La guerra de los hombres que amenaza la vida salvaje en Camerún
Cuando estalló la guerra en parte del país africano, los guardabosques estatales se marcharon, las milicias establecieron campamentos en los bosques y miles de civiles buscaron refugio en áreas ricas en biodiversidad. Los conservacionistas trabajan ahora de incógnito para burlar a los sublevados
Mientras Nkemkedju Andreas y sus compañeros guardabosques de la comunidad serpentean por el denso bosque, están atentos a las trampas y señales de actividad humana. El área que están patrullando, el Santuario de Vida Silvestre Tofala Hill (suroeste de Camerún), alberga varias especies en peligro y se considera uno de los puntos más importantes en cuanto a riqueza de biodiversidad del mundo. Mantienen los ojos y los oídos bien abiertos, listos para rescatar animales de los posibles cazadores furtivos. Sin embargo, mientras realizan su patrulla de rutina, Nkemkedju y compañía también desconfían de cruzarse en el camino de otra criatura que lucha por sobrevivir: los Dragones Rojos. A pesar de su nombre, estos no son una especie en riesgo. Ni siquiera son animales. Son miembros de una temida milicia separatista que libra una guerra de independencia contra el Estado camerunés.
Junto con el gorila de río cruzado en peligro de extinción , el chimpancé de Nigeria-Camerún, los elefantes y los pangolines, los Dragones Rojos ahora también llaman hogar a este precioso bosque. Por eso, los conservacionistas deben tomar ciertas precauciones únicas. Por un lado, operan encubiertos, vestidos de civil. “Si nos ponemos el atuendo normal de los guardabosques, nos tomarán por trabajadores del Gobierno, algo que las milicias armadas anglófonas no quieren ver”, dice Nkemkedju, de 33 años.
Desde que estalló la guerra en 2017, la vida en las regiones del noroeste y suroeste de Camerún, donde predomina el habla inglesa, a diferencia de las otras ocho regiones de habla francesa, se ha roto
Desde que estalló la guerra en 2017, la vida en las regiones del noroeste y suroeste de Camerún, donde predomina el habla inglesa, a diferencia de las otras ocho regiones de habla francesa, se ha roto. Al menos 6.000 civiles han sido asesinados por el Gobierno o las fuerzas separatistas. Innumerables pueblos han sido arrasados. Los rebeldes han impuesto violentamente un boicot a la educación, atacando escuelas y estudiantes. Y 600.000 personas han sido desplazadas.
Si bien estas tragedias han recibido poca atención internacional, las formas en que estas presiones humanas han llevado a presiones ambientales han recibido aún menos. Los científicos sugieren que podrían ser devastadoras. Desde que comenzó la guerra, los proyectos de conservación se han detenido. Los guardabosques estatales y las ONG han huido del área. Y, según una investigación publicada recientemetne en el Journal of Humanitarian Action, el 80% de los aldeanos en zonas de conflicto han buscado refugio en puntos de importante biodiversidad cercanos. Al igual que las milicias que se esconden en los bosques, estas comunidades desplazadas han tenido que depender de la caza y la recolección para sobrevivir, han talado árboles valiosos para construir casas, usarlos como leña y despejar espacios para granjas.
Akande Tamon es ingeniero rural y ambiental. Está particularmente preocupado por el efecto de la tala de árboles en las cuencas hidrográficas, áreas críticas de tierra que desembocan en los sistemas fluviales. “Las cuencas hidrográficas están siendo deforestadas masivamente y convertidas en tierras de cultivo”, dice. Estos cambios, sugiere, han llevado a una aguda escasez de agua, especialmente en la estación seca. Teme que los efectos a largo plazo sean aún peores.
A Nkemkedju es el corto plazo lo que más le preocupa. Varias especies en el santuario ya están en peligro. El gorila de Cross River (río cruzado), por ejemplo, ha sido cazado hasta casi la extinción con menos de 300 sobrevivientes. Nkemkedju y el equipo de 24 guardabosques comunitarios que ha dirigido durante dos años, con el apoyo de la Fundación para el Medio Ambiente y el Desarrollo Rural (ERuDeF), operan con un sentido de urgencia. “Hemos estado educando a los que viven en el santuario para que no cacen especies como gorilas de río cruzado, chimpancés y pangolines, pero sus trampas no pueden distinguir entre estas especies”, dice.
Inculcar el espíritu de conservación
Para las comunidades desplazadas por la crisis anglófona, la consigna es la supervivencia. La historia de Jong Florence, de 25 años, es bastante típica. Ella y sus tres hijos escaparon hace cuatro años de su pueblo, asediado por el ejército. Terminaron en el Santuario de Vida Silvestre Tofala Hill, donde Jong creó una pequeña granja para cultivos de subsistencia. “No tuve más remedio que irme. Mi vida y la de mis hijos estaban en riesgo”, dice. Ngong Paul, de 65 años, padre de ocho hijos, cuenta una historia similar. Él y su familia huyeron de la región noroeste en 2021 tras recibir amenazas de muerte de los separatistas. Buscaron refugio en el parque nacional Kimbi Fungom, en el noroeste, hogar de varios primates raros y especies en riesgo de extinción. Allí, se las arreglan como pueden. “No es mi deseo cazar en el parque, pero las circunstancias me han empujado a hacerlo”, admite.
