Cuidar a los médicos
Un sistema sanitario de calidad no puede sustentarse sobre la base de una sobrecarga permanente de los profesionales


Los médicos de la sanidad pública se han movilizado esta semana en una huelga de cuatro días para exigir cambios en el Estatuto Marco del Personal del Sistema Nacional de Salud que el Ministerio de Sanidad ha elaborado y pretende llevar al Parlamento después de tres años de negociación. Es la tercera huelga que convocan los sindicatos médicos y su principal reivindicación es poder negociar un estatuto propio que garantice las mejoras laborales y profesionales que reclaman. Para el 27 de enero hay prevista otra huelga, a repetir de forma indefinida cada martes, en este caso convocada por los sindicatos de clase, que reclaman mejoras laborales para todos y rechazan un tratamiento diferencial para los médicos.
No hay duda de que el Estatuto Marco debe actualizarse. El que está vigente fue aprobado en 2007 y ha quedado desfasado. Pero habrá que hacer un esfuerzo para conciliar las reivindicaciones que diferentes colectivos plantean como antagónicas y que no tienen por qué serlo. El Ministerio de Sanidad afirma que ha incorporado en el borrador del proyecto de ley todas aquellas demandas que se encuentran dentro de su ámbito competencia, teniendo en cuenta que aspectos tan importantes como la organización de la jornada laboral y las retribuciones dependen de las comunidades autónomas. Pero ofrece seguir incorporando aportaciones en la fase de tramitación parlamentaria.
En las protestas de los médicos confluyen diversos factores de malestar. La primera cuestión es que un sistema sanitario de calidad no puede sostenerse sobre la base de una sobrecarga permanente de los profesionales. La actual epidemia de gripe está demostrando de nuevo que las costuras del sistema público están reventando por todos los lados. En España se ha producido en los últimos años un rápido aumento de la población sin que las plantillas se hayan dimensionado de forma proporcional a las necesidades. Por otra parte, diversos estudios muestran que cuanto mayor es el nivel de vida de un país, mayor es también la frecuentación de los servicios sanitarios. A la saturación contribuye además cierta deriva cultural que lleva a una excesiva medicalización de procesos que no implican una pérdida de salud. El resultado es la creciente masificación de las consultas y una sobrecarga asistencial que repercute directamente sobre los profesionales. A ello se suma un cambio en el perfil mayoritario de paciente, que ya no tolera bien ni las esperas ni las disfunciones del sistema, lo que genera una irritabilidad que también recae sobre los profesionales.
El nuevo Estatuto prevé afrontar esta nueva realidad con la convocatoria cada dos años de las plazas necesarias para cubrir las necesidades, unificar los criterios de clasificación profesional, atajar la temporalidad y limitar la jornada laboral a 45 horas semanas con un sistema de guardias más racional, seguro y llevadero.
La reclamación de los médicos de poder negociar aspectos asistenciales, organizativos y laborales que les afectan específicamente es razonable, porque han sufrido una injusta depauperación que hay que revertir con urgencia. Pero eso no implica que tenga que hacerse a través de un estatuto marco propio. En aras a la cohesión del sistema, hay que evitar que la atención de las reivindicaciones de un colectivo pueda plantearse al margen o en contra del resto de colectivos sanitarios. Si una buena atención sanitaria requiere de la colaboración de distintos profesionales, que han de trabajar necesariamente coordinados y en equipo, no tiene sentido que la regulación de sus condiciones laborales y profesionales se haga por separado. El sistema debe ser lo suficientemente flexible y transversal como para poder atender de forma razonable las especificidades de cada colectivo.
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