Vargas Llosa en todo el alfabeto
De la A a la Z, el universo literario del novelista puede ser recorrido en Arequipa


El Instituto Cervantes ha ideado un singular homenaje a Mario Vargas Llosa con motivo de celebrarse en Arequipa el X Congreso Internacional de la Lengua Española. Se trata de un diccionario que, desde la A de Arequipa, su ciudad natal, a la Z de Zavalita, el personaje de Conversación en la catedral, recorre el universo literario y geográfico del novelista, sin que quede una sola de las letras del alfabeto por explorar.
Es un formidable corpus en el que las entradas han sido encomendadas a un centenar de autores, entre los que hay narradores, poetas, cineastas, cantautores, filósofos, académicos, o lectores, el más privilegiado de los oficios literarios; y amigos suyos, y miembros de su familia.
Se trata de una indagación múltiple del mundo de sus libros, de las voces que pueblan esos libros, de los temas que tocan, de sus personajes, de los lugares donde esos personajes vivieron; la geografía misma de sus novelas, la imaginaria, y la geografía del propio autor, la real, los lugares donde tuvo domicilios, las ciudades que hizo suyas a lo largo de los años; y los temas y obsesiones de su escritura, no sólo de las novelas, también de los ensayos y crónicas que escribió, de Madame Bovary a la civilización como espectáculo.
A mí me ha tocado escribir sobre la palabra caucho, que de entrada parecería ser poco significante en el corpus narrativo de Vargas Llosa, pero que, por el contrario, cobra una relevancia esencial en El sueño del celta, publicada en 2010. Esta novela es el fruto de una larga y minuciosa investigación que llevó al autor hasta los antiguos dominios coloniales del rey Leopoldo II de Bélgica en el Congo; a Irlanda, de donde el protagonista, el idealista y humanista Roger Casement era originario; y de vuelta a las selvas amazónicas de su propio país, el Perú, y particularmente a Iquitos, el puerto fluvial que está también en la geografía de otras de sus novelas.
El Congo y la Amazonía son los escenarios de la explotación del caucho, la que llevó a los dueños de aquel negocio sangriento a cometer verdaderos genocidios contra los pueblos indígenas asentados en los territorios donde sus compañías operaban.
Y en esta novela, Vargas Llosa, uno de los innovadores claves de la narrativa latinoamericana, echa mano de una vieja tradición arraigada en esa misma narrativa: la naturaleza, salvaje e inconmensurable, como personaje; y las empresas extranjeras que explotaban esa naturaleza, minerales, banano, caucho, también como personajes.
Esas empresas llegaron a formar enclaves que anulaban la soberanía de los estados, con sus propias leyes, moneda, poder político y fuerzas represivas, para explotar plantaciones de cacao y banano, los postres de la civilización; minerales, sobre todo el oro, y el caucho, un material estratégico en los mercados mundiales, para fines industriales y militares, antes de que se lograra crear el caucho sintético.
La inolvidable United Fruit Company ponía y quitaba presidentes en Centroamérica, las proverbiales repúblicas bananeras. Y también inolvidable por sus atrocidades es la Casa Arana, propiedad del empresario y político peruano Julio César Arana del Águila, transformada en 1907 en la Peruvian Amazon Rubber Company, con domicilio legal en Londres. Establecida en la región amazónica, entre los ríos Caquetá y Putumayo, en territorios de Colombia y Perú, se dedicaba a la explotación de miles de hectáreas de árboles de caucho. Una vez extraído, era transportado en pacas a través de los ríos hacia el puerto de Iquitos en Perú, y el de Manaos en Brasil, y de allí a Europa.
La Casa Arana es el villano al que se enfrenta Roger Casement en El sueño del Celta, en lucha por denunciar el genocidio contra los indígenas de las tribus amazónicas, obligadas a trabajar en la extracción del caucho, un largo periodo de explotación que va de 1879 a 1912, tanto en territorio colombiano como peruano: esclavitud, masacres, exterminio, experiencia que Casement ya había vivido en las plantaciones caucheras del llamado Estado Libre del Congo bajo la dominación colonial belga. La novela se abre en dos alas para contar ambas historias, y la vida trágica del propio Casement, que, si bien logra triunfar con sus denuncias, termina siendo fusilado por la corona británica por su militancia en favor de la independencia de Irlanda.
Vargas Llosa vuelve en El sueño del celta a un tema tradicional de la narrativa latinoamericana, porque ya antes el novelista colombiano José Eustasio Rivera había llevado a Arturo Cova y a los personajes de su novela La Vorágine de 1924 al infierno de las plantaciones caucheras.
Otra vez, como en La Vorágine, aparecen las huestes criminales de la casa Arana que someten a los indígenas a condiciones infrahumanas. Una y otra novela están separadas por una distancia de ochenta años, pero en las dos hay páginas que llegan a parecerse; los lenguajes se emparentan, porque describen a profundidad las mismas realidades.
Lo cual sólo nos demuestra la formidable carrera de relevos que sigue siendo la novela latinoamericana.
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