Al igual que las milicias que se esconden en los bosques, las comunidades desplazadas han tenido que depender de la caza y la recolección para sobrevivir. Han talado árboles valiosos para construir casas, usarlos como leña y despejar espacios para granjas
Estas experiencias individuales pueden tener poco efecto en el medio ambiente de Camerún contabilizadas aisladamente, pero multiplicadas por varios miles de personas, el impacto es significativo. Una investigación realizada por Amos Fang Zeh en la Universidad de Buea (Camerún) en 2022 descubrió que la recolección de carne de caza en el parque nacional Kimbi Fungom se ha disparado desde el comienzo de la crisis anglófona, alentada por la falta de guardabosques y la creciente demanda de la vecina Nigeria. “Los jóvenes que abandonaron la escuela como resultado de la crisis ahora cazan en este parque”, explica Zeh. “Los comerciantes de carne de monte se cuelan [desde Nigeria] en las aldeas adyacentes y compran en grandes cantidades y a buen precio”.
En este complicado contexto, los ambientalistas cameruneses han reconocido que deben trabajar con las comunidades desplazadas, no en su contra. Tansi Godwill encabeza la Asociación de Medio Ambiente y Desarrollo Comunitario (EcoDA), que trabaja para proteger la biodiversidad en el Santuario de Vida Silvestre de Bayang-Mbo, en la región suroeste. Inicialmente, su equipo trabajó para generar confianza con las personas que habían huido de la guerra. “Al principio, cuando vinimos a trabajar con las comunidades locales adyacentes al santuario, se mostraron muy reticentes: pensaron que nos enviaba el Gobierno”, asevera. Con el tiempo, los conversadores se abrieron camino, ayudados por nuevas estrategias que idearon para responder a las necesidades de las comunidades. Los miembros de EcoDA instalaron pocilgas y dieron a los agricultores plántulas mejoradas. Ayudaron a los jóvenes a trasladarse a pueblos seguros donde pudieron acceder a educación. “No les dijimos que dejaran de cazar; simplemente les dimos alternativas mejores”, explica el conservacionista. Los EcoDA también educaron a los lugareños sobre la importancia de preservar la vida silvestre, y luego los reclutaron para sensibilizar a otros. “Los miembros de la comunidad local ahora son los que lideran las patrullas en el santuario”, señala Godwill, quien dice que el equipo ha rescatado al menos 14 pangolines de los cazadores furtivos en el último año.
En el parque nacional del Monte Camerún (suroeste del país), la ONG Voice of Nature (VoNat) enfrenta desafíos similares para proteger la flora y fauna, como el elefante africano del bosque. En respuesta a las invasiones en lo que algunos consideran el ecosistema más diverso de Camerún, VoNat también involucró a las comunidades desplazadas, y en particular a los jóvenes. La organización ha reclutado a 100 “embajadores de la conservación” para llevar a cabo proyectos de preservación y sensibilizar a sus padres. Esta estrategia, explica el director ejecutivo Ndimuh Shancho, “está encaminada a inculcar el espíritu conservacionista en los jóvenes que serán clave en la gestión del parque cuando la crisis haya terminado”.
Estos enfoques han permitido a los conservacionistas hacer frente a algunas de las amenazas al medio ambiente. Pero la deforestación y la caza furtiva continúan en muchas áreas. No todos están abiertos a sus apelaciones. “Hay días que nos reciben a balazos cuando vamos al campo”, agrega Godwill, de EcoDA. “Suele dar mucho miedo, pero nos estamos acostumbrando. La población local ha sido de gran ayuda: nos señalan cuando el terreno no es seguro”.
Para Louis Nkembi, experto en biodiversidad y director ejecutivo de ERuDeF, el conflicto anglófono plantea el mayor desafío para la conservación en sus tres décadas de carrera. “No hay que lidiar solo con la población ansiosa por explotar los recursos naturales de las áreas protegidas, sino también con la inseguridad”, dice. En su opinión, la crisis solo terminará cuando las personas desplazadas puedan reasentarse; ERuDeF ya ha apoyado a algunas personas para que se muden.
Walter Kelechi, que trabaja para la organización humanitaria LUKMEF, ha estado ayudando a las comunidades desplazadas a acceder a las necesidades básicas, lo que reduce su dependencia de los recursos naturales. Cree que, en última instancia, se debe ayudar a las personas a regresar a casa cuando sea posible. “Tenemos la intención de hacer un reasentamiento masivo, pero sería cuando la crisis debería haber dado señales de terminar”, dice. La fundación humanitaria Ayah también ha estado apoyando a las comunidades con refugio y facilitando los reasentamientos. Esto ha aliviado algo de la presión sobre los bosques de Camerún, pero solo puede llegar hasta cierto punto mientras continúa la guerra. Como explica Ayah Ayah Abine, presidente de la entidad, prácticamente todos los que intentan sobrevivir en las regiones en guerra son víctimas del conflicto de una forma u otra.
Para aquellos como el conservacionista encubierto Nkemkedju, el desafío de proteger la preciosa biodiversidad de Camerún es enorme, pero también lo es la determinación y la capacidad de innovación de su equipo. “Estamos atrapados entre el diablo y el mar azul profundo, pero estamos decididos a salvar la vida silvestre”, concluye.
Puedes seguir a PLANETA FUTURO en Twitter, Facebook e Instagram, y suscribirte aquí a nuestra ‘newsletter’.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.