Trump repite la propaganda rusa
La ofensiva actitud del presidente de EE UU hacia su homólogo ucranio coincide con el argumentario del Kremlin

El giro dado por Donald Trump para normalizar sus relaciones con Rusia excluyendo a la Unión Europea y a Ucrania de las negociaciones de paz representa la voladura de décadas de política exterior estadounidense. La nueva actitud de la Casa Blanca socava la confianza entre aliados de ambos lados de Atlántico y pone en riesgo la seguridad en Europa. Además, Trump envía una peligrosa señal a Rusia —el país que el 24 de febrero de 2022 invadió a su vecino— sobre la cohesión y determinación de Occidente frente a la amenaza que representa.
No contento con esto, el mandatario estadounidense ha lanzado gravísimas acusaciones contra Ucrania y su presidente, Volodímir Zelenski, a quien hizo responsable, contra toda evidencia, de haber iniciado la guerra. Lo ha calificado de “dictador” y le ha advertido que “o se mueve rápido o pierde el país”. Resulta inaudito ver al inquilino de la Casa Blanca repitiendo el argumentario del Kremlin.
Zelenski estuvo comedido al responder que el presidente de EE UU vive en una burbuja de desinformación, pero ha dicho una gran verdad. Resulta alarmante que la visión estratégica global del hombre que maneja el mayor arsenal del mundo se alimente de la propaganda rusa. No es de extrañar que, en este ambiente, Putin se haya permitido sugerir la implicación de la UE en un ataque ucranio a una estación de bombeo en el sur de Rusia. Con esta dinámica resultará difícil enfocar la resolución del conflicto a partir de hechos verificables. Difícilmente podrá la realidad “alternativa” de Trump conducir a una paz justa y duradera.
La exclusión de Ucrania y de Europa —en estos momentos, el único aliado fiable que le queda a Kiev— de las conversaciones del martes en Riad no solo es una afrenta diplomática, también pone en cuestión la legitimidad de cualquier acuerdo al que lleguen rusos y estadounidenses. Resulta por eso acertada la postura de la UE de considerar intolerable que se recompense a Vladímir Putin con concesiones que legitimen su agresión. La integridad territorial de Ucrania no puede ser utilizada como moneda de cambio entre Washington y Moscú.
Y en esta estrategia resulta coherente la aprobación anunciada ayer de una nueva ronda de sanciones comunitarias —la decimosexta— para tratar de debilitar la capacidad bélica y económica del régimen de Putin. Estas medidas —que incluyen la prohibición de transacciones con puertos y aeropuertos rusos, la desconexión de bancos del sistema SWIFT y sanciones a individuos y entidades clave— son una respuesta necesaria a las flagrantes violaciones del derecho internacional por parte de Rusia. La presión económica —y no la capitulación, que es lo que propone Trump— es una herramienta esencial para disuadir futuras agresiones y forzar a Rusia a cesar en su postura beligerante. Porque la guerra continúa.
Más complicada resulta la negociación, iniciada el lunes por Emmanuel Macron, para enviar soldados europeos que garanticen una futura paz en Ucrania. Y no solo por el muy prematuro objeto de la discusión, sino por el malestar que ha generado el formato elegido por el presidente francés, que ayer tuvo que convocar una segunda reunión, esta vez telemática. Era importante que Europa hablase con una sola voz antes de que EE UU y Rusia se reuniesen en Arabia Saudí, pero la falta de unidad con que terminó la cita en el Elíseo demostró que dejar fuera a la mayoría de los socios de la UE tampoco sirvió para adoptar decisiones trascendentales con la contundencia y agilidad que exige el momento.
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