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Ruido en las casas: mujeres y niñas desaparecidas en Perú

Las desapariciones femeninas en el país latinoamericano han alcanzado las 11.828 en 2020 en el año de la covid-19. Muchas son víctimas de violencia machista. El caso de Joys Stefani describe la agonía de quienes pierden la pista de un ser querido

La última foto de Joys Estefani Qqueccaño Huamani (24 años) antes de su desaparición el 9 de octubre 2020. En la imagen, Joys Estefani tiene el rostro contusionado y la cabeza vendada después de haber sido agredida por su expareja y padre de sus dos hijas en septiembre. Ella envió esta foto a su hermano Percy. Distrito de Pampamarca, Provincia de Canas, Cuzco.
La última foto de Joys Estefani Qqueccaño Huamani (24 años) antes de su desaparición el 9 de octubre 2020. En la imagen, Joys Estefani tiene el rostro contusionado y la cabeza vendada después de haber sido agredida por su expareja y padre de sus dos hijas en septiembre. Ella envió esta foto a su hermano Percy. Distrito de Pampamarca, Provincia de Canas, Cuzco.Florence Goupil (EL PAÍS)
Lise Josefsen Hermann Florence Goupil
Cuzco (Perú) -

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Los niños observan el mundo que describimos para ellos. En este caso, Chaska Ccana, una niña de seis años de origen quechua, cuenta fragmentos que dan una idea de los horrores que podría haber vivido su mamá, Joys Estefani Qqueccaño Huamani, de 24 años. Joys Estefani fue vista por última vez la noche del 9 de octubre de 2020.

Según cuenta Chaska, temprano ese día, su tío Jesús Ccano las llevó a su casa, que queda a tan solo unos 28 metros de la de su madre, donde vivía con su hermana menor Illary, de cuatro años. Así lo recogen también los informes de la policía del caso de Joys Estefani, y así lo cuentan los tíos de la mujer y madre de las dos niñas.

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Su casa queda en la comunidad Pampa Ansa, a unas tres horas de la conocida ciudad turística del Cuzco, en Perú. Es un campo abierto, un valle árido de tierra en tonos rojizos. En la última foto que existe de Joys Estefani Qqueccaño Huamani, ella tiene el rostro contusionado y la cabeza vendada después de haber sido agredida por su expareja y padre de sus dos hijas, Arturo Ccana Condori, de 32 años. Esto fue el 28 de septiembre y la agresión fue denunciada a la policía. Arturo fue arrestado, pero por poco tiempo, pues fue puesto en libertad.

La agresión tuvo lugar pocas semanas después de que Joys Estefani se separase del padre de sus hijas. A pesar de la ruptura, aún vivían cerca, ya que a pocos metros se encuentra la casa de la familia de Arturo.

En muchos países de América Latina, la covid-19 ha significado un confinamiento estricto, y Perú no es la excepción. Las personas han estado prácticamente encerradas dentro de sus hogares durante meses, muchas de ellas hacinadas en viviendas precarias. Una situación que, según los expertos, ha agravado la situación de los niños, niñas y mujeres que viven en hogares violentos. A ellos les tocó encerrarse con sus perpetradores.

La familia de Joys Estefani tiene la certeza de que la expareja de ella ha desempeñado un papel importante en la desaparición de la mujer. Las ventanas rotas de la casa de Joys estaban manchadas de sangre. “Queremos justicia, porque los más pobres nunca somos escuchados y en pleno siglo XXI se sigue maltratando a la mujer, eso no puede ser posible,” dice Nilo Qqueccaño, el tío de Joys Estefani.

Joys Estefani no es para nada la única. En Perú se han reportado 18.481 personas desaparecidas de enero a diciembre de 2020, de las cuales 11.828 eran mujeres, un 64% del total, según datos de la policía. “Tras los sucesivos cambios en las medidas restrictivas dadas durante la pandemia por covid-19, se mantiene constante el incremento de mujeres adultas, niñas y adolescentes reportadas como desaparecidas,” advierte la Defensoría del Pueblo en una nota publicada recientemente.

