Criptos por la patria
En todos los timos clásicos, el timador aficionado acaba siendo el verdadero incauto
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Las criptodivisas patrióticas son un subgénero interesante. Combinan el nacionalismo y el culto a líderes populistas con el comercio altamente especulativo, ambos valores fuertemente masculinizados, diseñados para atraer hombres jóvenes que se identifican con el riesgo, la fortuna, el espíritu de aventura y la turba como animal político. Son atractivas pese a que suelen tener una vida muy corta y son propensas a los fraudes precisamente por su potencial para generar rendimientos extraordinarios. Los fans se entregan con la vehemencia mesiánica de un hincha, que sigue creyendo en el club manque pierda, como un acto de resistencia y orgullo, formando tribus, compartiendo estadios virtuales y asistiendo a los partidos de forma activa y furiosa a través de las campañas de marketing, con memes y reñidos debates en la red social. Pero también porque piensan que hay una oportunidad de ganar a lo grande. Ningún fan reclama la devolución del dinero de un partido solo porque su equipo ha perdido. Pero ¿y si supieran que el equipo había salido a perder?
Kanye West, el artista ahora conocido como Ye, dijo la semana pasada que había rechazado una propuesta de participar en un criptofraude. El plan era postear una criptodivisa con su nombre a sus 32,6 millones de seguidores, dejar que el amor de sus fans disparara el precio de la cripto y decir que la cuenta ha sido hackeada pocas horas después para quedarse la pasta. “Me ofrecieron dos millones de dólares para estafar a mi comunidad”, posteó en X. “Lo que queda de ella. Dije que no y dejé de trabajar con la persona que lo propuso”. Eso que describe se llama un rug pull (tirar de la alfombra, en inglés). Ahora: ¿y si Kanye acepta, pone la cara para estafar a sus fans, y un tercero se adelanta y escapa con toda la pasta? En todos los timos clásicos, el timador aficionado acaba siendo el verdadero incauto. Cabe preguntarse si es lo que ha pasado hace una semana en la República Centroafricana, y en Argentina cuatro días después.
El emprendedor fintech argentino Diógenes Casares asegura en una publicación que los principales asesores del Gobierno no sabían qué se estaba preparando y que “alguien cercano a Milei” recibió cinco millones de dólares para facilitar el encuentro de Milei con los impulsores del proyecto. También dice que hubo “un grupo de capitalistas de riesgo extranjeros, traders, brokers y personas del mundo de las criptomonedas en general, junto con influencers, intentando promocionar una criptomoneda a un gobierno que era excepcionalmente receptivo a nuevas ideas y proyectos, con el único propósito de maximizar la extracción de capital y sin ninguna consideración por el impacto negativo que dicho proyecto tendría en la reputación del país”. El consejero delegado de Kelsier Ventures, asesor de la operación, acusa a Javier Milei de provocar el desplome de $LIBRA retirando su apoyo y generando un “impacto catastrófico”. Pero ha prometido devolver 100 millones de dólares para estabilizar la cotización: justo el dinero que se canjeó en la operación.
Catástrofe o fraude, todas las cripto patrióticas tienen al menos una cosa en común: líderes populistas de países en apuros y Solana, la plataforma blockchain de Anatoly Yakovenko convertida en el mayor casino de monedas basura de la Red. Solana atrae las memecoins porque es inmediata, escalable, y puede manejar muchas transacciones por segundo a una fracción del costo de Ethereum. Permite crear una criptomoneda y ponerla a funcionar en pocos minutos, sin más infraestructura que una cuenta de correo y dejando poco o ningún rastro detrás.
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