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RED DE REDES
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El presidente Donald Trump todavía está vivo

Las especulaciones y, sobre todo, las bromas acerca del estado de salud del estadounidense se han multiplicado los últimos días

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, durante una comparecencia pública del 2 de septiembre, en la Casa Blanca.
Jaime Rubio Hancock

El cacao espacial, de Mortadelo y Filemón (1985), comienza con una asamblea de la ONU a la que el líder soviético se dirige “con paso firme y seguro”. El texto contrasta con la imagen del político, medio mareado y al que un asistente mueve las piernas con ayuda de un par de palos. En la viñeta siguiente aparece ya en un ataúd, en referencia a las muertes de Leónidas Brezhnev (1982), Yuri Andropov (1984) y Konstantin Chernenko (1985). Pero nada más lejos de Ibáñez que ser un esbirro a sueldo de la CIA: en la página siguiente Ronald Reagan aparece colgado de un gancho mientras un señor le da cuerda y una señora (hace 40 años de esto) lo plancha, asegura, por novena vez.

Es verdad que la vejez ha cambiado mucho desde entonces y los 70 son los nuevos 60 o incluso los nuevos 55, pero por entonces se hablaba de gerontocracia en la URSS porque los altos cargos políticos llegaban al poder en la edad de jubilarse: Andropov tenía 68 años cuando fue nombrado Secretario General del Partido Comunista y Chernenko, 72. En Estados Unidos, Reagan alcanzó la presidencia con casi 70. Quién los pillara, igual piensa Trump, que tiene 79.

Y si la edad de estos políticos, avanzada para un gobernante, le servía a Ibáñez de material para unos cuantos chistes, la edad incluso más avanzada de Donald Trump ha servido para que durante los últimos días se haya movido un rumor en el que probablemente nadie creía: la muerte del presidente de Estados Unidos. Esta idea, que no llegaba ni a teoría de la conspiración, se convirtió en una excusa para soltar un humor negrísimo que no se abandonó del todo ni después de que Trump diera una rueda de prensa el martes, cuando muchos admitieron que sí, que estaba vivo, pero fíjate en lo raro que camina.

Todo empezó ya hace un año con un morado en la mano del presidente, debido, según fuentes de la Casa Blanca, a lo mucho que tiene que estrecharla y, para qué negarlo, a los achaques de la edad. Este morado ha ido apareciendo y reapareciendo, mejor o peor maquillado, y ha servido de excusa para toda clase de especulaciones. No ayudó el vicepresidente, J. D. Vance, que en una entrevista del miércoles de la semana pasada con USA Today aseguró que Trump está estupendo, pero que él está perfectamente preparado si, “Dios no lo quiera, ocurre una tragedia terrible”. En resumen, si la salud y la edad de Joe Biden (nacido en 1942) eran un problema, que lo eran, también lo son la edad y la salud de Trump (nacido en 1946).

A todo esto se le añadió que el presidente no aparecía en público desde hacía unos días, lo que llevó al ensayista John Ganz, autor de la newsletter Unpopular Front, a tuitear el sábado “Trump está muerto. Murió el miércoles”. Según explica en su boletín, este mensaje fue el sirvió de detonante definitivo para todas las bromas, chistes, enfados de trumpistas desorientados y acusaciones de insensibilidad de los últimos días, incluyendo una cuenta neonazi que le reprochó no solo desear la muerte del presidente, sino la de toda la raza blanca.

Ganz explica que escribió el tuit sin pensar, solo porque le parecía gracioso, y que después se dio cuenta de que ese comentario aislado, que apenas era una broma, se había convertido en un tema de debate que ocupó decenas de titulares y de horas de televisión. Gracias a las redes sociales podemos rastrear cómo nace, se difunde y muere un rumor, y vemos también qué caldo de cultivo previo necesita para conectar, en serio o en broma, con decenas de miles de personas.

Además de eso, la anécdota muestra el poder que tiene el humor mortadelesco. Contra el populismo y el autoritarismo, la moderación y los argumentos pausados quizás tengan recorrido, pero a largo plazo. En cambio, la parodia, la burla y la caricatura son útiles enseguida, al menos en redes. Al fin y al cabo, la democracia se enfrenta a villanos ridículos, de tebeo, y la mejor forma de tomárnoslos en serio es no tomárnoslos en serio.

Por cierto, ¿cuánto hace de la última aparición pública de Putin?

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Sobre la firma

Jaime Rubio Hancock
Redactor en Ideas y columnista en Red de redes. Antes fue el editor de boletines, ayudó a lanzar EL PAÍS Exprés y pasó por Verne, donde escribió sobre redes sociales, filosofía y humor, entre otros temas. Es autor de los ensayos '¿Está bien pegar a un nazi?' y 'El gran libro del humor español', y de las novelas 'El informe Penkse' y 'Sitges'.
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