Cómo usan los indígenas las plantas medicinales para aliviar los síntomas del coronavirus
Una mujer indígena ha creado geles desinfectantes utilizando las hierbas que su madre usaba para alejar las plagas y mejorar enfermedades respiratorias. Su iniciativa ha recibido el apoyo de las autoridades locales
A Blanca Bonilla todo eso de las plantas medicinales le vino dado por su madre, Dolores, que trabajó toda su vida con la botica natural que tenía en La Calera, una comunidad indígena incrustada en los Andes ecuatorianos. Blanca era la última de nueve hermanos y recuerda que desde que tiene uso de razón ayudaba a su madre. “Me ponía un sombrerito y me daba con una canastita y un cuchillo para que fuera a recoger las plantas medicinales" recuerda. "Me explicaba que estaban en las partes secas, en los bosques, en las zanjas, en tierras arenosas o junto a los árboles; cada una tenía un sitio y para mí eran como un cuento las cosas que me contaba”.
Esta mujer de 42 años, que tras la muerte de su progenitora asumió el oficio de curar con plantas, echó mano de sus conocimientos para enfrentar al nuevo coronavirus. Junto con otras mujeres de su comunidad, descendió hasta las quebradas, en caminatas de hasta dos horas, para recoger la ruda, la altamisa o marco, la uchugihua o planta de ají, y la ashnagihua (nombre quichua de una planta nativa). Con estas plantas, los mayores de La Calera combatieron un mal similar, dicen, en el pasado. “Le conocían como la tos del burro y también les mataba”, recuerda Blanca.
Las plantas recolectadas eran machacadas sobre una piedra y luego las mezclaban con agua hervida para preparar desinfectantes. “Se hacían hervir 100 litros de agua, pero tenía que estar fría antes de mezclarla con las yerbitas, no las cocinábamos”, explica esta conocedora de las plantas andinas. Con ese preparado rociaron los exteriores de las casas y los caminos durante la cuarentena. Pero cuando aparecieron los primeros contagiados, fue necesario preparar paliativos para aliviar los síntomas de la covid-19.
Blanca y sus vecinas volvieron a buscar la medicina entre los arbustos de su comunidad. Una de las más recolectadas fue la verbena, que tomada en infusión sirve como descongestionante y baja la fiebre. Blanca, que también se apoya en la apiterapia, aplicó propóleos, polen y veneno de abeja a los pacientes que desarrollaron cuadros respiratorios más complejos. “Sí tuve casos preocupantes y fue difícil tratarlos, pero no tuvimos pérdidas”.
El combate al coronavirus con plantas naturales en La Calera se dio a conocer gracias a las informaciones de la radio comunitaria Iluman, que recorrió varias comunidades indígenas durante la pandemia. El periodista Alberto Segovia comenta que, en el campo, todos prefieren curarse en sus casas, con las plantas, antes que ir a los hospitales. Según su experiencia, les va mejor. “En la ciudad la gente está muriéndose, en el campo hay menos muerte”.
El periodista comunitario cuenta que en otra zona andina llamada La Unión, las parteras se reunieron para crear un remedio contra el coronavirus con unas 40 plantas, pero no revelaron ni un solo componente del brebaje. En general, hay mucho recelo en las comunidades para hablar de sus conocimientos ancestrales. Omar Vacas Cruz, etnobotánico e investigador independiente, lleva dos décadas elaborando un inventario de la botánica curativa que existe en Ecuador. Según sus cálculos, hay más de 3.200 plantas medicinales en el país (esto es el 12% de las plantas medicinales documentadas por el Kew Gardens, una de las instituciones botánicas más prestigiosas de Londres).
Este investigador es un convencido del efecto sanador de algunas plantas y, aunque casi todos sus beneficios están descritos en la farmacopea mundial, él quiere seguir documentando los distintos usos que les dan los indígenas. “Las plantas medicinales tienen un compendio enorme de principios activos, esto hace que funcionen para distintos casos, algunos aún desconocidos. Es un aprendizaje permanente”, asevera. También quiere que los catálogos que ha ido publicando fomenten la investigación científica en Ecuador. “Yo he visto que las plantas tienen un efecto curativo casi milagroso, pero no existe la suficiente evidencia científica”, señala. La uña de gato, una liana trepadora nativa de Perú y Ecuador, es de ese grupo de plantas que el etnobotánico califica de casi milagrosas. Esta es usada en el tratamiento de asma, úlcera gástrica, diabetes y procesos virales.
En los recorridos que este investigador ha hecho durante la pandemia, ha visto que mientras en las ciudades se aliviaban los síntomas de la covid-19 con paracetamol y otros medicamentos, en las comunidades indígenas usaban diversas plantas. Menciona la misma verbena que Blanca recomienda a sus vecinos para bajar la fiebre en La Calera, pero también el tabaco que algunos indígenas usan en la Amazonía para hacer aspiraciones y tener más energía o mejorar el sistema inmunológico; el eucalipto que funciona como un descongestionante; la chuquiragua, que es antiinflamatoria, y las dulcamaras, que tienen un poder antiviral extraordinario. Esta última, cuyo nombre científico es kalanchoe, no es autóctona, sino que fue introducida en Ecuador y está incluida en un listado de plantas con actividad antiviral que aspira a ser la base de futuros ensayos clínicos.
El investigador ecuatoriano participó en la elaboración de ese compendio de plantas antivirales, que fue hecho en varios países y que pronto será publicado. “Encontramos aproximadamente unas 150 plantas que podrían ser como coadyuvantes a algún tratamiento para el coronavirus. Las dulcamaras que se están tomando en algunas comunidades indígenas ecuatorianas tienen un efecto probado en el tratamiento del herpes uno y el herpes dos”.
Vacas Cruz advierte de la charlatanería que existe alrededor de las plantas curativas y que muchas veces ha puesto en peligro de extinción a algunas especies nativas. Durante la pandemia hubo un bulo alrededor de la cascarilla, es un árbol nativo del sur del país que fue sobreexplotado en el siglo XVII, cuando se extraía de su corteza la quinina, un alcaloide capaz de eliminar al parásito causante de la malaria. La cascarilla recuperó vigencia en redes sociales y se decía que curaba la covid-19. Nada más lejos de la realidad. El etnobotánico explica que las bebidas preparadas con la corteza del árbol han sido usadas para tratar problemas cardíacos, calambres nocturnos, dolores articulares, gripes y fiebre, pero nada más, y si se toma en cantidades equivocadas puede resultar tóxico. Por eso hace una llamada de atención a la autoridad sanitaria de Ecuador: que haya mayor difusión de la farmacia natural que tiene el país.
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