Poesía contra los estereotipos y por los cambios sociales en RD del Congo
Los ‘slameurs’ de Bukavu son poetas que emplean sus versos como una herramienta para compartir sus opiniones, pensar en futuros distintos o exigir cambios
En un rincón tranquilo de la ciudad de Bukavu, en el este de la República Democrática del Congo (RDC), un grupo de ocho artistas improvisa poesías: son slameurs, jóvenes que encontraron en sus versos una manera de compartir sus opiniones, pensar en futuros distintos o exigir cambios.
“Siempre he dicho que el slam no es simplemente una manera de expresarse, sino también una herramienta de liberación”, dice la slameuse Patricia Kamoso, de 20 años, la única mujer de este grupo. “En el slam he encontrado libertad para pensar de una manera distinta de la que me enseñaron desde que era pequeña”.
En el patio del centro cultural donde se ha reunido la pandilla, apenas si llega el rumor constante de las calles de Bukavu –el rugido de los motores de las motocicletas, las bocinas de los coches–, una ciudad de casas bajas, a menudo modestas, que continúa desparramándose sin cesar por las colinas que rodean el lago Kivu.
Bukavu también es una ciudad de colores: los grafitis adornan las furgonetas de tránsito de pasajeros; las fachadas de las casas o de las tiendas, apiladas como cajas de zapatos sobre las colinas redondas; los destellos del sol en los tejados metálicos. Pero la sombra de una guerra –los ataques de numerosos grupos armados golpean a los ciudadanos del este de la RDC desde hace más de dos décadas– oscurece esta urbe habitada por miles de personas que huyeron de sus pueblos en busca de un refugio más seguro.
El slameur Achille Argus reconoce esos problemas, pero, en vez de insistir en ellos, sus poemas a menudo hablan de la enorme diversidad cultural de esta región, su naturaleza exuberante, la belleza de sus paisajes y la energía rebosante de las calles de Bukavu. Para Argus, escoger esos temas no es solamente una manera de combatir los estereotipos sobre su país, sino también una manera de luchar contra el racismo. “El racismo, la xenofobia o cualquier rechazo de otra persona se basa en la ignorancia. Odiamos a las serpientes porque nos han hablado mal de ellas. Pero las serpientes no tienen nada de malo. Lo mismo ocurre con los humanos”, opina Argus. “Creo que existe otra dimensión de Bukavu de la que nunca hablamos”, insiste.
La poesía, un instrumento de denuncia
“En ocasiones escribo textos solamente para divertirme”, asevera Argus a Efe. “En el arte, en el mundo de la creatividad, también debe existir esa dosis de locura. No tenemos que ir dando lecciones todo el tiempo. Por supuesto, quiero que sucedan cambios sociales, pero también escribo simplemente por la belleza de este arte”.
Sin embargo, estos jóvenes sienten la responsabilidad de no obviar los problemas que observan en su día a día, o los que golpean a sus conciudadanos. “Vivo en el este de la RDC”, destaca otro slameur apodado Mérou Mégaphone –su nombre real es Hervé Mushagalusa–, de 24 años. “Puedo ver lo que sucede en este país. Por eso hablo de la guerra, pero también sobre las tasas de desempleo, las pocas oportunidades para que los niños estudien… Existen muchas cosas que intento poner en evidencia”.
“En todas partes existen obstáculos que limitan la libertad de expresión”, añade Argus. “Pero creo que, en tanto que tenemos la capacidad de hablar, también tenemos el deber de denunciar y de no temer todas esas restricciones”.
Las congoleñas piden la palabra
Los slameurs están a punto de recitar los poemas que ahora escriben a toda prisa en el bloc de notas de sus teléfonos móviles. Es un ejercicio para mejorar su capacidad de improvisación, para poder escribir más rápido. Para concentrarse mejor, Patricia Kamoso ha girado su silla, así que ahora da la espalda al resto de sus compañeros y tiene sus pies apoyados en una pared.
Mientras crecía en Bukavu, explica esta joven, escuchó en numerosas ocasiones que había muchas cosas que las mujeres como ella no podían hacer. Eso era lo que repetían sus amigos, sus familiares, sus profesores. Pero escribir, le enseñó a pensar por sí misma, a encontrar sus propias opiniones, sus propias aspiraciones, sin repetir lo que otros esperaban de ella. Y recitar sus poemas le enseñó a defender esas elecciones en voz alta, con firmeza.
Kamoso, ahora, no se reconoce en esa niña tímida que hace cinco años se subió por primera vez a un escenario. Los micrófonos la han transformado. A menudo, con el objetivo de visibilizar los obstáculos que resisten las mujeres congoleñas, los textos de Kamoso hablan sobre su metamorfosis. Pero no siempre. Para ella, la capacidad del slam para conseguir cambios sociales va más allá del tema de los versos que se reciten.
“El simple hecho de que otras mujeres observen a una chica en un escenario haciendo algo que creían que era difícil o imposible. Es una manera de terminar con la escasez de confianza en nosotras mismas, de decirles que nosotras también podemos lanzarnos a un escenario, de conseguir algo distinto”, zanja.
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