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Seres Urbanos
Coordinado por Fernando Casado
Ciudades Sostenibles
Tribuna
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Urbicidio o el asesinato litúrgico de la ciudad

Desde la destrucción de sus infraestructuras y patrimonios históricos para facilitar el tránsito de coches, hasta su progresivo vaciamiento, las urbes están en peligro de extinción

Ciudades Sostenibles
Atascos en São Paulo (Brasil), en enero de 2023.Getty/NurPhoto

Las ciudades concentran el 56% de la población, el 75% del consumo de energía y el 82% de la economía mundial. Son uno de los tres actores globales, junto al Estado y las corporaciones privadas transnacionales. A pesar de ello, nunca como ahora se ha destruido tanto a la ciudad. El urbicidio, tema central de un libro que acaba de aparecer, intenta explicar este proceso.

Es un concepto que está compuesto por dos palabras con raíces latinas: urbs, sinónimo de ciudad, y cidio, de muerte; o sea, muerte de la ciudad. Pero no es un fallecimiento por causas naturales, sino un crimen agravado, cometido con premeditación y alevosía. Es un asesinato litúrgico realizado con orden y formas explícitas por parte de actores identificados, públicos y privados. Sin embargo, no es la muerte de todas las urbes, como tampoco del fin de la ciudad; sino de algunas ciudades, de ciertos componentes y dinámicas esenciales. Es una destrucción que no conduce a su desaparición, como algunos autores creen que estaría ocurriendo.

El urbicidio no es fallecimiento por causas naturales, sino un crimen agravado, cometido con premeditación y alevosía. Es un asesinato litúrgico realizado con orden y formas explícitas por parte de actores identificados, públicos y privados

La medicina, que estudia la vida y sus vicisitudes, identifica las patologías del cuerpo (diagnóstico) para prevenir, sanar y disminuir la muerte. El urbicidio es similar: reconoce los problemas de la ciudad para corregirlos con la finalidad de prevenir que fallezca. Es una mirada de esperanza que muestra que lo perjudicial debe replantearse para que prevalezca el hacer ciudad.

El urbicidio implica un cambio en el método de comprensión de la ciudad, que parte de la interpretación en negativo: menos en cómo se produce y más en cómo se destruye, menos desde la memoria y más desde el olvido. Se trata de resaltar la destrucción que emerge en la producción de la urbe y en la consecuente forma de su comprensión. Busca explicar lo que se pierde, lo que se destruye y, sobre todo, por qué ocurre esto. Es decir, se trata de comprender las causas estructurales de su degradación, con la finalidad de entenderlas, confrontarlas y contrarrestarlas, generando propuestas alternativas.

Es un enfoque teórico en el que se integra las formas negativas de la ciudad para aportar al desarrollo de la misma. O sea, una crítica a los modelos de desarrollo urbano que fortalecen la desigualdad, la fragmentación, la exclusión, la des-urbanización y la sub-urbanización para devolverle el sentido del buen lugar para el vivir feliz.

El urbicidio se expresa de forma ubicua, masiva, selectiva, sectorial o parcial en las urbes y lo hace bajo la siguiente tipología:

El urbicidio histórico, concebido dentro de la ley de la negación de la negación, sustentado en que lo nuevo niega lo viejo. Siempre hay una etapa de muerte de una ciudad que da paso al nacimiento de una nueva. Así, por ejemplo, el fallecimiento de la ciudad clásica dio parte a la emergencia de la ciudad moderna y de esta se originó la ciudad global; o la ciudad amurallada que dio paso a la industrial.

El urbicidio se expresa de forma ubicua, masiva, selectiva, sectorial o parcial, en las urbes

El ubicidio natural, que nace del hecho de que la ciudad es un espacio artificial producido por la humanidad con sus normas sociales, mientras que el medio ambiente en el que está inscrito lo hace a partir de las leyes naturales. En esta relación se configura un ecosistema, que cuando se rompe el equilibrio, como ocurre con el cambio climático, se vuelve a ella con efectos devastadores (incendios, sequías). Adicionalmente, tenemos huracanes (New Orleans), terremotos (Puerto Príncipe), erupciones volcánicas (Antigua Guatemala) y demás.

Urbicidio antrópico, que proviene de las patologías introducidas por el mercado y las políticas públicas. Pero también por los impactos de guerras (Sarajevo, Alepo), violencias (Medellín, Ciudad Juárez); ataques terroristas (Nueva York, Lima), mercado (Santiago, Guayaquil), desigualdades (São Paulo, Buenos Aires), turismo (Venecia, Cusco), automovilismo (Detroit, Bogotá), extractivismo urbano (Caracas, Monterrey), conservación patrimonial (Quito, Salvador de Bahía).

Urbicidio simbólico, que nace de la importancia del imaginario y de lo representativo alrededor, por ejemplo, de la toponimia. En la conquista española, cuando se fundaban ciudades, se ponían nombres de santos al principio y el original después (San Francisco de Quito, Santa Rosa de Lima). También en Rusia con San Petersburgo, que pasó por Petrogrado, Leningrado, y luego regresó a San Petersburgo, según los momentos históricos. Lo mismo con la nomenclatura urbana, que pasa de costumbrista a conmemorativa para imponer una historia oficial (fechas), idiomas (castellano en Barcelona) o exclusión (mujeres, etnias). También de imaginarios como el del temor, que se convierte en principio urbanístico para cerrar barrios, reducir espacio público y restringir la vida comunitaria.

Existen casos de ciudades emblemáticas. Por ejemplo, Quito, considerada primera ciudad Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, que en el año 2000 tenía 76.000 habitantes y hoy solo 32.000, con una tasa decreciente de 2,5% por año. Se vacía de sociedad, reduce su tiempo y pierde su espacio. O Detroit, considerada la ciudad del automóvil, se cae por la lógica de producción sustentada en el ensamblaje.

El urbicidio identifica los problemas de destrucción de la ciudad para entender mejor el sentido del desarrollo urbano, desde la calidad de vida de sus ciudadanos.

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