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Almacenes digitales y rutas de evacuación en línea: las redes sociales se convierten en un arma poderosa para los civiles en Sudán

Desde que empezó el conflicto, sudaneses dentro y fuera del país tratan de socorrer a sus conciudadanos en grupos de WhatsApp, Facebook y Signal

Refugiados de la guerra de Sudán llegan al aeropuerto de Nairobi, en Kenia, este jueves.
Refugiados de la guerra de Sudán llegan al aeropuerto de Nairobi, en Kenia, este jueves.Daniel Irungu (EFE)

A determinadas horas del día, Aruna enciende el generador. Desde que estallaron los combates entre los dos ejércitos sudaneses hace más de una semana, el gesto se ha convertido en un ritual: en cuanto se pone en marcha la máquina, un ordenador y varios teléfonos móviles también cobran vida. En esos momentos, la mujer rastrea febrilmente los grupos de Facebook, WhatsApp y Signal (otra aplicación de mensajería) en busca de cualquier noticia sobre alimentos, rutas de escape y, sobre todo, insulina para su hija de 26 años, que desde hace siete días se ve obligada a permanecer en casa porque sus reservas del medicamento están casi agotadas.

En Twitter, Aruna (que no quiere que su apellido se publique en este artículo) responde al azar con una cuenta anónima a mensajes publicados con determinadas etiquetas, preguntando si alguien puede conseguirle insulina a su hija. Entonces recibe un mensaje privado de un tal Omar, que dice saber que hay un farmacéutico que sigue trabajando no lejos de la casa de Aruna. En mitad de la noche, su hija sale con Omar y vuelve una hora más tarde. Trae la insulina.

Nuestro grupo está formado por médicos, conductores y estudiantes. Somos gente normal que quiere ayudar
Jia Elhassan, joven sudanesa

Lo que Aruna no sabe en ese momento es que sus mensajes de Twitter probablemente fueron captados por el equipo de Jia Elhassan, una joven sudanesa que dirige un centro de mando digital desde el extranjero a nueve husos horarios de distancia. En ese sistema invisible trabajan 150 personas dentro y fuera de Sudán, que rastrean las redes sociales en busca de llamadas de socorro como la de Aruna, y luego se ocupan de ellas sobre el terreno en Jartum. “Mi profesión es el marketing, así que tengo experiencia en montar infraestructuras digitales”, explica Elhassan. “Utilizo este conocimiento para guiar a mis conciudadanos en el conflicto”. Aunque dice que no está involucrada en política, tiene un seudónimo digital por temor a las represalias.

Médicos y conductores

Los sudaneses se ven obligados a tomar la iniciativa ellos mismos, como ha hecho Elhassan. El Ejército lucha contra fuerzas paramilitares, el Gobierno del país está paralizado, la mayoría de los hospitales están cerrados, y las organizaciones humanitarias están ocupadas principalmente en evacuar a su personal (no sudanés). “Estamos solos”, denuncia la activista digital apesadumbrada. “Hay cantidades enormes de alimentos en almacenes, pero nadie puede acceder a ellos. Los civiles que no caen en la calle víctimas de las balas perdidas corren el riesgo de morir por falta de comida”.

Por eso, en su “almacén digital” Elhassan lleva un registro de los lugares de Jartum en los que todavía se puede conseguir gasolina, alimentos, medicinas y asistencia médica. Gracias a que otros van actualizando mapas interactivos de la capital que muestran con bastante precisión dónde se están produciendo choques armados, ella puede saber cómo hacer llegar esos artículos a las personas que los necesitan. “Nuestro grupo está formado por médicos, conductores y estudiantes. Somos gente normal que quiere ayudar”, afirma. “Ninguno tenemos preparación para esto. Todo lo que tenemos que comprar lo pagamos de nuestro bolsillo”. Elhassan calcula que ya han ayudado a centenares de personas.

El Ejército lucha contra fuerzas paramilitares, el Gobierno del país está paralizado, la mayoría de los hospitales están cerrados, y las organizaciones humanitarias están ocupadas evacuando a su personal

Sin embargo, esta no es la primera vez que las organizaciones ciudadanas del país colaboran para ayudar a la población civil. También durante la revolución sudanesa, que acabó con el derrocamiento del dictador Omar al Bashid en 2019, los jóvenes manifestantes intercambiaron información vital a través de las redes sociales y las redes encriptadas organizadas a lo largo de los años. Lo mismo ocurrió en las protestas que surgieron en el país en los años siguientes. La red de Elhassan llevaba un tiempo inactiva, pero se desempolvó apenas estallaron los enfrentamientos.

Enterrar a los muertos

Este activismo no solo se realiza en línea. Para Elhassan y su equipo de 150 personas, cada día es diferente: al principio recorrían la ciudad con médicos ayudando a las personas heridas en los combates. En los días siguientes les llegaron muchas peticiones de ayuda para la evacuación. “Una vez nos enteramos de que había 15 familias kenianas atrapadas en una de las zonas donde los combates eran más intensos”, cuenta orgullosamente la líder del grupo. “Por la noche enviamos a siete hombres que se ponían en contacto entre sí a través de una llamada telefónica por internet. Mientras unos cuantos vigilaban las calles, los demás llevaron a las familias a pie a una zona segura. En total, la operación duró más de cuatro horas”.

El domingo y el lunes, mientras la comunidad internacional llevaba a cabo los rescates de sus ciudadanos, hubo menos combates que en los días anteriores. Muchos sudaneses aprovecharon ese lapso de relativa tranquilidad para desplazarse a las afueras o a otras ciudades. Aruna también consiguió viajar en autobús a Puerto Sudán el lunes por la noche gracias a la ayuda de desconocidos a través de Facebook.

Por las peticiones de ayuda, Elhassan observa que su red se cruza con personas que buscan principalmente transporte y alojamiento. Por fortuna, los autobuses siguen circulando, dice, “pero son muy caros”. “Además, los conductores solo aceptan dólares y oro. Ya nadie puede acceder a sus cuentas bancarias. Incluso hay gente que llega a la estación de autobuses con sus televisores inteligentes y los cambia por un billete”, asegura.

Mientras tanto, el centro de Jartum sigue ocupado por los paramilitares de la milicia sudanesa Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF, por sus siglas en inglés). La mayoría de los civiles se han marchado. Aunque por ahora sigue siendo demasiado peligroso, Elhassan espera poder trabajar en la ciudad con su red. “Mucha gente no ha tenido tiempo de enterrar a sus familiares”, dice con tristeza. “Han dejado los cadáveres en la calle o en el coche. Cuando cesen los combates, quiero ver si aún podemos enterrar esos cuerpos”.

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