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Pedir acelgas por Whatsapp o cómo se reinventa una comunidad de agricultores guatemaltecos

Los campesinos de la cuenca del río Cuilco encuentran en la promoción de sus productos ‘online’ una oportunidad rentable y facturan un 40% más que los meses previos al confinamiento

Agricultores de la cuenca del Río Alto Cuilco de San Marcos, durante la pandemia.
Fao Guatemala (EL PAÍS)
Noor Mahtani

La revolución digital llegó a la cuenca del río Cuilco, al sur de Guatemala, de la mano de Meylin Chun Gómez. Y en plena pandemia. Esta joven agricultora de 24 años dejó su trabajo como maestra de computación para arar la tierra y esperar con paciencia sus frutos. Chiles, pimientos, jalapeños, coliflor y un largo etcétera de verduras salen año tras año de sus fincas, cuya venta le produce el triple de beneficios que su anterior empleo como docente. Este año, sin embargo, el encierro les obligó, a ella y los más de 100 campesinos que también se dedican al campo, a encontrar un plan b: vender a través de las redes sociales. El reto fue hacer que los mayores aprendieran a crearse un perfil de Facebook, “subir” sus productos a la web y recoger los pedidos a través del chat. “Los campesinos usaban unos frijolitos de celulares. Y de repente nos hemos convertido en los repartidores de Glovo en toda la zona”, bromea Chun en su descanso por teléfono. Más de medio año después, estos agricultores facturan un 40% más que antes de la pandemia. Lo que empezó como un parche es hoy una alternativa rentable que vino para quedarse.

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La mayoría de labradores proveía a los comedores infantiles de la zona, pero con la crisis del coronavirus las escuelas cerraron y con ellas el sustento de un centenar de familias. Y a mediados de marzo, se vieron con una gran recolecta de productos de primera calidad sin nadie a quien venderla. Lo intentaron todo: exportarla, comerciar con ella en los mercados que aún estaban abiertos o esperar a que todo pasara y despacharlos en la calle… Al ser productos tan cuidados, los precios no eran competitivos en ninguno de estos escenarios y la venta ambulante no se recuperaría hasta meses después. Por ello, la idea de venta online parecía la única salida. Aunque los mayores no acababan de verlo claro.

Una agricultora prepara un pedido durante la pandemia.
Una agricultora prepara un pedido durante la pandemia.Fao Guatemala

“Nadie estaba familiarizado con las redes sociales ni los pedidos virtuales”, explica Chun. Por eso empezó encargándose ella de los perfiles de los demás. Sacaba fotos a los productos, anotaba en un cuaderno el precio al que lo quería vender cada agricultor y lo subía a la web con el número de contacto de estos. “Era la única forma de ayudar a mi comunidad”, narra. Más adelante, el trabajo se acumuló y no le quedó otra que delegar esa responsabilidad a los hijos de los campesinos. “Me senté con ellos y les pedí que ayudaran a sus papás a que se actualizaran en esto de las tecnologías. Les dije que el celular se iba a convertir en su nuevo machete”, recuerda la joven. Actualmente, Chun es la presidenta de la asociación de agricultores que se fundó a raíz de la pandemia y sus integrantes ―de edades comprendidas entre los 30 y los 65 años― utilizan por sí solos las redes sociales.

Los estragos de la pandemia ―que por ahora ha dejado más de 3.600 muertes y cerca de 98.000 contagios― sacudieron un país que ya pasaba dificultades. El 23,4% de la población era extremadamente pobre y no lograba cubrir el coste de una canasta básica de alimentos para asegurar un mínimo de calorías, según el último informe del Instituto Nacional de Estadísticas. En un país en el que más de la mitad de la población activa tiene un empleo informal, el cierre de la calle recrudeció aún más la situación. De hecho, la cuenca del río Cuilco ya formaba parte de un proyecto de reactivación económica impulsado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y Agricultura (FAO), el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y la Organización Panamericana de la Salud (OPS), con financiamiento del Gobierno de Suecia. Norma Pérez Ixchop, la directora del proyecto, celebra la resiliencia de los agricultores: “Es muy emocionante ver cómo han dinamizado la economía y se han organizado para que el coronavirus no echara para atrás todo el avance que teníamos. Íbamos muy bien…”, cuenta. El programa comenzó en 2016 y concluye en marzo de 2021.

“Los campesinos usaban unos ‘frijolitos’ de celulares. Y de repente nos hemos convertido en los repartidores de Glovo en toda la zona”, bromea Chun

“¡Realice su pedido! Próxima entrega viernes ... Productos frescos, 100% tejutlecos. Entrega a domicilio sin recargo”, dice uno de los mensajes ―que también incluye una tabla con la oferta y los precios― subidos a la página del grupo de agricultores. El proceso fue gradual. Empezaron comprando algunos vecinos y amigos y con el boca a boca la red era cada vez mayor: “La gente se ha acostumbrado y se han dado cuenta de que nuestras verduras saben mucho mejor y son de mayor calidad”, cuenta Walter Domingo Tomás, agricultor e integrante de la asociación, “Además, es mucho más cómodo que te lo traigan a casa, ya no quieren ir al mercado”.

Todos los recuerdos de Tomás, de 30 años, están vinculados a la agricultura. Reconoce que la venta virtual “le ha cambiado la vida”: “Esto es una oportunidad que incluso puede ir más allá del nivel municipal o departamental. Yo cuento con una veterinaria y aprovecho para subir esos productos también. Y me va bien”, expone. La siguiente meta es no descuidar el abastecimiento de negocios físicos. “Desde que empiecen a abrir intentaremos combinar ambos negocios. Se vienen tiempos muy complejos y tenemos que buscar salidas. Sea como sea”.

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