Ir al contenido
_
_
_
_
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El mundo se fija en Corea del Sur y en sus libros de texto con IA

El país asiático ha adoptado la medida, no exenta de riesgos, de familiarizar a sus alumnos de educación básica con la inteligencia artificial

Alumnos de un instituto de Baden-Württemberg, Alemania, usan ChatGTP para realizar unos ejercicios de gramática.
Un joven frente a una pantalla donde está abierto un programa de inteligencia artificial.picture alliance (dpa/picture alliance via Getty I)

El niño me miró con curiosidad tímida. Se presentó, en inglés, como mi anfitrión mientras el resto del grupo tenía encuentros similares con otros estudiantes. Hacía frío esa mañana de diciembre, 2024, cuando llegamos a la escuela primaria San-Ui, en Suwon, cerca de Seúl. Éramos una pequeña comitiva —unas veinte personas, provenientes de diversos rincones del planeta— con grandes expectativas para la visita, auspiciada por la UNESCO, el Ministerio de Educación de Corea del Sur, y la oficina educativa local de Gyeonggido en el marco del Primer Foro Internacional para los Futuros de la Educación.

Me pareció que mi guía aparentaba menor edad que la que esperaría en un chico de sexto grado. Con delicadeza, “Andy” me condujo hacia donde una orquesta infantil interpretaba, majestuosamente, la Obertura de Guillermo Tell, de Rossini. Estábamos ahí para conocer de primera mano la enorme apuesta tecnológica del sistema educativo surcoreano, y, sin embargo, la primera cara que decidieron mostrarnos fue la de la sensibilidad artística de sus pupilos.

Corea del Sur se ha convertido en el primer país del mundo en incorporar inteligencia artificial en libros de texto digitales para sus 12,000 escuelas de educación básica. El proceso comenzó en 2023, con el surgimiento, desarrollo y pilotaje de la iniciativa que ahora se implementará de manera escalonada. Este 2025 arrancan los grados 3º, 4º, 7º y 10º, con las materias de matemáticas, inglés, tecnología y, para educación especial, coreano. Para 2027 se habrán incorporado ya los grados 5º, 6º, 8º y 9º, y para el 2028, las demás materias previstas: coreano, historia, ciencias y economía doméstica.

La apuesta viene acompañada de una inversión de casi 70 millones de dólares para infraestructura digital, desarrollo de materiales, conectividad y capacitación profesional. El último rubro es uno de los más importantes: se espera que esta revolución tecnológica sea completamente liderada por los docentes.

A media mañana, una entusiasta profesora interactúa con su clase de cuarto grado. El aula es similar a cualquier otra: los mesabancos están dispuestos en filas mirando hacia una pizarra verde que abarca un muro completo. Una segunda mirada revela que, en cada pupitre, junto a los libros de texto impresos, coexiste una tableta, y que sobre el escritorio de la profesora cuelga una gran pantalla. Aunque no entiendo coreano, es evidente para mí que los niños están familiarizados con el uso de tecnología en la escuela. En pequeños grupos, buscan información en internet sobre contaminación ambiental.

Un piso más arriba, en el laboratorio de inteligencia artificial, las pantallas rodean el aula por completo, y en lugar de pupitres hay mesas para trabajo colectivo. En ellas, niños de tercer grado discuten qué elementos deberían incluir en una mochila de supervivencia para llevar en caso de terremoto y de otros desastres naturales. Mientras exponen sus ideas, en las pantallas aparecen imágenes de linternas, botellas de agua, documentos y comida enlatada, que ellos reagrupan o descartan. Más tarde, estudiantes de sexto grado diseñan un programa de predicción con IA (según nos dicen) basado en datos que recopilaron anteriormente. Los veo hacer malabarismos con gráficas y números desparramados en pantallas y papeles, concentrados, como si no hubiera una veintena de ojos extranjeros y un equipo de medios observándolos a través de cámaras y lentes.

Conforme avanza el día, Andy se percibe más relajado y risueño. Cuando le pregunto, me dice que su libro favorito es la serie de Harry Potter, y me cuenta que aprendió a leer en su casa, no recuerda a qué edad, pero que fue antes de entrar a la escuela. Más tarde el director me confirma que eso es lo habitual: los padres enseñan a leer a sus hijos entre los cuatro y los cinco años, a veces antes. La biblioteca escolar, por cierto, alberga cientos de libros de papel y tinta y cuenta con decenas de rincones para entregarse a la lectura.

El último grupo que visitamos diseña una galería virtual, un “metaverso,” para exhibir las piezas de arte que han creado colectivamente durante el año. No vemos, todavía, los famosos libros con IA — esos llegarían a la vuelta de las semanas— pero no tengo problema en imaginarlos, encajando casi naturalmente en un entorno como este.

Al final de la jornada escolar nos reunimos con profesores y directivos. No están para nada preocupados con aquella idea de que la tecnología los reemplace. Nos explican cómo realizan la “división de labores” con la IA, a quien han delegado el abordaje de conceptos básicos y conocimientos, a fin de liberarse para promover habilidades de alto nivel, como análisis, aplicación y creatividad. Han llamado a este sistema dual High-Tech, High-Touch. Aunque así pareciera, no usan la tecnología en todo momento. ¿Qué porcentaje del tiempo de clase? pregunta alguien. Murmullos en coreano, miradas entre ellos. Hay consenso: alrededor de un veinte por ciento. Para los profesores, la IA es su asistente educativo, y para los estudiantes, su tutor individual.

No es poco lo que está en juego. Las autoridades del Ministerio de Educación esperan que el uso de la Inteligencia Artificial logre mejorar la experiencia educativa de cada estudiante, adaptándose al ritmo y necesidades individuales. También se busca paliar la arraigada práctica de las tutorías privadas y disminuir la presión académica en un contexto altamente competitivo. Pero la iniciativa no está exenta de detractores, entre ellos, padres a quienes preocupa el uso que pueda darse a los datos, la privacidad vulnerada, y una posible escalada en la adicción a los dispositivos digitales.

“Estos elementos serán cuidadosamente monitorizados”, aseveró Sung min Park, ministro de Planificación y Coordinación en el Ministerio de Educación de Corea del Sur, en la apertura del Foro. Y continuó: “Esto es un gran experimento, lo sabemos. Pero nuestros docentes están entre los más calificados del mundo, tenemos uno de los puestos más altos en el ranking internacional de aprovechamiento escolar, según PISA, y contamos con un enorme capital tecnológico. Tenemos la capacidad y entusiasmo para invertir el tiempo y recursos que sean necesarios. ¿Qué podríamos perder?”

Nos han prometido compartir las primeras respuestas en dos años, en el próximo Foro para los Futuros de la Educación. Como maestra, me llena un optimismo cauteloso. Si se están apuntalando las áreas de riesgo, se está colocando a los docentes en el corazón del proyecto, y se está apostando por el uso de la IA de manera equitativa y para el beneficio de todos los estudiantes, el “experimento” podría resultar. Sin embargo, muy pocos países tendrán el músculo coreano para replicarlo en sus propios sistemas educativos. Aun así, hay mucho que podríamos aprender. ¿No es así como justamente deberíamos abordar la revolución tecnológica de la que, querámoslo o no, ya somos parte?

La pregunta queda en el aire, y Corea del Sur, en los ojos del mundo.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_