Lucha contra el racismo en Túnez en la era del #BlackLivesMatter
Esta discriminación se ha expresado de forma diferente en el mundo árabe respecto a los países occidentales, sobre todo en las zonas rurales. Aquí, el fenómeno está vinculado a la profunda huella dejada por siglos de esclavitud
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El estallido de las protestas contra el racismo en EE UU a raíz del asesinato de George Floyd han resonado más allá de sus fronteras, sobre todo en aquellos países y regiones donde los negros sufren una discriminación más flagrante. Entre ellas, el mundo árabe. Como en otros ámbitos, Túnez, el único país de las Primaveras Árabes con un proceso bastante exitoso de democratización, ha asumido un rol de pionero en la zona, si bien todavía se halla muy lejos de erradicar esta lacra.
A principios de junio, cientos de personas se congregaron en el centro de Túnez, la capital, para mostrar su solidaridad con el movimiento Black Lives Matter y denunciar los maltratos y abusos contra la comunidad negra del país. Fue la única manifestación de apoyo en todo el mundo árabe. La principal organización convocante fue Mnemty (“Mi Sueño”, en dialecto tunecino), una ONG muy activa que fue creada después de la revolución de 2011 para luchar contra el racismo. Las noticias provenientes de EE UU espolearon a los activistas locales, como explica Inés, creadora de la página web BLM Tunisia. “La creamos porque nos dimos cuenta de que el mundo entero ha dicho basta. Nuestro objetivo es compartir información y concienciar a la sociedad“.
“Los tunecinos negros somos todavía ciudadanos de segunda en nuestro propio país. Sufrimos el racismo en la calle, en forma de insultos. Estamos excluidos del espacio público. Y además, las instituciones ignoran nuestra identidad. Y para las mujeres, la situación siempre es peor”, denuncia Rania Belhadj, una activista en Mnemty desde hace años. “Es habitual que nos traten de wasif, que era como se llamaba antes a los esclavos. Las parejas mixtas son un tabú. Tuve un compañero que no era negro y su familia me hizo llegar amenazas graves para que abandonara la relación“, recuerda entristecida.
Sin embargo, el racismo se ha expresado de forma diferente en Túnez, y el mundo árabe en general, respecto a los países occidentales, sobre todo en las zonas rurales. Aquí el fenómeno está vinculado a la profunda huella dejada por siglos de esclavitud. “Tradicionalmente, la discriminación no estaba ligada al color de la piel, sino al hecho de pertenecer a un linaje de esclavos. Es todavía todo un estigma hoy. En cambio, si tenías la piel bien oscura, pero un apellido árabe, no tenías problemas“, comenta Marta Scaglioni, una investigadora italiana que ha publicado recientemente un libro sobre el racismo en Túnez. El país magrebí abolió la esclavitud en 1846, siendo el primero del mundo árabe e islámico en hacerlo, y adelantándose a varios países europeos.
“A menudo me encuentro gente que me felicita porque hablo muy bien el dialecto tunecino. O que me preguntan: ‘¿De qué país vienes?’ Como si los tunecinos negros fuéramos ajenos. Es muy duro psicológicamente, sobre todo cuando eres adolescente“, explica la periodista y analista Houda Mzioudet. Según los activistas, esta minoría representa entre el 10 y el 15% de la población, y se halla más presente en el sur. Ahora bien, no se ha hecho ninguna estadística oficial.
“Durante las últimas décadas, ha aparecido un nuevo racismo de tipo fenotípico, como el occidental, sobre todo en las grandes ciudades, y que se ha visto reforzado por la llegada de miles de estudiantes francófonos y migrantes subsaharianos”, añade Scaglioni. Los miembros de La ALDA, una organización que reúne a la comunidad subsahariana de Túnez, han podido constatar en la propia piel el desprecio de una parte de la sociedad, más profundo que con los tunecinos negros. “Es muy habitual que no te dejen entrar en algunos bares, o que la policía te acose. También lo son las agresiones sin motivo. Por ello, muchos jóvenes subsaharianos tienen miedo y suelen salir a la calle en grupos“, remacha Blamassi Touré, presidente de la ALDA.
La narrativa oficial niega la existencia del racismo en el país, a menudo argumentando que el islam insiste en la igualdad entre los creyentes. “Pocos tunecinos reconocen su existencia. Para ellos que te traten de wasif o de kahluch (negro, en el dialecto local) es algo cariñoso, o una broma, y dicen que somos muy susceptibles. Pero nosotros no lo sentimos así para nada. Es una ofensa. No queremos que nos categoricen por el color de nuestra piel”, afirma Mzioudet.
La visión idílica de un Túnez tolerante y no racista se vio duramente sacudida a finales de 2016, cuando tres congoleños fueron apuñalados en el centro de la capital sin razón aparente. Poco más de un año después, el Parlamento aprobó la primera ley contra la discriminación racial de todo el mundo árabe, una vieja reivindicación de Mnemty. De acuerdo con la legislación, los insultos o comentarios despectivos se sancionarán con entre un mes y un año de prisión y una multa de al menos 1000 dinares (unos 300 euros). “La ley es una victoria, pero se aplica poco. Hay que educar a ciudadanos sobre sus derechos y también a las instituciones, sobre todo a la policía. Se deberían hacer cursos de formación en las comisarías, y que hubiera algunas unidades especializadas en la materia”, advierte Belhadj.
También en el mundo árabe, el camino hacia la igualdad será largo
Las condenas en base a esta ley son muy escasas. Por eso, el hecho de que el tribunal de primera instancia de Médenine (al sur de Túnez) fallará a favor de Hamdane Atig Dali, un ciudadano de 81 años que solicitaba retirar ‘Atig’ (literalmente ‘liberado por’, un remanente de la esclavitud en el país) de su nombre en todos sus documentos oficiales fue considerado un hecho histórico.
A pesar de la lentitud de los cambios, los activistas del resto del mundo árabe miran con una cierta envidia hacia el pequeño país magrebí, y exigen una ley parecida. “Aunque la Constitución egipcia de 2014 prohíbe cualquier tipo de discriminación racial, el Código Penal no define los crímenes ni prescribe penas”, apunta Nour Khalil, un consultor egipcio especializado en los derechos de migrantes y refugiados. Khalil denuncia que estos son víctimas de los comportamientos racistas de forma sistemática, algunos muy violentos que pueden a veces desembocar en heridas graves. “En mi trabajo, no he encontrado un refugiado o migrante africano que no haya padecido el racismo, al menos verbal... Los niños son los más vulnerables y lo sufren a diario en las calles”.
Ante la falta de libertades en la mayoría de países árabes, la eclosión del #BlackLivesMatter en EE UU no se ha traducido en protestas, pero sí ha abierto al menos el debate sobre el racismo en las redes sociales. La cuestión ha adquirido una notable visibilidad gracias al posicionamiento de algunos famosos negros, como la modelo saudí Abeer Sinder o el actor egipcio Mohamed Ramadan. Los testimonios recogidos en las redes sociales de las víctimas de la discriminación racial son muy parecidos de punta a punta de la región, y algunos han suscitado una reacción virulenta, con decenas de mensajes de odio. También en el mundo árabe, el camino hacia la igualdad será largo.
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