua contaminada de un estanque todos los días después de que las inundaciones dañaran el sistema de suministro de agua de su aldea.Juan Haro (Unicef)
La doctora Ayesha Jameel trabaja como jefa del Centro de Salud Kotla Eason, en la provincia de Punjab del Sur. La actividad en este pequeño ambulatorio es frenética y, a pesar del calor, una veintena de madres, muchas de ellas embarazadas, esperan su turno mientras se abanican con sus velos. ''Lamentablemente, las muertes de recién nacidos y las complicaciones graves durante el embarazo son parte de nuestro trabajo. No hay duda de que el cambio climático está causando estragos en la salud de las madres. Muchas no tienen otra opción que volver a trabajar en el campo bajo el sol una semana después de dar a luz. El reposo mínimo que recomendamos es de tres meses de descanso para que su cuerpo se recupere”, afirma desde su despacho. Juan Haro (Unicef)
Nasreen Bibi tuvo mellizos meses antes de que llegaran las lluvias. Ninguno de los dos sobrevivió. El primero murió horas después de nacer, y el segundo sufría desnutrición aguda y frecuentes diarreas, y ella cree que eso le provocó la muerte a los cinco meses. "Mi cuerpo no aguantaba más. No podía darle el pecho a mi hijo, que se enfermó y en cuestión de días dejó de respirar". Narseen se volvió a quedar embaraza y ahora tiene un bebé de algo más de medio año. Cuarenta días después de dar a luz, estaba de vuelta en los campos y se lleva a su pequeño con ella a las tierras donde trabaja, que ya han comenzado a recuperarse después de las inundaciones. A ratos, hace descansos a la sombra para dar el pecho y beber un poco de agua.Juan Haro (Unicef)
Las madres son examinadas en la sala de partos del Centro de Salud Kotla Eason, en la provincia de South Punkab. El aumento de las temperaturas medias, así como de la frecuencia, intensidad y duración de las olas de calor, está exponiendo a las poblaciones del país a estrés por calor, lo que contribuye a un deterioro de la salud, sobre todo de bebés, niños y mujeres embarazadas. Las mujeres en avanzado estado de gestación, las que se encuentran en el segundo y tercer trimestre, se consideran extremadamente vulnerables al calor extremo debido a los cambios fisiológicos que ocurren durante el embarazo. Las madres que trabajan durante horas bajo el sol y a más de 40 grados están expuestas a altos niveles de deshidratación. “Esto, sumado al calor extremo, puede generar serios problemas en el desarrollo del feto y un mayor riesgo de contracciones prematuras, presión arterial alta, convulsiones, hipertensión y estrés materno”, dice la doctora Jameel.Juan Haro (Unicef)

Trabajadores de segunda

Son los que desmontan los barcos inservibles en Bangladés, quienes rebuscan en la basura para encontrar materiales reciclables, los inmigrates que labran la tierra en el Reino Unido, y tantos otros trabajadores en el planeta que realizan labores indispensables, pero en condiciones contrarias a los derechos labores y humanos. Con apoyo de las organizaciones que tampoco se olvidan de ellos, les hemos acompañado al tajo, hemos escuchado sus reclamos y denuncias.

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