_
_
_
_

Contagiados invisibles entre las pirámides

Egipto es el quinto país del mundo que más ha manipulado a la baja la cifra de muertes por covid-19, sin sobrepasar oficialmente el centenar en un solo día. La falta de transparencia deja un agujero inexplicado de decenas de miles de fallecidos en los últimos dos años

Covid-19 en Egipto
Un hombre con mascarilla camina por El Cairo, en Egipto, el 21 de octubre de 2020, durante la primera ola de la pandemia de covid-19.AMR ABDALLAH DALSH (Reuters)
Marc Español

En una esquina poco ventilada de la laberíntica estación de metro de Sadat, en el centro de El Cairo y una de las más concurridas de la capital egipcia, permanece instalada desde mediados de noviembre una pequeña clínica del Ministerio de Salud dispuesta a vacunar contra la covid-19, cada tarde y sin cita previa, a todos los que se acerquen.

La de Sadat forma parte de una red de unidades similares que las autoridades egipcias han habilitado en puntos especialmente transitados de la ciudad para abarcar al mayor número de personas posible en su apuesta por acelerar la campaña de vacunación. La sensación de urgencia se vio acrecentada a medida que Egipto atravesaba un nuevo repunte hasta alcanzar picos que no se registraban desde verano de 2020.

La peor jornada de la última ola ocurrió el 18 de noviembre. Aquel día, sin embargo, se registraron 73 muertes, una cifra relativamente baja en un país de más de 100 millones de personas, de las que menos del 15% tenía la pauta de vacunación completa en uno de sus peores momentos desde el inicio de la pandemia. De hecho, Egipto nunca ha sobrepasado oficialmente el centenar de decesos en un solo día. Unas cifras que, vista la tragedia global que ha acarreado, parecen poco menos que un milagro.

Pero la realidad se presenta mucho más lúgubre cuando se mira desde un ángulo distinto. A finales del pasado junio, la agencia estatal de estadísticas egipcia, CAPMAS, publicó un informe –el último disponible– en el que recogía el número total de muertes registrado en Egipto en 2019, 2020 y la primera mitad de 2021. Entonces, muchos medios destacaron que las ocurridas en el país durante los primeros seis meses de 2021 en relación con el mismo período de 2019 y, por lo tanto, antes de la pandemia, habían aumentado un vertiginoso 31,3%. O lo que es lo mismo: 90.000 víctimas de más solamente durante aquel intervalo.

En aquellas mismas fechas, en cambio, el Ministerio de Salud había confirmado poco más de 16.000 decesos por el nuevo coronavirus desde febrero de 2020. Dos cifras que, si bien deberían haber tenido relación, se encontraban a una enorme distancia, sugiriendo que algo fallaba.

Una mirada más detenida al registro de CAPMAS permite entender la dimensión del agujero. En marzo y abril de 2020, cuando ya se había declarado la pandemia, el virus no dejó rastro en las estadísticas de fallecimientos, pero empezó a causar estragos en mayo y, sobre todo, en junio. Solo aquel mes, el más mortífero hasta la fecha, murieron en Egipto 79.078 personas, unas 33.500 más de las que habían muerto el año anterior. Únicamente en ese mes, por lo tanto, el exceso de mortalidad fue muy superior a la cifra total de fallecidos por covid-19 que se había registrado incluso hasta este diciembre, en torno a los 22.000.

A medida que se amplía el foco, mayor aparece el extravío. En total, el exceso de muertes en Egipto desde marzo de 2020 hasta junio de 2021, en relación con los mismos meses de 2019, cuando no había pandemia, alcanza las 191.093, según los datos de CAPMAS. De estos, un 8,5% se han atribuido oficialmente al SARS-CoV2.

Entre expertos en este campo existe un elevado consenso en torno a la idea de que la cifra global de decesos a causa de la pandemia, que en enero de 2022 ya supera los 5,4 millones en todo el mundo según el recuento de la Universidad Johns Hopkins, es una subestimación. Pero existen países y países. Y en la clasificación de aquellos con mayor cifra de exceso de fallecidos no atribuidos a la pandemia, Egipto se sitúa en las primeras posiciones.

Concretamente, la primera en Oriente Medio y el Norte de África a mucha distancia, y la quinta en el mundo, por detrás solo de Tayikistán, Nicaragua, Uzbekistán y Bielorrusia, según un estudio de dos investigadores de la Universidad Hebrea de Israel y de la Universidad de Tübingen de Alemania. Esta investigación, de la que se hizo eco un informe del Banco Mundial en octubre, nota que la relación en Egipto entre el exceso de muertes totales y las atribuidas a la covid-19 se sitúa actualmente en torno al 12,8%.