Chaska Ccana (6), hija mayor de Joys Estefani, juega en casa de su abuelo René Qqueccaño (44) en Pampamarca. La expareja y padre de las niñas es el principal sospechoso de la desaparición. Pincha en la imagen para ver la fotogalería completa.
Chaska Ccana (6), hija mayor de Joys Estefani, juega en casa de su abuelo René Qqueccaño (44) en Pampamarca. La expareja y padre de las niñas es el principal sospechoso de la desaparición. Pincha en la imagen para ver la fotogalería completa.Florence Goupil

De particular preocupación es el alto número de niñas y adolescentes desaparecidas durante el confinamiento. “Las menores que han huído son una señal de que hemos fallado como sociedad”, dice Eliana Revollar Añaño, adjunta para los Derechos de la Mujer de la Defensoría del Pueblo de Perú.

Tampoco el caso de la violencia contra Joys Estefani es único en el Perú. Todo lo contrario, las cifras de violencia contra las mujeres hablan por sí solas. De marzo a julio, durante el confinamiento, el Ministerio de la Mujer registró 11.000 casos de violencia contra ellas. Casi el 30% de las víctimas eran menores.

La adjunta señala que algo grave está pasando en estos hogares si los menores se ven obligados a huir de allí. Violencia intrafamiliar, agresión sexual y condiciones económicas muy precarias. Sin embargo, las autoridades carecen de claridad sobre los motivos de las desapariciones.

Joys Estefani se juntó con Arturo cuando tenía apenas 15 años en un matrimonio campesino, como lo llaman. Según cuentan los tíos, sospecharon durante años que Joys sufría maltratos por parte de su pareja. Sin embargo, ella se encontraba muy encerrada entre la familia de él y la iglesia Asociación Evangélica de la Misión Israelita del Nuevo Pacto Universal, a donde asistía regularmente.

Visitar la casa de los Estefani es como entrar en un escenario de una película de horror. Solo demasiado real. Como entrar en una escena de un crimen silencioso. Todo aquello que cabía dentro de la casa ahora está esparcido afuera. Juguetes de las niñas, vidrios rotos, basura, ropa... Durante la visita, vienen también familiares de la expareja de Joys Estefani, pues su casa queda a apenas 28 metros de la de ellos.

El caso de Joys Estefani recuerda a otra reciente desaparición en la capital, Lima, la de Marleny, que estuvo desaparecida casi dos meses. Luego encontraron su cuerpo enterrado debajo de su propia habitación.

Según la Defensoría del Pueblo, se han registrado 132 feminicidios en 2020. Además, durante la pandemia el número de desapariciones aumentó mes a mes. Es difícil no preguntarse por qué están desapareciendo estas niñas y mujeres.

Se han registrado 132 feminicidios en 2020. Además, durante la pandemia el número de desapariciones aumentó mes a mes

“Tenemos la hipótesis de que la mayoría de los y las menores podrían haber huido de sus hogares por violación, violencia física y emocional o abuso sexual. Pero no sabemos el motivo. Y no sabemos cuántos se han encontrado y en qué condiciones, con vida o no. Y cuántos aún siguen desaparecidos. La falta de datos en esta área es un problema grave”, dice Eliana Revollar Añaños, de la Defensoría del Pueblo.

Además de la capital, Lima, también hay informes de muchos desaparecidos en las regiones, como por ejemplo en Cuzco, donde en 2020 se dieron 1.011 casos de desapariciones, posicionándose en el segundo lugar a nivel nacional según datos policiales. Incluso se estima que el subregistro en las regiones es aún mayor, pues los familiares nunca realizan las denuncias, en parte por una fuerte falta de confianza en las autoridades.

Katherine Soto Torres es fundadora del grupo Mujeres Desaparecidas Perú, que ha surgido porque sienten que las autoridades no están haciendo bien su trabajo a la hora de realizar búsquedas. Cuenta cómo varias de las regiones donde se denuncian desapariciones se caracterizan por la industria extractiva, por ejemplo la minería ilegal. Y áreas notorias por la trata de personas con fines de explotación sexual. La activista está muy preocupada por la situación en la región de Cuzco.

