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El Vietnam de Trump

“Me gusta el olor de las deportaciones por la mañana”, escribió el presidente norteamericano en su red social

Icónica imagen de la niña Phan Thi Kim Phuc en un ataque con napalm de EE UU en Vietnam en 1972.
Jordi Amat

Aunque por edad le tocaba ser movilizado, Donald Trump no combatió en Vietnam. Lo explicación más plausible para explicar por qué no estuvo allí es un informe médico fake. A finales de los sesenta, un podólogo que trabajaba en un local alquilado al padre de Trump certificó que el futuro presidente tenía una protuberancia ósea en el pie. Fue un favor del inquilino al arrendatario, porque Trump no padecía esa dolencia, según revelaron mucho después las hijas del doctor, y ese documento le sirvió como exención. Pero esas circunstancias no le retrajeron a la hora de cuestionar el heroísmo del senador republicano John McCain, al que acusó tras su muerte de haberse dejado capturar por el ejército vietnamita, y hace pocos días, gracias a la inteligencia artificial y a través de sus redes, modificó la imagen icónica de Apocalypse Now para atemorizar a los habitantes de Chicago. Él reconvertido en el teniente coronel Bill Kilgore y adaptando aquella frase pronunciada por Robert Duvall: “Me gusta el olor del napalm por la mañana” dice el actor tras un bombardeo aéreo, “me gusta el olor de las deportaciones por la mañana”, escribió el presidente. Valdrá la pena asistir al seminario del jueves en el CIDOB sobre Trump y la política del ego.

El napalm, desarrollado en la Universidad de Havard, es una especie de gasolina gelatinosa que produce una combustión más duradera que la gasolina simple. El ejército norteamericano lo usó en Alemania y Japón durante las batallas finales de la Segunda Guerra Mundial, también en la guerra de Corea y de manera muy intensiva durante la guerra de Vietnam, lanzándolo primero con lanzallamas y después con bombas aéreas como en esa escena icónica de la película. 388.000 toneladas de napalm a lo largo de una década. En 1980, un año después del estreno de la obra maestra de Coppola, Naciones Unidas declaró que su uso contra civiles se consideraría un crimen de guerra, una convención que Estados Unidos no firmó hasta el primer día de Barack Obama en la presidencia. En Vietnam el napalm no solo arrasó territorios y provocó miles de víctimas, sino que además generó un pánico psicológico porque sus efectos en el cuerpo eran devastadores e incontrolados, como inmortalizó ese icono de la cultura de la paz que es la fotografía de 1972 en la que la niña Kim Phuc corre desnuda llorando de dolor y desconsuelo.

Tras cambiar el nombre del Departamento de Defensa por el Departamento de Guerra, Trump amenazó con ese nuevo nombre y esa imagen clásica en la que la selva vietnamita se había transformado en el skyline de Chicago. El enemigo al que atemorizar vive en el país que él preside, la guerra es contra la inmigración y la victoria será la deportación. Esta amenaza la hizo a finales de la semana pasada. La prensa local publicó artículos sobre cómo debían actuar los inmigrantes si eran detenidos por agentes federales enmascarados y cómo debían actuar también sus empleadores, porque buena parte de los trabajadores del sector servicios de la ciudad son inmigrantes. Este martes se anunció que había empezado la Operación Midway Blitz. La Fox recogió la nota emitida por Tricia McLaughlin, alto cargo del Departamento de Seguridad Nacional: se había detenido a “pedófilos, violadores, abusadores, ladrones armados y otros matones violentos” que vivían en esos “santuarios” construidos por políticos demócratas. Ese martes, a las 8 de la tarde, el Departamento de McLaughlin colgó un fragmento del Charlie Kirk Show en el que la política explicaba que las autoridades de Illinois protegían a traficantes y violadores. Al cabo de menos de 24 horas Kirk fue vilmente asesinado.

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Sobre la firma

Jordi Amat
Filólogo y escritor. Ha estudiado la reconstrucción de la cultura democrática catalana y española. Sus últimos libros son la novela 'El hijo del chófer' y la biografía 'Vencer el miedo. Vida de Gabriel Ferrater' (Tusquets). Escribe en la sección de 'Opinión' y coordina 'Babelia', el suplemento cultural de EL PAÍS.
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