La relación en Egipto entre el exceso de muertes totales y las atribuidas a la covid-19 se sitúa en torno al 12,8%

Para calcularlo, los investigadores del estudio establecieron para cada país una mortalidad de referencia, basada en los respectivos datos de cada uno entre 2015 y 2019, siempre antes de la pandemia. A partir de esta, se calcula el exceso de fallecidos como la diferencia entre la real por todas las causas en 2020 y 2021, y la de referencia. Este indicador permite calcular de forma altamente objetiva las víctimas que han causado pandemias u otros tipos de acontecimientos inesperados y extremos.

“Normalmente, la diferencia entre el exceso de muertes y las muertes por covid-19 tiene dos explicaciones”, observa Ariel Karlinsky, uno de los líderes de la investigación. La primera, explica, es la capacidad de cada país para hacer pruebas de diagnóstico y para contabilizar los casos y fallecidos por la nueva enfermedad. La segunda es la mala intención. “Cuanto más alta es la ratio entre el exceso de muertes [por cualquier causa] y las provocadas por la covid-19, parece más y más evidente la malicia”, desliza Karlinsky.

La mayoría de medios de comunicación, estrictamente controlados, han cerrado en gran medida filas con la versión y los números oficiales del Ministerio de Salud. Pero todas las cifras del Gobierno relacionadas con la pandemia se han tomado con cautela desde poco después de declararse. E incluso las propias autoridades han sido relativamente abiertas y sinceras al respecto, siempre y cuando la observación no fuera acompañada de críticas a su gestión.

En 2020, sin ir más lejos, un miembro del comité nacional de coronavirus, Mohammad El Nadi, reconoció en un popular programa de televisión que la cifra real de infecciones en Egipto podría ser hasta diez veces más elevada que la oficial, y aseguró que las autoridades estaban siendo cautas y que su estimación incluso podría quedar corta. Actualmente, los datos más recientes indican que en el país se han contagiado casi 395.000 personas y han fallecido 22.000.

Un miembro del Sindicato de Médicos, en condición de anonimato, señala en un despacho de la sede de la organización que las bajas cifras oficiales se deben principalmente a dos motivos, en la línea de lo señalado por Karlinsky. Por un lado, a la poca capacidad que tuvo el país inicialmente para realizar pruebas. Y por el otro, a su estricta política de contabilización, sobre todo cuando los test han empezado a ser más accesibles. En este sentido, los positivos registrados fuera de los laboratorios centrales del Ministerio no se consideran oficialmente ni se incluyen en las estadísticas públicas.

La mayoría de medios de comunicación, estrictamente controlados, han cerrado en gran medida filas con la versión y los números oficiales del Ministerio de Salud

Esta forma sui generis de contabilizar ha provocado que, incluso con una gran infravaloración del número de decesos absoluto atribuible a la pandemia, Egipto presente igualmente una de las tasas de mortalidad por coronavirus más altas del mundo: la de Egipto hasta diciembre era del 5,7%, más del doble de la tasa global, que se sitúa sobre el 2%, lo que deja a este país, según las estadísticas de la Universidad Johns Hopkins, como el séptimo con la mayor del mundo, fruto sobre todo de su aberración estadística. En algunos puntos de la pandemia, como en verano de 2020, el medio egipcio Mada Masr documentó una mortalidad en este país norafricano del 8%, mientras la mundial se situaba en torno al 1,8%.

La fuente del Sindicato de Médicos, miembro de su consejo directivo hasta este otoño, explica que, si bien los doctores pueden observar que una persona ingresada presenta síntomas propios del coronavirus, en caso de defunción no pueden hacerlo constar como la causa de muerte si no han podido realizar un test antes. Por ello, en el certificado de defunción pueden aparecer otras causas de muerte como un paro cardíaco o falla orgánica.

Pero al ser preguntado por el motivo del pronunciado aumento de víctimas, la misma fuente, que ha estado al frente de la lucha contra la pandemia, no deja margen de duda. “Creo que el motivo es muy claro y muy fácil”, nota. “¿Qué ha ocurrido que empezara el año pasado [y que haya continuado] hasta ahora que pueda ser la causa de esta subida?”, se pregunta retóricamente. “Parece que no hay más razón que una”.

Planeta Futuro contactó directamente al portavoz del Ministerio de Salud egipcio, Khaled Megahed, y solicitó a través del Centro de Prensa del país una entrevista con un oficial de este organismo, pero no ha obtenido respuesta hasta el momento de publicarse este artículo.

Puedes seguir a PLANETA FUTURO en Twitter, Facebook e Instagram, y suscribirte aquí a nuestra ‘newsletter’.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_