“Los casos denunciados son alarmantes. Solo en lo que va del año, se han realizado más de 697 denuncias, y Cuzco es la tercera región con más casos a nivel nacional. Aún no contamos con un verdadero sistema nacional de búsqueda que registra y difunda toda la información, donde se tenga como herramientas fundamental la activación de alertas con protocolos inmediatos que tengan enfoque de género e interculturalidad. Si no se atiende de forma efectiva las desapariciones de niñas y mujeres, no podremos prevenir situaciones de riesgo y, mucho menos, encontrarlas con vida,” afirma Soto Torres.

Sangre en las paredes

En la casa de Joys Stefani, ahora abandonada y destruida, un visitante puede ver con sus propios ojos manchas rojas en las paredes. Una de ellas, desgastada, tiene la forma de una mano. ¿Qué ha pasado aquí? Muchas preguntas, pocas respuestas.

“Como pobres, pedimos justicia. Los derechos de una mujer no deben ser vulnerados”, dice el tío, Nilo Qqueccaño, con la voz quebrantada y la mirada firme. “No es justo que a una humilde mujer campesina con dos hijos le suceda eso”. Afuera de la casa se ve mucha tierra recientemente removida.

Tras la desaparición de la madre, las niñas se quedaron bajo custodia de la policía y luego fueron entregadas a su abuelo, ya que el padre cuenta con una denuncia de violencia hacia su pareja y sospecha de homicidio.

René Qqueccaño, de 44 años y padre de Joys Estefani, tiene mucho miedo de la expareja de su hija —y de toda su familia en realidad— pues teme que sean cómplices. “Tengo miedo de que la familia capaz me hace desaparecer,” dice.

Soto Torres, por su parte, pide datos del área: “Carecemos de cifras precisas. ¿Cuántas mujeres desaparecidas hay? ¿Por qué desaparecen? Hay una falta de datos y una política nacional en esta área,” crítica. Y luego echa de menos una humanización del problema: “Las autoridades deben dar respuestas a esas familias. Es como si su historia se hubiera borrado. Como si su hija o hermana nunca hubiera existido. Las mujeres desaparecidas no son solo números, son seres humanos”.

Las autoridades deben dar respuestas a esas familias. Es como si su historia se hubiera borrado. Como si su hija o hermana nunca hubiera existido
Katherine Soto Torres, de Mujeres Desaparecidas Perú

Y si se va detrás del fenómeno de las desapariciones, muchas veces se asocian a delitos graves como el asesinato de mujeres, el secuestro y la trata de personas. La activista también cuenta cómo las familias no confían en las autoridades: “Pasa mucho que se culpabiliza a los seres queridos de las desapariciones. O simplemente se explica con celos, insinuan que la mujer probablemente también tuvo un poco de culpa”.

Durante un paseo, los tíos de Joys Estefani pasan por la iglesia evangélica, que frecuentaba la desaparecida con Arturo, su pareja, y con la familia de este. De repente sale del templo el hermano de Arturo, Jesús Ccana, temblando. En un momento se produce un conflicto de preguntas y acusaciones entre los tíos y el hermano. “¿Qué ha pasado con Joys Estefani? ¿Qué le han hecho?”, quieren saber los tíos.

Pero el hermano les contesta: “¿Y si aparece qué pasa? ¿Cómo van a responder? Seguro que aparece de aquí una semana”, responde Jesús Ccana, y se vuelve agresivo hacia las periodistas que acompañamos a la familia de Joys. “No se metan con nuestra iglesia,” advierte, y pone las manos sobre la cámara para impedir las fotos.

