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Jóvenes, migrantes... y ahora una familia de músicos

Llegados un día desde Gambia, Senegal, Marruecos, Argelia y Camerún como menores no acompañados, estos adolescentes se juntan ahora los sábados en Madrid para componer, cantar y ensayar de cara a su próximo concierto el 17 de diciembre. Su jornada, en imágenes

Yaya Kone, de 18 años, toca el tambor en un día de ensayo.
Yaya Kone, de 18 años, toca el tambor en un día de ensayo.SANTI BURGOS
Noor Mahtani

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1. Anas Boussedra y Oussama Chrgui El Hemiani son parte de lo que llaman Familia Grande, aquí repasan una de las canciones en el último ensayo. Detrás, una pizarra con las composiciones que siguen a continuación. Vida real, Je veux, Solo y El desafío son algunos de los títulos. “No se trata de componer música desde la pena o el paternalismo”, explica Laura Poggio, la directora de la Fundación Música Creativa. “La idea es que un grupo de músicos más o menos formados compongan y mezclen lo que cada uno lleva dentro”.

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2. Sheriff Hydara Jallow, de Gambia, segundos antes de entrar a la sala de ensayo. Se reconoce “algo nervioso” por el concierto del 17 de diciembre. Pero se le olvida en cuanto agarra el micrófono. Para él, la música era apenas un hobby, pero después de esta experiencia dice que “es mucho más”.

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3. Las salas de ensayo se han adaptado a los requisitos sanitarios del momento: micrófonos enfundados de plásticos desechables azules, mascarillas obligatorias y mamparas para los músicos de viento. Las organizadoras se pasean de sala en sala contando a los chavales con el dedo índice para cumplir las medidas anticoronavirus. “Uy, no, somos muchos en esta sala. Tienen que salir dos”, comenta una de ellas.

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4. “Parte de lo bonito de este proyecto es la interacción entre ellos”, cuenta Poggio. Al principio costó. “No fue fácil que se comprometieran a venir y que entendieran las diferencias de todos sus compañeros. Pero hoy son, como ellos se denominan una ‘familia grande”. Y así se hacen llamar Familia Grande. En la imagen, una joven ensaya con otro una pieza que se le atraganta.

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5. Yaya Kone, de 18 años, espera su turno pegado al tambor. Él le canta a su madre, a quien echa mucho de menos. Es de Costa de Marfil y hace un par de años que salió de allí. “No está siendo nada fácil. Se habla de nosotros como si fuéramos delincuentes. Y no lo somos. Alguno habrá, como también hay delincuentes españoles. Pero la mayoría somos chicos que salimos porque no podemos quedarnos en nuestros países”.

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6. Miriam García, saxofonista de 20 años, solo despega los labios del instrumento para animar a sus compañeros o mover la cabeza al ritmo de la melodía. Es su segundo año de estudio de la Escuela de Música Creativa Superior. Cuando le avisaron del proyecto no dudó en apuntarse. “Mi madre es gitana y me siento muy identificada con las historias de muchos de ellos”, cuenta al final del ensayo. “Además, no solemos tener acceso a estos estilos tan diferentes. Es una oportunidad para aprender. La música si no sirve para transmitir estos mensajes, ¿para qué está?”.

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7. Los ensayos son una mezcla de todo. Se escuchan idiomas diferentes, carcajadas, instrumentos que suenan en ambas salas... Este proyecto de la Fundación Música Creativa, en colaboración con la Obra Social La Caixa y la Fundación Raíces, tiene un objetivo claro: explotar la diversidad cultural a través de la música y crear una comunidad libre de racismo y condescendencia.

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8. María Areces, coordinadora del programa de asistencia jurídica especializada en menores y jóvenes, lamenta que a pesar de su corta edad, no hayan podido haber disfrutado de una infancia tranquila: “Todos ellos llegaron a España siendo menores extranjeros no acompañados. Cuando intentaron acceder a sus derechos, como la protección otorgada por la Administración y las Comunidades Autónomas, en muchos casos se les negó. Este proyecto les otorga un espacio a la diversión que no les es muy común”. De izquierda a derecha: Oussama Chrgui, Nkayndjock Stanis y Anas Boussedra en los pasillos de la Escuela de Danza Creativa.

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