Las consecuencias de no actuar con rapidez

En los casos de mujeres desaparecidas, es sumamente importante que la policía actúe con rapidez. Esto puede marcar la diferencia entre encontrarlas vivas o no. “Por ejemplo, tenemos 28 mujeres que comenzaron siendo denunciadas como desaparecidas. Si las hubieran buscado rápidamente, probablemente sus vidas podrían haberse salvado. Pero estas 28 mujeres fueron halladas muertas. Y muchos de los feminicidios ocurren en sus propios hogares “, dice Eliana Revollar Añaños, de la Defensoría del Pueblo. La familia de Joys Estefani se encuentra muy preocupada por la situación. “Mi sobrina no es un animalito, como es posible que se haya perdido. Tiene que aparecer”, suplica su tía, Nalda Qqueccaño.

El representante de la Defensoría del Pueblo menciona como buen ejemplo al estado de Arequipa, en el sur del país. “Allí ha habido 47 casos de desapariciones durante el confinamiento y en 43 de ellos las personas han sido encontradas con vida. Porque las búsquedas se han tomado en serio. Debemos seguir ese ejemplo en el resto del país“, reclama Revollar Añaños.

“Tenemos unos casos muy dolorosos que nos han servido de ejemplo para implementar nuestro sistema de personas desaparecidas”, dice Elsa Huallpacusi Hilario, asesora de la oficina del Ministerio del Interior, la máxima autoridad responsable en relación a las desapariciones. “Todos los casos han recibido el debido trato. Pero deberían colaborar mucho más los familiares. Denuncian la desaparición de alguien, luego lo buscan, lo encuentran y no se lo dicen a las autoridades. Si recordaran avisarnos cuando una persona ha regresado a casa, sería de gran ayuda “, sugiere la funcionaria.

La familia de Joys Estefani Qqueccaño Huamani (24) reunida para buscarla. De derecha a izquierda: Leonardo Qqueccaño, René Qqueccaño, Rudisenda Qqueccaño, Christina Mamani, Nilo Qqueccaño y Nalda Qqueccaño. El padre de la desaparecida, René Qqueccaño, sostiene los documentos de la denuncia de desaparición que se emitió el pasado 12 de octubre. Pincha en la imagen para ver la fotogalería completa.
La familia de Joys Estefani Qqueccaño Huamani (24) reunida para buscarla. De derecha a izquierda: Leonardo Qqueccaño, René Qqueccaño, Rudisenda Qqueccaño, Christina Mamani, Nilo Qqueccaño y Nalda Qqueccaño. El padre de la desaparecida, René Qqueccaño, sostiene los documentos de la denuncia de desaparición que se emitió el pasado 12 de octubre. Pincha en la imagen para ver la fotogalería completa. Florence Goupil

A mediados de octubre, el Presidente Martín Vizcarra puso en marcha un nuevo sistema nacional de búsqueda y como parte del mismo existe ahora un registro nacional en el que se coteja y almacena de forma centralizada la información sobre personas desaparecidas.

Cuenta Chaska, la niña de tan solo seis años, que después de la desaparición de su madre, el tío le hizo limpiar la sangre de las paredes de la casa. Las niñas, los padres y los tíos de Joys Estefani siguen esperando. “Mi mama ya no va a volver”, comenta Chaska entre conversaciones de adultos, como fragmentos de sus pensamientos.

Cuando la comunidad empezó a preocuparse por la desaparición de la joven, leyeron hojas de coca para buscar pistas, siguiendo una costumbre ancestral de esta parte andina. Eso fue el viernes 6 de noviembre. Según la coca, Joys Estefani estaba enterrada.

Ese mismo día, la policía interrogó a la expareja, Arturo Ccana, que confesó haberla asesinado. Los vecinos fueron hacia la casa de la desaparecida y llegaron al mismo tiempo que la policía y el autor confeso del crimen. Él señaló dónde había enterrado a la mamá de sus hijas: a 90 centímetros bajo tierra encontraron el cuerpo de Joys Estefani Qqueccaño Huamani.

Sus parientes ya obtuvieron respuesta.

Pero cientos de familias peruanas siguen esperando noticias de sus desaparecidos.

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